A medida que se aproxima la Navidad debemos dar gracias al dios que no existe y celebrarla gastando dinero que no tenemos, comprando regalos que realmente no necesitamos regalar, sentirnos incómodos con las cosas que nos regalan y que no vamos a usar y comer y beber en exceso. Esto debería impulsarnos a hacernos auto-promesas de que vamos a comenzar a hacer dieta, apuntarnos a un gimnasio en el nuevo año que no vamos a utilizar, y después intentar hacer una serie de estúpidas dietas que nos venden en un esfuerzo por desafiar los simbolismos de la edad y aumentar nuestro atractivo sexual. Este año queremos ser amados más que amar. A medida que regresamos a nuestras casas en vuelos con precios desorbitados para que las aerolíneas puedan engordar sus balances durante las festividades, de repente todo parece hogareño y cómodo. El árbol de Navidad, la copa de vino, las conversaciones mundanas pero excéntricas y repetitivas con los padres, el lindo cachorro en la esquina que es la nueva adición a la familia porque el anterior murió atropellado, ahhhh. Encendemos el televisor, que transmite programación de basura, para obtener una dosis de ese mundo acogedor donde personajes plásticos como Raphael empiezan a cantar para hacer que nuestros corazones se regocijen y abracen el “espíritu navideño”, lo que quiera que eso signifique. El mundo es bueno, el mundo es bueno otra vez. ¡Que vengan los buenos tiempos!
Es un momento para que nos olvidemos de la perdición inminente que se avista en el horizonte en el 2017, bautizada con la presidencia de Donald J. Trump. “¡Joder!, ¿Te lo puedes creer?”. “Sí, puedo”, le digo a la gente. La política está tan desnuda y ausente en estos momentos que un hombre que dice que “agarra a las mujeres por sus genitales” va a liderar el país. Y hemos sido nosotros quien le hemos votado. ¡Oh, cómo se equivocaron los liberales de izquierda al pensar que la misoginia y la vulgaridad pueril de Trump le iban a costar las elecciones! ¡Oh, cómo se equivocaron las feministas al pensar que Clinton iba a conquistar el voto femenino y el de las minorías étnicas! La clase obrera, cansada, confundida y enfadada, votó por el cambio aunque eso los arruine en el corto plazo. El lento suicidio de las políticas de izquierda en los últimos 20 años significa que esto no puede sino empeorar de ahora en adelante.
Sí, el 2016 será un año para olvidar, pero eso no quiere decir que el 2017 nos traiga mejores perspectivas. Esperándonos, cual resaca navideña, está elnuevo nacionalismo y populismo en Europa, América del Norte y desde el Pacífico hasta Filipinas, Tailandia, China e India, quehablan de un retroceso de las identidades internacionales y las ideas progresivas. Se van a instalar políticas de inmigración cada vez más agresivas que buscan cerrar la puerta a los refugiados, usándolos como chivos expiatorios, y defender la relativa estabilidad y privilegios de estos países en medio de nuevas formas de caos y migración generados por el severo cambio climático. Detrás de estos contratos sociales que se tambalean y condiciones ecológicas en fase terminal, está un grupo global formado por los que ostentan el poder y la riqueza. Y Trump todavía no ha comenzado a hacer de las suyas.Tanto los individuos como las instituciones corporativas globales, se van a identificar cada vez más como síntomas de un sistema global que funciona para el dinero y los que lo tienen, más que para las necesidades humanas. Bajo una plutocracia y regímenes políticos obedientes orientados al mercado, 2017 lo podemos marcar con una serie de indicadores de la ruptura de nuestras condiciones contemporáneas:
- La degradación del medio ambiente, el cambio climático, la contaminación oceánica, la salinización de las tierras y las migraciones emergentes fruto del éxodo hacia los centros urbanos y el norte global;
- El contraste en las ciudades entre una conspicua exhibición de construcciones e incentivos fiscales para los distritos de lujo y los súper ricos, y una creciente crisis habitacional y de vivienda en ciudades de todo el mundo;
- El incremento de personas sin hogar en los países más ricos del mundo sin contar, por supuesto, los países más pobres, con expulsiones y exclusiones de bienes y servicios básicos como la salud y la educación;
- Nuevos y redescubiertos fundamentalismos étnicos y religiosos y negociaciones cada vez más hostiles entre los grupos sobre los modos de identidad y vestimenta;
- Medidas de austeridad que cierran bibliotecas, piscinas, clínicas de salud y acceso a la asistencia letrada, al tiempo que se elevan las tasas de matrícula en la educación y se hincha un sistema financiero dependiente de la deuda estudiantil;
- Una epidemia de angustia y estrés psicológico, forjada por una combinación de condiciones económicas y oportunidades de trabajo precarias, las tecnologías de pantalla y unos guiones sociales cambiantes y erosionados o medicados por los opioides y otras adicciones.
Todos estos ejemplos indican una ruptura de lo social, lo político, lo económico y lo ambiental. El orden global surgido tras la Segunda Guerra Mundial se ha estado muriendo desde hace mucho tiempo, pero ahora también lo hace el orden neoliberal global que lo había reemplazado parcialmente, asediado desde dentro por sus propias contradicciones y crisis, y desde fuera por voces cada vez más vocales que piden reforma o un cambio más revolucionario. Lo que surgirá de este contexto no está del todo claro, pero incluso dentro de este mundo en proceso de fragmentación, surgen una serie de movimientos progresistas, incluso utópicos, y luchas – desde los estudiantes en Santiago luchando contra la privatización, hasta los indignados en España combatiendo el neoliberalismo en general; desde familias suecas abriendo las puertas de sus hogares a los mismos refugiados que otras personas en Suecia están tratando de evitar, a los activistas liberales que luchan por salarios dignos; desde los Papeles de Panamá, a un creciente movimiento de estudiantes que se niegan a pagar préstamos estudiantiles depredadores; desde un vigoroso movimiento climático global, hasta la lucha más local por mantener abiertas las piscinas públicas – todos atravesados por la fuerza perturbadora pero también liberadora de las nuevas tecnologías y las ideologías aún imperantes del fundamentalismo mercantilista.
Cualesquiera que sean los placeres y compensaciones de la vida, el trauma y la pérdida ahora permean el ser de la mayoría social del planeta. Nuevas encuestas sobre nuestro mundo ofrecen perspectivas espantosas sobre las condiciones en las entrañas de la vida social, pero hacen poco por iluminar cómo están vinculados a las vidas y demandas de aquellos que se encuentran en la cima. A medida que los males de la migración forzada e inducida, los recortes de la austeridad, los patrones de trabajo cada vez más precarios y cambiantes, la mortalidad prematura, el hambre y la metastatización de las condiciones de vida en los barrios marginales se infiltran lentamente en la conciencia incluso de los que se encuentran en una posición relativamente cómoda, es de vital importancia comprender cómo estos problemas están vinculados a la inacción política y la intransigencia, el exceso corporativo y la evasión fiscal, las demandas y los excesos de los súper ricos y la desidia benigna de los grupos de clase media. Cuando los derechos humanos se borran, las dignidades se erosionan y el potencial humano se detiene, los proyectos nacionales basados en ideas de convivencia social y recursos comunes también se resquebrajan. Es crítico en este relato el hecho de que la privacidad y el exceso de los ricos y de las élites pueden ser protegidos de los llamados hacia una mayor igualdad y esfuerzos redistributivos, por lo tanto es necesario emplear llamadas y formas de acción más enérgicas como método para generar un cambio progresivo. Aquí, las comunidades cerradas, las exenciones fiscales, los paraísos fiscales, las fuerzas de seguridad privadas, los guardias y las casas fortaleza, no permiten avistar la angustia social y las consecuencias de las reformas del mercado, el cambio climático y otras desigualdades.
En el plano internacional, los bloques regionales se han convertido en el lugar de discusiones ansiosas acerca de cómo una marea de miseria humana supuestamente generada por los problemas en lugares lejanos, son en realidad generados por una incorporación desigual en el sistema económico global (para los cuales la receta de las élites dominantes es todavía más “libre comercio”, que induce y se alimenta de esta desigualdad) o más directamente por las opciones de política exterior de los regímenes políticos vigentes y pasados (que todavía están arraigados a una “ realpolitik” desacreditada desde ya hace mucho tiempo). Tenemos que enfrentar los hechos y dejar a un lado el “optimismo obligatorio” porque la brutal realidad es que ahora vivimos en un mundo que está más allá del cambio que el político de turno pueda prometer, y uno en el que cada día se busca distraernos de nuestra propia perdición. Pero no importa, ¡la Navidad ya está aquí!La pregunta, por lo tanto, no es si vamos a caer, sino cuándo y cuán duro, a medida que nos acercamos al principio del fin. Y en el 2017 nos acercamos a ese precipicio a pasos agigantados.
Investigador, escritor y academico interdisciplinario que practica la etnografía para estudiar problemas sociales. Ha escrito Deviance and Risk on holiday: An ethnography of British tourists in Ibiza (2013 Palgrave MacMillan) y Crack Cocaine Users: High Society and Low Life in South London (2012 Routledge). También es el editor de The English Riots of 2011: A Summer of Discontent (2012 Waterside Press) y La Criminología Del Hoy y Del Mañana (2016 Dykinson), y ha sido co-autor en las obras de The consequences of mobility: Reflexivity, social inequality and the reproduction of precariousness in highly qualified migration (2016 Palgrave MacMillan), Riots and Political Protest (2015 Routledge), Culture and Immigration in Context (2014 Palgrave MacMillan) y Assessing the Use and Impact of Anti-Social Behaviour Orders (2007 Policy Press). Actualmente está escribiendo Drugs, Crime and Life in the City Shadows, un libro basado en una investigación etnográfica durante dos años en el mercado principal de droga en España sino también está analizando la crisis de los refugiados, el exceso de turistas británicas en el sur de Europa e investigando prostitución. Daniel trabaja y vive en Madrid.