Ya han sido unas cuantas veces las que me he dicho a mi mismo «no vas a escribir más artículos de esos motivacionales de mierda, no más puke rainbows joder» (Sí, mi discurso interior está repleto de memes y insultos, pero de cara al exterior procuro moderarme un poco). Sin embargo, aquí estoy una vez más haciendo que las teclas suenen muy fuerte (siempre he pensado que cuanto más aporreo el teclado más contundente y seguro suena mi argumento, puro imaginario personal) escribiendo algo que podría ser altamente calificable como de autoayuda, lo cual me horripila. Pero oye, como mínimo aviso de que lo que viene a continuación es un artículo gratuito e innecesario, que hay que ir con la verdad por delante.
Para qué nos vamos a engañar: el panorama para el criminólogo sigue siendo bastante desalentador. Se sigue cayendo en los mismos clichés, en los mismos prejuicios, en los mismos errores. Muchas universidades siguen rellenando sus jornadas de inserción profesional con ponencias de miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, que con todo el respeto a su labor, no aportan nada nada nuevo más allá de exponer cómo acceder a un puesto policial a través de una oposición. Vamos, que se lo podrían explicar por igual a un criminólogo que a un estudiante de bellas artes, les valdría la misma charla. Se trata de una información que puede ser útil para algunos, pero no ayuda demasiado a que se generen oportunidades para los criminólogos.
Se cae también en el error de buscar la pureza criminológica, en avergiuar quién es el más criminólogo del universo, cuando lo único que hace ese determinismo es cerrar el círculo de tal modo que nos dificulta la apertura hacia huecos profesionales que podrían explorarse desde nuestra perspectiva. No existe el criminólogo como figura ontológica, ni existirá nunca. Es absurdo que nos comparemos con un médico para justificar que se tenga que acotar nuestra figura profesional, pues ni las herramientas de las que disponemos, ni nuestras competencias, son exclusivas: las compartimos con otras ramas de ciencias sociales y jurídicas. Podemos ser diferentes, pero no somos únicos, hace falta esa cura de humildad. Eso no tiene que ser percibido como algo negativo, sino que precisamente debe fomentar el cooperativismo con disciplinas afines como el trabajo social, la sociología, la psicología e incluso las humanidades, que aunque nos parezcan muy alejadas de la Criminología a priori, fueron la fuente de inspiración de más de una teoría criminológica. No se es más criminólogo por el tipo de formación que uno tiene, sino por lo que es capaz de aportar tanto en el plano social como en el profesional a partir de sus conocimiento criminológicos.
Porque señores, señoras, señorxs, señor@s, lo que nos va a impulsar hacia adelante no tiene tanto que ver con ese discurso manido y etéreo, sino aspectos que en realidad se ciernen entre lo emocional y lo estratégico. Porque creo que, actualmente, la generación de criminólogos debe aprovecharse de tres cualidades que generalmente posee, y que se pueden identificar con tres animales:
- El entusiasmo del perro. Debo reconocer que, a pesar de no haber tenido nunca un perro, algo que me ha fascinado siempre es el recibimiento entusiasta y casi extasiado del perro sobre las personas a las que ama. Incluso aunque en ocasiones ese exultante saludo no sea igualmente correspondido por la persona, el perro no pierde el ánimo y sigue saludando a su dueño de la misma forma día sí, día también. De ahí que sea, con perdón de los gatos, el animal de compañía más querido. Lo mismo debe conseguir el criminólogo: mostrar tal entusiasmo por lo que aprende y por lo que hace, que la sociedad se quede encantada de tener a un animal así. El entusiasmo no abre todas las puertas, pero como mínimo consigue atraer.
- La oportunidad del gato. Gato sí he tenido alguno que otro, y mi simpatía hacia ellos radica en ese saber estar en el momento adecuado, cuando ellos consideran oportuno. Tienen algo fascinante: son capaces de hacerse querer a la vez que pasan olímpicamente de tu cara, y eso no es nada fácil conseguirlo. Pero dado que son conscientes de que un comportamiento excesivamente pasivo sobre sus dueños puede suponer implicaciones nefastas en el racionamiento de comida y calor humano, ya buscan satisfacer emocionalmente al dueño de vez en cuando para que quede contento. Creo que para los gatos somos en realidad un pequeño gran tamagochi al que educan para que le limpie las cacas, le proporcione el mejor pienso y le deje el mejor hueco para dormir en la cama. Ese es su objetivo vital, y para ello elaboran sus sutiles artimañas con las que, igual que los perros, también acaban conquistando los corazones de las personas. Yo doy fe porque lloré cuando murió mi primera gata, a pesar de dejarme un arañazo estilo Lobezno en la cara o de atacarme a traición saltando por detrás del sofá. El criminólogo debe ser capaz de hacer lo mismo. Con discreción, sin hacer demasiado ruido, sutilmente, sabiendo encontrar el momento adecuado, pero con un plan de asalto concreto. Esa templanza es la que nos hará detectar y abalanzarnos en el momento adecuado sobre las oportunidades que surjan. Con sigilo, pero con firmeza cuando se pasa a la acción.
- Finalmente, identifico el exotismo de la iguana con algo que es incontestable: que de un modo u otro llamamos la atención por lo desconocido de nuestra figura. Curiosamente esto suele ser percibido negativamente, en el sentido de que nos hastía que se nos confunda con lo que no somos, pero al fin y al cabo es cuestión de ser capaces de aprovechar ese interés inicial para dar a conocer todo aquello que sí hacemos.
Ya he avisado al principio del artículo que este texto corría el riesgo de tornarse motivacional. Ello se debe a que, a pesar de las críticas realizadas, a pesar de seguir cayendo en errores pasados, no tengo la menor duda de que estamos muchos mejor que unos años atrás. Y eso me lo demuestra el hecho de que estamos abriendo caminos y virando hacia espacios que hasta hace poco nadie contemplaba, a través de iniciativas emprendedoras por parte de diferentes grupos de criminólogos: en el ámbito de la empresa (Minimize Risk), de la seguridad vial (Observatorio Criminológico de Seguridad Vial), de la educación en las escuelas (School Safety) o de los despachos profesionales (DACRIM). Todos con sus dificultades, pero a la vez con muchas papeletas para convertirse en referentes de las respectivas áreas.
Cuando en 2011 lanzamos Criminología y Justicia todo era desierto y eran pocos los que lanzaban proyectos con la Criminología por bandera. Ahora, 5 años más tarde (que no es tanto tiempo), esa sensación no es tal: con cierta regularidad observamos cómo aparece alguna nueva iniciativa. Ese cambio es precisamente el que nos anima aún más a seguir trabajando en nuestra consolidación como think-tank criminológico, trabajando siempre con la seña de identidad que nos caracteriza: la independencia. No dependemos de ninguna universidad ni recibimos subvenciones públicas, y nos tomamos la licencia de ser críticos con todo lo que se nos ponga por delante, porque creemos que eso es lo que nos hace falta para seguir construyendo nuestro futuro.
Somos atractivos y nos entusiasmamos con lo que hacemos. Elaboremos un plan a conciencia para aprovechar esas virtudes.
Soy Licenciado en Criminología y Filosofía por la UAB. En 2011 fundé Criminología y Justicia, empresa dedicada a la divulgación de contenido de caracter criminólogico-jurídico que contó con la participación de más de 100 autores hasta su cierre en 2017. Durante ese tiempo se publicaron más de 1000 artículos que han recibido ya más de dos millones de visitas; se publicaron cerca de una treintena de libros, y también se organizaron diferentes eventos y congresos enfocados a divulgar la Criminología.
Ahora mi interés estriba en aplicar toda esa experiencia en el mundo de la divulgación científica a otros ámbitos dentro de la comunicación digital.