Resumen
El concepto de Geronto-Criminología, que también podría haber definido como Criminología gerontológica o como Gerontología criminológica, surge como consecuencia de una búsqueda personal en el ámbito criminológico de respuestas relativas al delito contra las personas mayores que no encontraba en la Gerontología. El objetivo de este artículo es presentar este concepto y la pertinencia del mismo a partir de mi experiencia profesional como investigadora social. Mi intención es que este artículo sea la presentación “en sociedad” de un ámbito en el que continúo investigando para ir dando cuerpo a la Geronto-Criminología.
Artículo completo
Sin embargo, a pesar de que mi intención es que la presentación sea “breve y ligera”, soy consciente de que su lectura con los rigores del calor veraniego puede resultar una ardua tarea para quien se asome a estas líneas, y como mi afán es compartir mis inquietudes —lo importante es que el mensaje llegue— me tomo la libertad de presentar dos versiones, y que cada cual elija con cuál resuena más.
Versión para una noche mágica de verano…
Érase una vez dos disciplinas, Gerontología y Criminología, residentes en el Bosque de las Ciencias que, como muchas otras, vivían con filosofía de líneas paralelas: podían aparecer una junto a la otra pero no se tocaban. Sin embargo, un día, un duendecillo científico que llevaba años caminando por la línea de la Gerontología se sintió necesitado de nuevos conocimientos y decidió salirse del camino para explorar otras opciones. Encontró una línea llamada Criminología, interesante y cautivadora, que comenzó a ofrecerle el conocimiento que tanto anhelaba. El duendecillo daba saltos de alegría de una línea a la otra: lo que conocía de una lo aplicaba en la otra. Así, saltito a saltito y por arte de magia, ambas líneas se acercaron, se dieron la mano y confluyeron en un espacio común: la Geronto-Criminología. Desde este “nuevo trocito de bosque” el duende indagó, preguntó, leyó… en definitiva: investigó, y logró interesantes resultados que le animaron a seguir compartiendo ambos conocimientos. Su alegría era tal que contagió a otros duendecillos y seres mágicos del Bosque, quienes decidieron sumarse a su “nuevo trocito de bosque”, y vivieron felices entre teorías, estadísticas, investigaciones, evaluaciones y demás apetitosos frutos de la Geronto-Criminología.
Versión para un día de verano (o de cualquier otra estación)…
Cómo surge el concepto
La Gerontología es una disciplina relativamente reciente, en comparación con otras ciencias, que ha ido consolidándose en los últimos años a un ritmo vertiginoso: ha generado una importante producción normativa y de recursos que se han ido adaptando a los cambios experimentados en este grupo de edad, cada vez más longevo y con estilos de vida más diferenciados dentro del mismo. Por citar cambios concretos, hace casi veinte años, sólo se consideraba un grupo de personas mayores (quienes tenían 65 y más años) y a quienes nos incorporábamos a esta disciplina nos motivaba su futuro prometedor. La atención a estas personas se centraba básicamente en el ámbito de las necesidades que Maslow califica como básicas (higiene, alimentación, etc.) y la filosofía que lo acompañaba era “que estas personas estuvieran atendidas” sin resultar tan relevante “cómo eran atendidas” —lo que no significa que no estuvieran bien atendidas, sino, simplemente, que no era tan relevante—.
Pero los cambios demográficos y socioeconómicos han modificado este fenómeno hasta el punto, por ejemplo, de que actualmente estas personas ya se clasifican en dos grupos sociológicamente diferentes: la tercera edad (de 65 a 84 años) y la cuarta edad (de 85 años en adelante). Asimismo, se ha convertido en uno de los colectivos prioritarios para las instituciones —también para los partidos políticos en campaña electoral— y el sector privado orientado a su atención en uno de los más productivos a nivel económico. Además, el modo en que se atiende a estas personas ha ido adquiriendo relevancia, siendo cada vez más importante la cuestión de los derechos de estas personas, especialmente el relativo al “buen trato”.
En el plano científico, que es el que nos ocupa, el interés por el cumplimiento de este derecho se ha centrado fundamentalmente en el análisis del maltrato intrafamiliar contra las personas mayores. La investigación gerontológica sobre este fenómeno se realiza en colaboración con disciplinas sociales (sociología, psicología, trabajo social, antropología…) y médicas pero, a pesar de que el maltrato es un tipo de delito, no ha existido en esta disciplina gerontológica una presencia habitual del aporte criminológico (ni en los Congresos, ni en las asociaciones, ni en los equipos de investigación…). Ha sido precisamente esta ausencia y la necesidad de complementar mis conocimientos —como socióloga y gerontóloga me faltaba la explicación criminológica del fenómeno— la que me ha llevado a formarme en este nuevo ámbito, primero de manera autodidacta y, después, de manera oficial, con un Máster en Análisis y Prevención del Crimen.
En el ámbito de la Criminología, he observado que la presencia de las personas mayores como objeto de estudio no resulta muy frecuente. En el ámbito de la victimología, por ejemplo, el interés por este colectivo ha sido posterior a otras víctimas de delitos similares como son las mujeres o los menores de edad. Por otra parte, los estudios relativos a estas personas mayores se han centrado mayoritariamente en el ámbito del maltrato intrafamiliar, porque, posiblemente y como sucede con los fenómenos sociales, tienen prioridad aquellos fenómenos que generan más “ruido social” y, en el amplio abanico de delitos cometidos contra estas personas, estos adquieren una relevancia especial. Sin embargo, las estadísticas de victimización y diferentes investigaciones que he consultado —incluso los datos de una investigación que he realizado al respecto— señalan la necesidad de estudiar específicamente a este grupo de edad como víctimas: además de presentar características victimológicas singulares que las diferencian de otros grupos de edad, los porcentajes de victimización están aumentando en los últimos años.
En definitiva, llegados a este punto, me planteo la necesidad de compartir el conocimiento de cada ciencia en el análisis del delito contra las personas mayores: la Gerontología se enriquecería con el aporte criminológico (teorías, conceptos como factores de riesgo y protección, etc.) y la Criminología con el saber gerontológico (características y estilos de vida singulares de estas personas y su influencia, por ejemplo, en los procesos de victimización).
Para nombrar este espacio de conocimiento compartido opté por el concepto de Geronto-Criminología. No obstante, —por prudencia y rigor científico— hice una búsqueda para comprobar si este concepto o alguno similar ya se estaba desarrollando en alguna de las dos disciplinas pero ésta resultó infructuosa, excepto por una breve reseña en Internet sobre este término realizado por una jueza de Brasil.
Qué estudiaría la Geronto-Criminología y cual sería su utilidad
Me parece interesante que el este nuevo ámbito estudie a las personas mayores tanto en su papel de víctimas como de delincuentes. De este modo, se estudiaría a este grupo de edad en toda su realidad criminológica, pues no sólo son víctimas de maltrato intrafamiliar, sino también de otro tipo de delitos y, obviamente, pueden también cometerlos.
En el caso de las personas mayores como víctimas podría analizarse la implicación que pueden tener los nuevos estilos de vida en su riesgo de victimización, por ejemplo, en el caso de los ciberdelitos, pues cada vez hay más personas mayores usuarias de nuevas tecnologías. También sería interesante abordar la cuestión metodológica de las consultas a las víctimas: qué se pregunta y cómo a estas personas, especialmente en relación con las posibles limitaciones de comunicación propias del envejecimiento, frecuentemente asociadas a los casos de maltrato intrafamiliar. Otros temas de interés podrían ser los relativos al miedo al delito o la prevención, sobre los que he ya tenido oportunidad de realizar una investigación de campo. El análisis de estos y otros temas tendría una finalidad eminentemente práctica, orientada, por ejemplo, a disminuir las tasas de victimización o a elaborar planes de prevención, tanto para que las propias personas mayores se autoprotegan como para que los guardianes, en términos de la teoría de las actividades cotidianas, sepan cómo protegerlas.
En el caso de las personas mayores como delincuentes podrían analizarse, por ejemplo, aspectos relativos a sus trayectorias vitales y delictivas o las posibles necesidades específicas que surgan en su relación con los sistemas penitenciario y judicial. En este caso, las investigaciones al respecto podrían ser útiles en el ámbito de la reinserción o en la respuesta penitenciaria y judicial, diseñando, si fuera el caso, políticas o recursos específicos. Incluso —y aunque soy consciente de que esta idea puede resultar controvertida—, visibilizar la figura de las personas mayores como delincuentes permitiría desligar a éstas del estereotipo de seres débiles e indefensos que únicamente puede asumir el rol de víctimas.
Y ahora qué…
En definitiva, considero que resulta necesario continuar profundizando en el análisis de este doble fenómeno (personas mayores como víctimas y como delincuentes) desde la singularidad de este colectivo, combinando, para ello, los conocimientos de ambas ciencias (Gerontología y Criminología) en un espacio común y con una finalidad práctica. Yo, por mi parte, seguiré investigando al respecto, como el duende, con la ilusión de compartir y comunicar lo que vaya aprendiendo por este nuevo camino.