Resumen
Desde que se empezó a intentar dar una explicación científica (y no únicamente basada en conceptos morales y creencias religiosas) a la conducta delictiva de las mujeres el ciclo menstrual siempre ha sido un discurso recurrente entre los estudiosos, convirtiéndose en referente histórico de la literatura sobre este tema, tal es su influencia que se llega atribuir a la crisis catamenial el factor causativo de la delincuencia en la mujer.
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Las explicaciones endocrinológicas sobre la delincuencia femenina han fijado fundamentalmente su atención en la psicopatología que experimenta la mujer durante las crisis biológicas propias de su sexo, es decir, en lo relacionado con la crisis catamenial (aparición de menstruación, manopausia, amenorrea, embarazo…).
Para explicar la diversidad de las conductas delictivas entre hombres y mujeres se estudiaron las diferencias hormonales existentes entre ambos sexos, descubriéndose que el hombre es más agresivo (siendo ésta una característica intrínseca de la delincuencia masculina) debido a la presencia de hormonas andrógenas mientras que la mujer presenta con mayor frecuencia fobias, miedos y depresiones reactivas además de enfermedades de tipo neurótico y psicosomático causa directa de la alteración metabólica sufrida por la mujer durante el periodo menstrual como consecuencia del desequilibrio ácido-básico producido por un descenso del nivel de glucosa en sangre.
La mayor parte de las investigaciones sobre este tema han destacado la importancia que tienen las diferentes etapas registradas durante la evolución biológico-sexual de la mujer sobre su comportamiento criminal, que parecería relacionarse directamente con un incremento de su actividad delictiva (concretamente en la comisión de robos y hurtos), motivado por una acusada labilidad en el psiquismo femenino durante esos momentos. B. Aznar en su libro “Notas para un estudio sobre Biología criminal en la Mujer. (La delincuencia catamenial) de 1968 estableció que la crisis catamenial presenta dos tipos diferenciados, uno grave que suele obedecer a algún tipo de trastorno psicopático donde sus delitos más comunes son el asesinato y el homicidio, y otro menor que no presenta trastorno psicopático y donde comete delitos como el robo y el hurto.
Otra de las explicaciones que sustenta esta teoría basada en efectos hormonales es la que asegura que la mujer durante el ciclo menstrual comete actos delictivos por venganza, al sentirse en un status inferior al del hombre, donde la menstruación evidencia su fallo; además durante las crisis catameniales la mujer comete sobre todo robos, de manera compulsiva y repetidamente, pues se excita sexualmente al manipular los objetos robados.
Sin embargo hay que poner de manifiesto (como ya hicieron algunos autores) las dificultades que existen para efectuar generalizaciones de ningún tipo sobre este tema pues las variaciones en las condiciones estimuladoras así como los diferentes procedimientos que se pueden utilizar para medir estas variables, producen cambios muy significativos en los datos, lo que hace muy difícil establecer relaciones claras e inequívocas sobre el delito y los periodos menstruales y premenstruales.
Esta teoría más parece un nuevo intento de continuar criminalizando y controlando a las mujeres, basándose en un proceso biológico único y exclusivo del sexo femenino pone por un lado a todas las mujeres (tanto si tienen la menstruación como si no, pues en sus premisas también tienen en cuenta los periodos en los que la mujer no menstrúa por uno u otro motivo) en la tesitura de llegar a ser catalogadas como delincuentes si alguien lo considera oportuno y por otra exime a todos los hombres de formar parte de la generalización de las explicaciones criminológicas basadas en efectos endocrinológicos tal y como sucede con las mujeres.
Bibliografía
Doctora en Sociología, especializada en desviación social y género.
Especialista en Investigación Criminal.
Apasionada de la justicia y la igualdad.
Intentando continuar la estela de las grandes mujeres y excepcionales penalistas Doña Concepción Arenal y Doña Victoria Kent en la creencia de que el delincuente (y la delincuente) es una persona y por ello su comportamiento y sus necesidades deben ser estudiados, conocidos y de ser posible (en la medida de lo posible) dar una respuesta y solución.