Resumen
Cada cierto tiemposufro un deja vu porque cuando un crimen que ha creado alarma social, se juzga y sentencia, muchos no se cansan de proclamar infundadamente que en España, “sale barato delinquir”
Si anteriormente fue el juicio, ahora es la condena, la que está acaparando todos los programas de televisión y es que parece que con el Caso Bretón nos estamos alejando de la realidad de que un padre mató a sus hijos, los quemó y fingió su secuestro. Digo esto, porque si uno ve la televisión, el debate se centra en si cumplirá los cuarenta años a los que ha sido condenado, si a los veinte podrá salir en libertad, si con doce gozará de beneficios penitenciarios o si podría estar rehabilitado. Es un debate centrado en el delincuente de forma exclusiva, una vez más, parece que las víctimas y el daño sufrido han pasado a un segundo plano. Suele decirse que el Estado roba el conflicto y el delito a la víctima, sin embargo, frecuentemente veo como algunos medios, amparados en la libertad de información, se apropian del hecho delictivo y del dolor de las víctimas. El duelo por la pérdida terrible de los dos niños, no queda en la esfera privada de la madre y los familiares, sino que “deben” compartirlo con todo el mundo.
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Y lo peor es que todos parecen tener opiniones sobre cómo se puede sentir la madre, y sobre si para ésta la condena es suficiente o no. Pero es que para más inri, si la madre estaba medianamente satisfecha con el juicio y la sentencia, los continuos debates en diferentes medios, pueden confundirla y descolocarla, lo que creo que lejos de ayudarla, lo que hace es “infectar” más la herida que tiene por el terrible crimen sufrido. Desgraciadamente, todos parece que sabemos lo que siente, por lo que está pasando pero nadie parece darse cuenta que igual lo que necesita es una vez que ha habido una sentencia, y ha concluido el juicio, es poder empezar “el duelo” de una forma lo más normal y privada posible. Y tener continuamente en la mente lo ocurrido, más que ayudarla, puede impedirla empezar su teórica recuperación
Todos sabemos que una recuperación total y completa para una madre que ha perdido de forma violenta a sus hijos, es algo complicado, sin embargo, hay un camino que todas las víctimas deben recorrer, no para olvidar, porque sus hijos siempre serán recordados, pero sí para no hacerlo con tanto dolor y amargura.
Según Howard Zehr, las dos últimas etapas de este camino sería la de “reivindicatio” y la de sentir que se ha hecho justicia. Esto implica que las víctimas necesitan ver que alguien aparece como responsable por el daño sufrido y que la ley va a actuar. Sin embargo, entiendo que es complicado matizar este “sentir que se ha hecho justicia”. Para algunos expertos y periodistas, este sentimiento de que se hace justicia, va asociado a los años de condena, cuantos más años en prisión, parece que creen que se hace más justicia.
Esto puede servir para alguien que ve el delito desde fuera, para quién no es víctima. Pero para las víctimas directas del crimen, ¿Cuántos años pensamos que sería suficiente para que éstas sintieran que hay justicia?
Está claro que es imposible valorar el asesinato de dos niños inocentes y mucho más imposible para la madre. Por eso, la prensa debería de ser consciente de que más justicia y más años en prisión, es una forma muy simple de abordar el dilema. La madre de los niños asesinados nunca podría obtener una reparación adecuada ni con veinte, treinta o cuarenta años ni con cadena perpetua porque es imposible compensar la pérdida.
Y por supuesto, ni la pena de muerte puede suponer un alivio para las víctimas y es que si se busca justicia, no se puede equiparar la vida de dos niños con la de un asesino cruel. Poner en una balanza, ambas vidas, no sería ni justo ni respetuoso para con las víctimas, porque la vida humana máxime si se trata de seres tan vulnerables, merece mucho más respeto y reconocimiento, ni matándolo dos veces haríamos justicia, con los niños fallecidos ni con la madre que los ha perdido para siempre. Por eso, lo que queda a las víctimas de delitos tan terribles es saber que la ley ha actuado, y se ha cumplido lo estipulado en los códigos, decir o sentir que se ha hecho justicia puede ser difícil, pero al menos las que han sufrido un delito, tendrán la seguridad de que la ley ha actuado y que la maquinaria judicial ha respondido de manera satisfactoria. Sin duda, se podría hablar aquí de la prevención, de si se podría haber previsto que el delito podría cometerse o si se podría haber hecho algo más por las víctimas para evitar el suceso trágico, sin embargo, hablar una vez que conocemos el desarrollo de los acontecimientos es muy fácil igual que es muy sencillo caer en la demagogia.
Esto ocurre muy a menudo cuando se hace defensa de la cadena perpetua y se pone como ejemplo a otros países. Frecuentemente los que proclaman esto, se olvidan de que en Europa solo existe la cadena perpetua revisable, lo que implica que en la práctica el número de años en la cárcel, se revisa cada cierto tiempo y el preso suele estar recluido casi menos tiempo que en España, por ejemplo veinte y veinticinco años en Gran Bretaña y quince años en Francia y Alemania. Esto no hace sino demostrar que a veces damos más importancia a los nombres que a la aplicación real y que el ser humano, suele tener tendencia a pensar que lo de los demás es mejor.
Este tema del endurecimiento de las penas es un debate constante que sin embargo, tiene una base constitucional indiscutible en la mayoría de los estados modernos, ya que las penas privativas de libertad están orientadas hacia la reeducación y reinserción social. Esto no es otra cosa que una apuesta por la reinserción y por ver las penas, no ya sólo como un castigo por el delito cometido, sino como una manera de prevenir, reeducar y transformar las conductas de los delincuentes para que cuando salgan de prisión, no se cree alarma social y todos nosotros no nos sintamos en peligro de ser sus siguientes víctimas.
Soy consciente de lo difícil que puede ser la reinserción de ciertos delincuentes, sin embargo sino se hace todo lo posible por su recuperación, más tarde o más temprano, por muchos años que estén en la cárcel, saldrán de nuevo a la calle (salvo que los encerremos de por vida y “tiremos la llave”) y esto supondrá un peligro real para las generaciones futuras. Una vez un amigo mexicano, explicó esto de una forma muy sencilla y clara, “decir a priori, que ciertos delincuentes son irrecuperables es tanto como si un médico se diera por vencido a la hora de salvar la vida de ciertos pacientes”. Sin duda, me parece interesante atender de una forma restaurativa a cada infractor y de una manera individualizada así se podrá ver qué valores restaurativos son más necesarios transmitirlos (diálogo, empatía, comunicación no violenta…) y que puedan ayudarlos a generar en ellos un punto de inflexión que los haga pensar en su vida y en lo hecho hasta ese momento y quieran un futuro para ellos diferente ¿todos se pueden rehabilitar? Es difícil responder pero nuestro deber es intentarlo por las víctimas (porque no quieren que nadie pase por lo mismo), por otras potenciales víctimas (porque necesitan sentir una cierta seguridad) y por el mismo delincuente y sus allegados (porque se les da una segunda oportunidad de cambiar)
No obstante, antes de acabar me gustaría hacer hincapié que las víctimas también necesitan reinsertarse en la comunidad ¿Por qué? Porque el delito a muchas las aleja de la realidad, de sus allegados y de su entorno. Su vida se para en el momento en que el delito se comete, y necesitan todo el apoyo y ayuda posible para “dar cuerda” al reloj y que su vida vuelva a ponerse en marcha. Por supuesto, que la Justicia Restaurativa, ya que nace por y para las víctimas, puede servirlas de ayuda para que sientan que son escuchadas y respetadas así como acompañadas. Por eso, reducir si se ha hecho justicia a más o menos años en prisión o más castigo, es casi tanto como querer convertir sentimientos y el dolor por el delito sufrido en algo material, tangible y cuantificable. Y está claro que las pérdidas que conlleva sufrir un delito sobre todo si es tan terrible como el del caso que nos ocupa, no son cuantificables, ni se pueden tasar ni equiparar, al menos desde el punto de vista de la justicia restaurativa y las necesidades de las víctimas. Otra cosa es que la Justicia tradicional se vea en la obligación, porque así está estipulado en la ley, de convertir en dinero el dolor de una víctima, en este caso, una madre. Por eso, si combináramos Justicia restaurativa y la justicia tradicional podríamos abordar el crimen de una manera no sólo legal sino también humana y justa.
Bibliografía
Follow @VirginiaDomingo (Burgos, 17 de mayo 1975)
Soy periodista frustrada, estudié derecho, por defecto y a pesar de todo, me gustó. Fui durante más de ocho años Juez Sustituta, lo que me hizo ver la realidad de la justicia y su falta de humanidad, así llegué en el 2004 a la Justicia Restaurativa. Actualmente soy la coordinadora del Servicio de Mediación Penal de Castilla y León (Burgos) y presidenta del Instituto de Justicia Restaurativa-Amepax ( la entidad que proporciona este servicio). Soy experta y consultora internacional en Justicia Restaurativa. Mediadora Penal y Presidenta de la Sociedad Cientifica de Justicia Restaurativa. Miembro del Comité de investigación del Foro Europeo de Justicia Restaurativa, participo regularmente en las reuniones de este Foro y he ofrecido varias charlas a nivel internacional, asimismo he realizado diversos trabajos de investigación sobre Justicia Restaurativa y mediación en materia penal. Y sigo luchando porque se regule la Justicia Restaurativa como un derecho más para las victimas de cualquier delito con independencia del lugar donde lo sufran.