Resumen
El 22 de julio de 2011 será una fecha que jamás se olvidará en los anales del crimen. Ese día, Anders Breivik, un joven de 32 años de edad y natural de Noruega, asesinó a 77 personas en dos actos y dos escenarios bien diferenciados. Ocho murieron en el centro de Oslo, víctimas de una bomba, los 69 restantes a tiros en la isla de Utoya.
Quién es realmente esta persona y por qué actuó a como lo hizo, se preguntan los miembros del juicio que se inició el pasado 16 de abril y que pretende esclarecer todas las circunstancias que rodean a la masacre. Hasta el momento la disquisición principal se ha centrado en intentar averiguar si el acusado está loco o no. El primer informe psiquiátrico aseguraba que Breivick no estaba en plena posesión de sus facultades mentales, mientras que el segundo informe afirmaba lo contrario.
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Mi opinión personal es que Breivick está completamente cuerdo, por mucho que nos cueste asimilar y comprender actos tan horrendos como los que él ha protagonizado. Y voy a explicarme.
Lo primero de todo es señalar que Breivick pertenece a la categoría de los asesinos múltiples en un solo acto, también llamados asesinos de masas. Bajo este concepto se encuadran aquellas personas que matan a varias víctimas en un solo acto o en una cadena de acontecimientos, sin que haya separación temporal relevante entre uno y otro ataque y tampoco enfriamiento emocional. Ejemplos los tenemos, y muchos: el asesino de Olot que mató con su escopeta a 4 personas, los asesinos de Columbine, la matanza en Virginia Teach… Factor, este del enfriamiento, que les diferencia sustancialmente de los asesinos en serie, quienes sí dejan pasar un tiempo entre uno y otro asesinato, que oscila desde unos días, hasta meses o años.
Estadísticamente, un caso de asesinato múltiple sería aquel en el que una persona, de entre 18 y 35 años, mata a varias víctimas con un arma de fuego y luego se suicida. Respecto al móvil, se trataría de alguien que mata a aquellos a los que culpa de su fracaso vital. Es decir, cuando un asesino múltiple mata, suele hacerlo para vengar su frustración. Y para ello escoge como víctimas a los que él considera causantes de esa frustración. Así lo explica James Alan Fox, profesor de Derecho Penal en la Northeastern University de Boston: “Estas personas se ven a sí mismas como víctimas, perciben injusticia a su alrededor y culpan a los demás de sus propios fallos”. Son gente incapaz de soportar los envites de la vida, que prefieren morir matando, antes que seguir viviendo.
Sin embargo, el caso de Oslo es peculiar en muchos sentidos. Primeramente, porque Breivick no se suicidó al cometer sus crímenes, detalle muy importante para comprender el auténtico móvil de sus actos.
Y es que todo indica que este joven, más que un asesino de masas frustrado, es un auténtico psicópata narcisista que ha buscado una excusa para cumplir una ilusión siempre soñada: matar.
Que es un psicópata lo demuestra la tremenda sangre fría y la falta de empatía demostradas, tanto en la perpetración de sus crímenes, como en la postura impertérrita mantenida en la sala donde se le juzga. ¿Cómo si no entender a alguien capaz de llorar mientras visiona un vídeo suyo, pero que ni se inmuta ante los testimonios de los supervivientes? ¿Cómo si no entender a alguien que fue capaz de matar a sangre fría a 69 personas con su rifle, mirándoles a la cara en algunos casos, durante una cacería humana que duró más de una hora? Aún así, habrá que esperar a un examen psiquiátrico más profundo de su mente para decretarlo fielmente, pero los indicios apuntan a un trastorno psicopático muy profundo.
La psicopatía explicaría la sangre fría demostrada, pero aún faltaría buscar el móvil de los crímenes. Y aquí es donde entraría el narcisismo, la satisfacción casi sexual que estos actos han debido provocar en Breivick.
Por lo que parece, el ahora enjuiciado no se ha cansado de repetir que él ha matado para defender a su país del multiculturalismo y del liberalismo, lo que equivale a decir que ha matado para preservar la pureza de la raza noruega y evitar la entrada de inmigrantes. Pero a poco que indagamos en sus crímenes, descubrimos que esta afirmación no se sostiene por ningún lado.
Para verlo atendamos primero a su famoso manifiesto, ese que él tituló 2083: Una declaración europea de independencia. Unas 1.500 páginas en las que los medios de comunicación, aseguran, se desgrana su ideario político. Pero lo que no se ha contado es que ese ideario no es sino un conjunto de clichés extraídos de Internet. Párrafos, hojas enteras copiadas tal cual de las fuentes originales y sin ninguna corrección por parte de Breivick. Es más, gran parte de ese manifiesto lo escribió durante los años 90 otro asesino de masas muy famoso, Theodore John Kaczynski, más conocido como Unabomber.
Así pues, tenemos a un defensor de la raza noruega que ni se ha molestado en escribir una sola idea propia. Y por si esto no fuese poco, alguien que durante su infancia tuvo como mejores amigos a dos chicos de padres pakistaníes. Breivick, consciente de estas contradicciones, asegura que fue precisamente gracias a su contacto con esos chicos cuando empezó a rechazar el multiculturalismo, pero que fue en torno al año 2000 cuando llegó a la conclusión de que “la lucha de la democracia contra la islamización de Europa, es decir, el multiculturalismo, estaba perdida. Así que decidí explorar formas alternativas de oposición”. ¿Y qué hizo entre esos casi 20 años que median entre su infancia y el año 2011? Si hubiese sido una persona realmente comprometida políticamente, hubiera participado activamente en la defensa de sus ideas. Sin embargo, Breivick se preocupó más de su físico, sometiéndose a varias intervenciones quirúrgicas y tomando esteroides, que a luchar por un ideal político, aunque sí es verdad que formó parte durante un tiempo del Partido del Progreso.
Con esto no quiero decir que Breivick mienta cuando rechaza el multiculturalismo, sino que esa no es la verdadera razón que le llevó a matar. Creo que su auténtico móvil ha sido un narcisismo patológico, ese que le permitió idear la matanza para satisfacer su deseo de matar y de darse a conocer. Muchos detalles apuntan a que Breivick es una persona enamorada de sí misma y que necesita imperiosamente ser el foco de atención, como, por otra parte, es habitual en los psicópatas. De ahí se explica que él se muestre como un “héroe sacrificado” y que diga que la matanza fue “atroz, pero necesaria”.
Ahí está para demostrarlo su entrada triunfal en el juicio con el brazo en alto y el puño cerrado, su deseo de defenderse a sí mismo y que no se le declare loco. Incluso llegó a pedir al juez que se le permitiese ir vestido a las sesiones de templario y llegó a preparar personalmente un kit de prensa con su ideario para explicar el motivo de sus asesinatos.
Creo que Breivick nunca ha sido tan feliz como lo es ahora mismo: con los focos mirándole, admiradores escribiéndole cartas, un juicio mediático y pudiendo explicar sin que nadie le corte o le rebata sus ideas extremistas y xenófobas.
Por eso también se comprende su afirmación de no temer a la cárcel. Porque su mayor frustración y condena, sería caer nuevamente en el olvido.
Bibliografía
Janire Rámila es Criminóloga y licenciada en Derecho. Autora de los libros "La maldición de Whitechapel", "La ciencia contra el crimen" y "Depredadores humanos". Colabora habitualmente con diversos medios de comunicación españoles sobre temas criminológicos y es cofundadora de la empresa www.grupodetecta.es, cuya tarea principal es acercar la Criminología a la sociedad para convertirla en una ciencia útil y cercana.