Resumen
Se dice que cuando una mujer llega a ser criminal, es peor que ningún hombre. No es cierto, lo que ocurre es que influye la impresión que nos dan, y como es peor la que produce una mujer que un hombre delincuente-criminal, apreciamos el grado de maldad por el horror que inspira.
Por lo general, la mujer infringe menos las leyes, no tan gravemente como el hombre, y reincide con menos frecuencia una vez que recupera la libertad.
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Para considerarse asesino en serie debe contar con, al menos, tres muertes separadas, seguidas de un período de enfriamiento en el que no siente la necesidad de matar.
El asesino en serie (hombre) mata cara a cara y uno a uno, en muchos lugares, por lo general no tiene relación con la víctima, selecciona y suele limitarse a una clase particular de víctima, vaga tranquilamente en busca de su víctima y la seduce, y es muy habitual que nunca cometan dos crímenes en el mismo escenario. Es un crimen que se hace y que continúa y lo seguimos como si de una telenovela se tratara sin saber como y cuando terminará. Es como una plaga que se desarrolla y amenaza con envolver a cada uno.
Las asesinas seriales matan a personas que conocen, no necesitan vagar buscando víctimas porque vive con ellas, las tiene siempre a mano. Se convierten en “asesinas silenciosas”, suelen matar a personas de su entorno, familiares o amigos o gente para la que trabaja. Pueden ser crímenes “utilitarios” que se cometen para heredar. El 80% de ellas emplean el veneno como vehículo letal. Un 20% emplea armas de fuego, armas blancas y otros métodos. Muchas envenenadoras no pretenden convertirse en asesinas en serie pero en muchas ocasiones y en vista de que sus envenenamientos pasan como “muerte por causas naturales” no hay en ellas ningún período de enfriamiento. (caso Teresa Gómez, valenciana que en los años 40 del siglo XX envenenó con insecticida a una sirvienta compañera suya, a la nuera de los señores y a punto estuvieron de morir otra criada y la costurera ) y pueden cometer más de dos crímenes en el mismo escenario, como el caso anterior.
Las envenenadoras no matan cara a cara porque son cobardes, el otro no sabe que está siendo envenenado y no se puede defender. La envenenadora no tiene por qué estar presente cuando su víctima ingiere el veneno. Deja la comida preparada y se marcha.
A diferencia del asesino en serie, cuando se las descubre ya han matado a todas sus víctimas. No hemos seguido sus aventuras macabras como si fuera un folletín.
Célebres las envenenadoras húngaras, alrededor de cincuenta, que estuvieron envenenando desde 1912 a 1929. Eran campesinas de un pueblo cercano a Budapest. Todo comenzó al inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando muchos hombres de la región tuvieron que abandonar sus hogares al ser reclutados para luchar en el bando austrohúngaro. Quedaron en el pueblo, en la zona, los ancianos, enfermos y discapacitados. Al mismo tiempo se instaló cerca un campamento para prisioneros que disponían de cierta libertad controlada. Se establecieron relaciones entre estos hombres y las mujeres que podían hacer lo que quisieran. Hartas de sus maridos ausentes por la guerra y relacionadas ya con otros hombres, decidieron envenenar a sus maridos cuando éstos volvieron del frente. Recurrieron a una mujer, Julia la comadrona, que se dedicaba a practicar abortos y que fue la primera en envenenar a su marido y lo comentó con alguna de ellas como la cosa más natural del mundo. De esa forma todas se animaron sobre todo por la facilidad en conseguir el veneno y porque después un hermano de Julia firmaba los certificados de defunción como “muerte por causas naturales”. Julia les suministró unas botellas de agua con arsénico elaboradas por ella misma poniendo en remojo las tiras empleadas para atrapar moscas y que contenían arsénico. Como los envenenamientos pasaron inadvertidos porque los síntomas se asemejaban a enfermedades normales, al ver que nadie sospechaba de ellas, siguieron envenenando a otros parientes. Se cree que en total fueron 300 víctimas. Nadie sospechó o hicieron la vista gorda, hasta que se recibió un anónimo en la redacción del periódico local. Comenzaron las exhumaciones y las detenciones.
El juicio contra estas mujeres acaparó la atención mundial. Se hicieron 37 detenciones y se logró que 26 fueran a juicio y finalmente, el balance fue:
- 8 sentenciadas a muerte mediante horca
- 7 cadenas perpetuas
- El resto recibieron otras condenas
- La que suministraba el arsénico se envenenó con su propio preparado
No podemos olvidar a las llamadas ángeles de la muerte, asesinas camufladas en centros de salud:
- La señora Bischer, enfermera alemana, envenenó con morfina a dos maridos, una de sus suegras y a un cuñado.
- Otra alemana, Marianne Nolle, enfermera geriátrica que envenenaba con Truxal (antisicótico peligroso por su lenta absorción) se cree que mató a 17 ancianos y lo intentó con 18 más pero solo le pudieron probar 7. Condenada a cadena perpetua, jamás confesó su responsabilidad en los hechos.
- La asesina en serie más notoria de EE.UU murió en marzo de 2011 en una prisión de norte de California a los 82 años. Se llamaba Dorothea Puente. Después de varios matrimonios y varios hijos a los que entregaba en adopción, fue arrestada en 1960 por posesión y gestión de un burdel y sentenciada a 90 días en la cárcel de Sacramento. Poco después de su liberación fue arrestada de nuevo, esta vez por vagancia. A partir de ahí comenzó su carrera criminal. El medio era propicio pues encontró trabajo como ayudante de enfermera al cuidado de personas discapacitadas en sus casas. En poco tiempo comenzó a gestionar sus pensiones. Eso le permitió alquilar o comprar una casa de 16 habitaciones en Sacramento. Allí, daba cobijo a personas sin hogar y marginados de la zona a los que robaba las pensiones aportadas por los servicios sociales. Acusada de robo, en 1982, fue condenada a cinco años de cárcel, de los que solo cumplió tres.. Allí mantuvo correspondencia con un admirador que la esperó hasta que salió en libertad. Contrajeron matrimonio y a los pocos meses el hombre ya estaba muerto, en el fondo de un río y ella cobrando su pensión de jubilado. Alquiló una casa tomando a 40 inquilinos proporcionados por los servicios sociales. Cuando los huéspedes desaparecían nadie preguntaba nada. Hasta que uno de ellos, alcohólico, al que le hizo cavar una fosa en el sótano, desapareció y la policía comenzó a investigar y vieron la tierra removida y se encontraron siete cuerpos. La condenaron a dos cadenas perpetuas. El modus operandi: les daba una pastilla para dormir, luego los asfixiaba.
El síndrome de Munchausen ha sido motivo de algunos asesinatos en serie. Se suceden las muertes y nadie sospecha porque, en su mayoría, ocurren en centros hospitalarios. Es un trastorno grave de la personalidad caracterizado porque la persona que lo sufre necesita buscar atención médica innecesaria para sí misma o para otra persona. Poseen un largo historial médico con numerosos ingresos. Son mentirosos, impostores y si en un centro asistencial sospechan, se van a otro.
Para terminar diremos que, en las mujeres criminales o asesinas en serie, es muy importante considerar el desarrollo de su infancia, porque es ahí donde comienza a forjarse la frustración que da lugar a la agresividad, a la falta de responsabilidad y a la carencia de remordimientos que las acompañará toda su vida.
Bibliografía
farmacéutica, criminóloga y escritora autora de:
Crímenes Pasionales en Madrid
Influencia del síndrome premenstrual en la criminalidad femenina
Envenenadoras
Hasta que la muerte os separe
Víctimas de la justicia
Sirvientas asesinas
El hombre del saco ya no es un extraño