Resumen
La corrupción es un fenómeno social, político y económico que afecta a todos los países. ¿Pero qué es la corrupción? Sin duda, es un concepto demasiado amplio que incluye sobornos, fraudes, apropiaciones indebidas u otras formas de desviación de dinero. Es interesante, cómo una de las definiciones de corrupción es la de “un proceso natural de degradación”
A la corrupción, se encadenan generalmente otros delitos, ya que el infractor suele recurrir a otros hechos delictivos para continuar sus actividades de beneficios. El problema es que estos delincuentes, generalmente son vistos desde un punto de vista diferente, el estigma de ser delincuente no recae sobre ellos como una “losa”, más bien generan en algunos, cierta “envidia” por cómo personas que de por sí, ya tienen recursos suficientes y de sobra, “amasan” más dinero, a través de actuaciones delictivas.
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No obstante, últimamente la corrupción está tan generalizada y es tan común que origina gran indignación social, quizá fruto de la crisis en la que la clase media y baja se hace cada vez más pobre en parte por el derroche, el malgasto y la apropiación indebida de los que teniendo mucho, quieren además, mucho más.
El problema es cómo sancionar y castigar estos delincuentes que peligrosidad en sí misma no tienen. Al menos el hecho de que no entren en prisión, no pone en peligro nuestra integridad física. Se puede decir que no son “potencialmente peligrosos” pero tal y como dice una de las definiciones de corrupción, de forma simbólica al menos, supone una degradación moral tan grave que los convierte y estigmatiza como delincuentes con una gran peligrosidad social
Con esto, todos nosotros como miembros de la comunidad nos convertimos en potenciales víctimas pero no sólo directas sino indirectas. Parece que el que alguien que tiene poder o/y oportunidad se aproveche para conseguir más riqueza, no perjudica ni daña a nadie en concreto. Sin embargo, se debe partir que estos delitos perjudican primero, al estado puesto que el ciudadano pierde su confianza en el sistema, pero también les perjudica a cada miembro en particular puesto que este dinero obtenido de forma ilegal, podría destinarse a cubrir necesidades de personas y colectivos que verdaderamente lo requieran o simplemente dejan de beneficiar a la comunidad, en su exclusivo favor.
Estos infractores poseen una peligrosidad moral y social, que es más complicada de combatir y de poner freno. Tras de sí dejan víctimas concretas y con nombre y apellidos pero además y a diferencia de otros delitos, el estado también es víctima.
Es curioso que mientras en los demás delitos, el estado se apropia del rol de víctima, en detrimento de la real, en estos crímenes el propio estado como víctima (porque su imagen se deteriora considerablemente), da la espalda y trata de minimizar el hecho delictivo.
Mi reflexión de hoy es ¿para qué me sirve a mí como víctima y miembro de la comunidad que asiste a la degradación moral de estos sujetos, el simple castigo de la pena de prisión?. Desde un punto de vista de la Justicia Restaurativa, esto no implica ninguna forma de reparar o mitigar el daño, no solo el material sino moral que nos ocasionan a toda la sociedad. La pena de prisión no les va a hacer reflexionar (quizá nunca lo hagan) porque parecen carecer de sentimientos de culpabilidad, remordimiento o vergüenza. Pero al menos debería fomentarse un castigo no solo retributivo , que les haga esperar de forma pasiva el cumplimiento de su condena y/o mientras tanto traten de recurrir a todas las “artimañas” legales para evitar la cárcel. Encima y para colmo, como se ve en algunos casos, los infractores por arte y magia de algunos medios y operadores jurídicos mediáticos, pasan a convertirse “en víctimas del sistema”, perdiendo la perspectiva real del delito y de su impacto en las víctimas y en la sociedad.
La responsabilización y asunción de responsabilidad de estos infractores es improbable y no obstante, parece que las leyes los miran con mejores ojos. Curiosamente con la justicia restaurativa, partimos de la idea de que la justicia no debe ser igual para todos, habría que tener en cuenta cada caso y cada circunstancia, para valorar el delito y qué pena se debe imponer al delincuente así ver cómo se va a reparar a la víctima, ya sea reparación moral, simbólica y/o material.
Y precisamente esta falta de responsabilización, lo que pone en duda es ¿si podemos tener la seguridad de que ante la mínima posibilidad, no volverán a repetir su conducta? Es difícil pronosticar su no reincidencia, pues suelen padecer de avaricia desmedida y de la “enfermedad del poder”. Por eso, para que la pena fuera más justa y reparadora o al menos compensadora, debería tener un enfoque restaurativo.
Y lo esencial no sería la pena de prisión, esto sin lugar a dudas, puede ser parte importante, pero secundaria, lo más relevante seria que deben reparar y el ideal es que fuera voluntariamente pero como no suele ser posible, la pena más impactante y a la vez la más restaurativa, puede ser la de la reparación del daño tanto material como moral.
En concreto, deberían de forma prioritaria devolver lo robado, en su integridad más un plus por su peligrosidad social y peligro de reincidencia, así se cumpliría al menos entre comillas, con el valor restaurativo de la responsabilización. Pero esto no sería suficiente para cumplir con la reparación moral y con la justicia restaurativa, por eso, deberían participar de actividades dentro o fuera de prisión, que fomenten su empatía y el contacto real con el resto de los seres humanos.
Actividades que intenten generar en ellos, la reflexión que supone que mientras ellos tienen todo y más, existen muchas personas que carecen de lo esencial. Sería actividad restaurativa que tratará de hacerles conectar con su humanidad y cumplan así con los otros dos valores fundamentales de la justicia restaurativa: el respeto (que vea la comunidad y pesar de su conducta, que tienen respeto por los ciudadanos, y van a trabajar devolviendo algo bueno y beneficioso, por todo lo malo que han hecho) y la relación con los demás ( probablemente el mayor problema de esta gente es que no se relacionan con el resto de la población, viven en un círculo cerrado de “corrupción” y alejados totalmente de la realidad social). Esta reparación moral y simbólica (y no me refiero al perdón) sino consigue su reinserción, al menos les da un “toque restaurativo” de la realidad y de cómo el resto de los mortales abordan su vida diaria. Podemos llamarlo actividades a caballo entre la educación, restauración y de “compromiso”. Esto junto con la devolución de lo sustraído deberían ser, los pilares restaurativos esenciales para hacer frente a estos delitos, sin perjuicio de que se consiga o no lo deseado o que asuman lo que han hecho, pero al menos, lo que si cumplirán es con su deber restaurativo de reparar el daño y el impacto del delito de una manera global.
Bibliografía
Follow @VirginiaDomingo (Burgos, 17 de mayo 1975)
Soy periodista frustrada, estudié derecho, por defecto y a pesar de todo, me gustó. Fui durante más de ocho años Juez Sustituta, lo que me hizo ver la realidad de la justicia y su falta de humanidad, así llegué en el 2004 a la Justicia Restaurativa. Actualmente soy la coordinadora del Servicio de Mediación Penal de Castilla y León (Burgos) y presidenta del Instituto de Justicia Restaurativa-Amepax ( la entidad que proporciona este servicio). Soy experta y consultora internacional en Justicia Restaurativa. Mediadora Penal y Presidenta de la Sociedad Cientifica de Justicia Restaurativa. Miembro del Comité de investigación del Foro Europeo de Justicia Restaurativa, participo regularmente en las reuniones de este Foro y he ofrecido varias charlas a nivel internacional, asimismo he realizado diversos trabajos de investigación sobre Justicia Restaurativa y mediación en materia penal. Y sigo luchando porque se regule la Justicia Restaurativa como un derecho más para las victimas de cualquier delito con independencia del lugar donde lo sufran.