Resumen
Está más que comprobada la existencia de grupos profesionales con un riesgo de suicidio significativamente más alto que el de la media global. Y aquellas profesiones relacionadas con el ámbito de la seguridad pública se encuentran entre ellas. Para mostrar la magnitud del problema del suicidio os presento en primer lugar algunos datos tomados de Estados Unidos que reflejan que nos encontramos ante una cuestión que merece ser abordada con urgencia
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• En 2011, un total de 65 policías fueron asesinados usando armas de fuego
• En el mismo año, 147 policías se suicidaron
• Se calcula que unos 135.000 oficiales de policía padecen síntomas de trastorno de estrés postraumático (PTSD). Ello implica que por cada suicidio existen 1000 policías que, a pesar de sufrir PTSD, continúan trabajando.
• En 2010, la ratio de sucidios de agentes policiales fue de 17 por 100.000 policías. Si comparamos con la tasa de suicidio entre la población global, ésta es de 10 suicidios por cada 100.000 personas. Así mismo, se sitúa ligeramente por debajo de la tasa de suicidios entre los miembros de las fuerzas armadas estadounidenses, que se encuentra en 20 por 100.000 miembros.
Como observamos, las cifras denotan la existencia de un mayor riesgo de suicidio, e incluso una mayor posibilidad de que el agente suicide antes que morir de un disparo mientras se encontraba ejerciendo su labor.
Fruto de esta realidad han surgido diversos movimientos de soporte y estudio de dicho fenómeno, en aras a prevenir unas cifras demasiado altas como para no considerarlas una preocupación. Uno de estos movimientos es el creado por la asociación sin ánimo de lucro The Badge of Life Police Mental Health organization dedicada a proveer material y ofrecer herramientas focalizadas a los posibles trastornos mentales derivados del trabajo policial. Llevan a cabo con ello programas educativos y entrenamientos a los agentes de policía de Estados Unidos y Canadá para que éstos dispongan de instrumentos para controlar mejor sus emociones ante las delicadas situaciones que deben afrontar.
La asociación viene llevando a cabo desde 2008 diversos estudios y compilaciones de datos sobre el suicidio en el ámbito policial de cara a obtener datos que puedan enfocar una efectiva prevención. Así, se han ido adquiriendo algunas cifras relevantes:
• El grupo de edad con mayor riesgo de suicidio se encuentra entre los agentes de 35 a 39 años.
• Los agentes con entre 10 y 14 años de experiencia en el cuerpo de policía eran los más propensos al suicidio.
• Respecto a las causas inductoras del suicidio, la falta de reconocimiento hasta hace pocos años de la existencia del problema llevaba a pensar que el suicidio obedecía más bien a razones de carácter personal/familiar. Sin embargo, aducir razones externas cuando las cifras son tan significativas equivalía a cometer un error “Aunque ciertamente no podemos considerar el trabajo policial como un factor de riesgo por sí solo, sí se pueden vincular como un espacio propenso a generar factores de riesgo, entre los cuales se incluye los problemas a los que se enfrentan, el uso culturalmente aceptado de alcohol para hacerles frente, la disponibilidad de armas de fuego, y la exposición a incidentes psicológicamente adversos. En este contexto, el trabajo policial es por lo tanto una parte probable de la cadena inductora de sucidio” (POLICE SUICIDE – A COMPREHENSIVE STUDY OF 2008 NATIONAL DATA)
• La exposición a situaciones complejas y problemáticas en la labor policial es inductora, en un porcentaje elevado, del Trastorno de Estrés Postraumático. Como mencionamos al principio, se calcula que unos 135.000 agentes en Estados Unidos sufren o han sufrido PTSD. Dicho trastorno es considerado un factor de riesgo de suicidio directo.
• De lo anterior, se considera clave el trabajo sobre aquellos agentes que padecen trastornos mentales y la identificación que, en función de ciertas variables, pueden padecerlas. Para dicha identificación se deben tener en cuenta factores como: la muerte de otros compañeros agentes en accidentes o tiroteos, denuncias o quejas sobre el agente, la baja por enfermedad, el alcoholismo y abuso de sustancias, lesiones dentro y fuera del trabajo, divorcio, renuncia a su puesto…
Las dificultades para prevenir un suicidio cuando está a punto de consumarse son prácticamente nulas. Sin embargo, la labor de prevención previa, cuando el mal mayor aún no ha llegado, se hace fundamental. Es necesario un trabajo exhaustivo sobre aquellos agentes que se han encontrado en situaciones emocionalmente delicadas. El agente policial, como cualquier otra persona, no es de piedra (aunque por su labor a veces se vean obligados a aparentar ese hieratismo que no es más que una coraza ante las complejas situaciones que deben afrontar). Un policía es, si cabe, más vulnerable emocionalmente: suele encontrarse habitualmente en el ojo del huracán, no se siente lo suficientemente reconocido por ello, se debe enfrentar con demasiada habitulidad a situaciones traumáticas y/o estresantes…creo que son aspectos suficientes como para pensar que es necesario un equipo psicológico amplio que les asista.
Del mismo modo, entre el mismo colectivo policial es necesario un reconocimiento de la existencia del problema. Esconder las vulnerabilidades en una aparente dureza de caracter no aplaca el problema, al contrario, aumenta el riesgo. El primer paso para una reducción en dicha problemática estriba en el apoyo del mismo colectivo policial hacia aquellos compañeros que necesiten ayuda en un momento concreto. Naturalizar la situación como algo propio del trabajo del agente, pero que a la vez debe recibir un tratamiento. Solo desde esas directrices se podrá reducir el impacto negativo que el suicidio tiene en el entorno policial.
Bibliografía
Soy Licenciado en Criminología y Filosofía por la UAB. En 2011 fundé Criminología y Justicia, empresa dedicada a la divulgación de contenido de caracter criminólogico-jurídico que contó con la participación de más de 100 autores hasta su cierre en 2017. Durante ese tiempo se publicaron más de 1000 artículos que han recibido ya más de dos millones de visitas; se publicaron cerca de una treintena de libros, y también se organizaron diferentes eventos y congresos enfocados a divulgar la Criminología.
Ahora mi interés estriba en aplicar toda esa experiencia en el mundo de la divulgación científica a otros ámbitos dentro de la comunicación digital.