Resumen
Es común entre la comunidad científica considerar que en el estudio de casos se produce un sesgo hacia la verificación en el sentido de que existe una tendencia a confirmar las nociones preconcebidas del investigador. La experiencia de este investigador le ha mostrado que muchos investigadores policiales descansan mucha de su seguridad argumental en lo que denominan “su olfato policial” a la hora de elaborar hipótesis y descubrir indicios que permiten comprobarla, cuando en realidad ignorar otros datos que las falsan totalmente.
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Sin embargo, el sesgo hacia la verificación puede producirse en cualquier método cualitativo, aunque es evidente que el estudio de casos deja más espacio para juicios subjetivos del observador. Cuando el investigador policial se enfrenta a la realidad de un delito cometido, esta realidad está absolutamente fraccionada y muchos de sus elementos, lejos de ser evidentes, requieren de un esfuerzo de observación y de pericia en su detección que, en muchos casos, ni siquiera son considerados. El autor del delito, por supuesto, no permanece en la escena esperando a que lleguen los miembros de las fuerzas de seguridad a detenerle y a ofrecer respuestas sinceras sobre las motivaciones de su comportamiento delictivo. Además, es posible que haya alterado, voluntaria o involuntariamente, la escena del delito de tal modo que apenas puedan descubrirse indicios o vestigios. Puede haber hecho desaparecer el arma, incluso a la propia víctima. En el caso de existir testigos, sus testimonios pueden ser contradictorios, porque los procesos de atención, memoria y recuperación del ser humano, lejos de ser fiables, son bastante falibles. O, simplemente, las inclemencias meteorológicas han alterado o borrado las posibles evidencias.
Si bien todo lo anterior es cierto, no lo es menos considerar que el estudio de caso tiene su propio rigor, y que es un rigor estricto. No podemos olvidar que de las conclusiones de la investigación se derivan, o pretenden derivarse, consecuencias de tipo legal para los actores intervinientes y afectados por el delito.
También es cierto que, a pesar de los problemas metodológicos desde un punto de vista científico, la gran ventaja de los estudios de caso es la posibilidad de descender a la vida real, lejos del laboratorio, realidad en la que se pueden comprobar las relaciones directas entre los conceptos que los investigadores sostienen y los fenómenos estudiados.
Por ello, es fundamental que durante la elaboración del perfil psicológico de un delincuente desconocido cada inferencia realizada por el perfilador sobre cada uno de los aspectos del delito investigado sea mostrada junto al dato o datos de los que deriva, de tal modo que cualquier investigador pueda realizar la misma inferencia una vez conocido el dato o datos antecedentes, tanto desde el dato al resultado de la inferencia como en sentido inverso, desde el resultado de la inferencia hacia el dato, en un proceso lógico contrastable y replicable. Si el perfilador psicológico afirma, por ejemplo, que el agresor sexual del que investiga una serie de casos posee un vehículo propio desde el que acecha a las víctimas, debe aportar datos como que en noches de lluvia o nieve en que se produjeron varios asaltos, las víctimas informaron de que en el lugar donde se produjo el asalto no se veía a nadie y el agresor presentaba secas sus ropas.
Del mismo modo, cada hipótesis planteada debe ser falsada, más que verificada, método este de comprobación de hipótesis que caracteriza a los estudios de caso. Cualquier hipótesis que el investigador psicológico sostenga será mantenida mientras no pueda ser falsada, no porque haya sido comprobada. No porque el agresor se cubra la cabeza con un casco de motorista, significa que accedió al lugar del delito en pilotando una motocicleta. En cualquier caso, los sesgos hacia la subjetividad y la verificación afectan a todos los métodos científicos.
Durante todo el proceso de investigación y a medida que se contrastan las hipótesis elaboradas, descartando unas y asumiendo otras, se produce un evidente proceso de aprendizaje por parte del investigador acerca del fenómeno observado. Esta avanzada comprensión del fenómeno se produce en parte gracias a la inclusión del investigador en el contexto en el que el fenómeno tiene lugar, de tal modo que consigue percibir y entender los puntos de vista y las conductas de aquellos actores que juegan un papel en el fenómeno estudiado: autor, víctima, testigos.
Es un requisito importante en las ciencias sociales que el investigador posea las habilidades necesarias para participar en las tareas que describe. Ello se refleja en la experiencia del investigador para tomar declaración a las víctimas de los delitos investigados y a los testigos de los mismos; interrogar a los sospechosos; tomar parte activa en las inspecciones oculares y realizar labores propias de investigación policial operativa de los delitos violentos, condiciones todas ellas, entre otras muchas, que el perfilador psicológico debe dominar.
Es esa proximidad del investigador con la realidad que investiga una de las más claras ventajas a la hora de comprender la realidad, lo que, a su vez, permite que, en su esfuerzo por obtener rigor científico, deje de lado nociones preconcebidas y prejuicios. Señálese de nuevo el control de calidad de todo este proceso investigador muestra cuando el fin del mismo y logrados sus objetivos, el resultado obtenido, es decir, la identificación de un sospechoso, su detención y puesta a disposición judicial, culmine en una condena. Para llegar a ese objetivo final, sólo hay un camino y es el del rigor y la profesionalidad.
Durante el proceso investigador se elaboran inferencias e hipótesis, la mayoría de ellas causales, de tal modo que se tratan de producir explicaciones a los fenómenos observados; de esa manera, se incluyen las causas que los provocaron. Esa producción de explicaciones de los fenómenos observados es uno de los objetivos de las ciencias sociales.
Cada relación causal percibida o sospechada es puesta a prueba mediante un análisis contextual que busca otros factores que expliquen el fenómeno estudiado. Además, se trata de repetir la observación en circunstancias diferentes para encontrar si es posible la misma relación en condiciones distintas, lo que se denomina triangulación. Al fin y al cabo, cuando los investigadores policiales aportan indicios a la autoridad judicial que confirmen la posible autoría de un delito, tratan de incluir la mayor cantidad posible de ellos (huellas lofoscópicas, testimonio de testigos, imágenes videográficas o destrucción de coartadas, por poner algunos ejemplos) que, no dejan de ser sino ejemplos de triangulación.
Es indiscutible, en cualquier caso, que el investigador psicológico debe ser consciente de sus limitaciones y de las limitaciones del método. Sólo a partir de esa consciencia le es permitido encarar cada investigación tratando de dejar de lado sus creencias e ideas preconcebidas para descansar la calidad de su investigación en la calidad de los datos extraídos, datos que soportarán las hipótesis a realizar.
Como conclusión final de esta pequeña serie de artículos sobre el perfil psicológico y el método científico podemos señalar, siguiendo el principio kunhiano, que una disciplina científica que carece de una elevada cantidad de estudios de caso concienzudamente desarrollados es una disciplina sin producción sistemática de ejemplares, y una disciplina sin ejemplares no es una disciplina eficaz.
Bibliografía
Tres décadas de experiencia en la aplicación de la Psicología y la Criminología en la investigación criminal. Creador de la Sección de Análisis de Conducta en Policía Nacional de España y del Método VERA de perfilación criminal. Actualmente, es Coordinador Académico del Máster Universitario en Investigación Criminal de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).