Resumen
El pasado mes de febrero publiqué la primera entrega de esta serie de pequeños artículos que tratan de dar a conocer algunas expresiones propias del mundo penitenciario.
Como cada grupo social, la subcultura carcelaria ha generado, con el paso de los años, formas de expresión propias, un lenguaje que permite a sus miembros sentirse parte integrante de un grupo y que de alguna manera contribuyen a distanciarse del personal penitenciario, con el conviven a diario.
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Como en el primer trabajo se recordaba, quien quiera un diccionario al uso, ordenado alfabéticamente, puede encontrarlo en el trabajo “El vocabulario del hampa”, publicado por Luís de San Eustaquio López en el nº 238 de la Revista de Estudios Penitenciarios. En este artículo, al igual que en el que le precedió, se intentan dar a conocer algunos de esos términos tomando como referencia la realidad que describen. Entonces hablé de las personas que representan la ley, tanto fuerzas de seguridad como funcionarios de instituciones penitenciarias. Ahora les hablaré de las diferentes armas que utilizan para sus delitos o para defenderse.
Las navajas y objetos punzantes más o menos elaborados son armas que habitualmente portan quienes conviven con el delito de forma más o menos habitual, usándolos con fines intimidatorios para lograr el fin propuesto, pero también son objeto de deseo por muchos de los presos, a quienes portar una navaja o similar les suele dar una cierta seguridad y ¿status? dentro del difícil mundo de los patios. Variados objetos que tienen un amplio repertorio de denominaciones.
Así a las armas blancas como puñales o navajas se le llama “estilete”, “alfiler”, “chaira” o “bucha”. A los cuchillos, puñales o navajas (objetos punzantes y/o cortantes), generalmente cuando son de fabricación casera, se les conoce como “baldeo”, “pincho”, o “corte”. Las tijeras también son conocidas como “cruz” o “manro”.
Cuando un preso porta una navaja o similar se dice que va “arropado” o “empalmado”. Cuando busca armarse lo que realmente quiere es “arroparse”. Cuando la utiliza, apuñando a alguien, se habla de “chinazo”, “mojá”, “rajar”. Si alguien utiliza un arma blanca para llevar a cabo un robo, éste se denomina “sirla”. “Sirlar” es por tanto el atraco que se lleva a cabo amenazando con una navaja u otra arma blanca.
Más sofisticados (a veces) y menos violentos son los robos con fuerza en las cosas. Y como en todas las profesiones también hay categorías. A falta de llaves auténticas, los más “profesionales” usan ganzúas o llaves falsas para acceder a los lugares cerrados, también llamadas “calabazas”, “espás” o “espadas”. A quien las utiliza se le conoce como “espadista” y a quien las fabrica como “espadero”. Los menos “preparados” rompen cerraduras, candados, puertas o ventanas con barras de hierro, también llamadas “palancas” o “palanquetas” y conocidas como “batufas”, “bravas” o “jaladoras”. El robo usando una palanca es un “palanquetazo” o un “tope” y el que usa ese modus operandi se le conoce como “palanquista” o “topero”. Cometer un robo con roturas es “hacerse un hierro”.
Una categoría superior dentro del escalafón tienen aquellos que utilizan armas de fuego en su actividad delictiva (si bien no conviene olvidar que la simple tenencia sin permiso ya es una actividad delictiva en si misma). Las pistolas se identifican como “pipa”, “cacharra”, “cacharro”, “ambea”, “chata”, “hierro”, “brobi”, o “filomena”. Las escopetas se conocen como “zarapas” , y a las escopetas recortadas se las llama “recortá”, “cañúa”, “bicha” o “tupara”. La metralleta es también conocida como “chafalote”, “chicharra”, “metraca”, “marieta”, “ukelele” o “tarta”.
Todas las armas de fuego necesitan de munición, de balas, que en el argot se conoce como “bobis” o “bellotas”.
Portar estas armas o cometer delitos usándolas suele llevar a que la “pasma” o los “picoletos” (a estos y otros colectivos iba dirigida la primera entrega) te “trinquen” y te lleven a un “tarambuco”, desde donde el “togado” de guardia te mandará al “talego”, donde si te portas mal acabarás en un “horno”. Pero esto y más lo veremos en la tercera entrega.
Bibliografía
Segovia (Castilla y León | España 1965).
Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid.
Jurista del Cuerpo Superior de Técnicos de Instituciones Penitenciarias.
Profesor de derecho Penitenciario en la Escuela de Práctica Jurídica de Valladolid desde 2002.
Experto en derecho penal juvenil y derecho penitenciario.
Miembro del Comité de Expertos de la Revista Infancia, Juventud y Ley.
Vocal y miembro fundador de la Sociedad Científica de Justicia Restaurativa.
Experto de la Unión Europea en misiones de corta duración en Venezuela (2003), Polonia (2005) y El Salvador (2010).
Colaborador habitual en publicaciones, jornadas, seminarios y cursos.
Libros publicados:
- “La justicia penal juvenil en España: legislación y jurisprudencia constitucional”, Editorial Club Universitario, Alicante 2006.
- “Compendio de legislación y jurisprudencia penitenciaria”, Editorial Club Universitario, Alicante 2008.
- “La justicia juvenil en España: comentarios y reflexiones”, Editorial La Ley, Madrid 2009.
- “Legislación penal juvenil comentada y concordada”, Editorial La Ley, Madrid, 2011.