Resumen
Que existe un descontento generalizado y una sensación de que no hay justicia es algo que no deja lugar a dudas.
A esto contribuye entre otras cosas, los claros casos de corrupción y cómo parece que el rico que roba, es menos castigado por la ley que el resto de los ciudadanos de a pie, que delinquen ante situaciones más penosas y perjudiciales. Se diría que quién ha hecho la ley, ha hecho la trampa
El problema surge con la idea de justicia ¿qué es justicia o que significa para cada uno de nosotros hacer justicia?
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Para mi, sin duda, desde un punto de vista restaurativo, la Justicia no debiera ser igual para todos, sino que la justicia debería consistir en dar a cada uno lo que se merece.
Y así por ejemplo, se tendría en cuenta cada caso concreto y las circunstancias personales y sociales de cada persona y en la justicia penal, del infractor y de la víctima para decidir el castigo y la sanción penal, si es declarado culpable.
De esta forma, el que aprovecha su posición o cargo para enriquecerse a costa de la sociedad, debería tener más castigo por su peligrosidad moral y su consciente desprecio del ciudadano.
Partiendo de estas premisas, y si me centro en la Justicia Penal, la Justicia Restaurativa se revelaría como una justicia más justa y no precisamente porque sea más punitiva sino porque tiene en cuenta las necesidades de las víctimas y valora el comportamiento del infractor tras el delito.
Las víctimas cuando reclaman penas más duras, lo hacen en un intento de sentirse escuchadas y comprendidas pero lo cierto es que una vez que el juicio ha acabado, cualquier condena por dura que sea para el infractor, puede resultar y de hecho, así es, del todo insuficiente
La víctima para sentir que se ha hecho justicia necesita saber que alguien se hace responsable por el daño sufrido. A veces hemos oído decir a alguna de ellas ¿me gustaría que sufrieran lo mismo que he sufrido yo?
Con estas palabras, muchos ven sentimientos de venganza y de querer penas ejemplarizantes, sin embargo el trasfondo es otro: las víctimas reclaman la responsabilización del delincuente por el delito y que en un acto de empatía se pongan, aunque sea por un segundo en su lugar. Reclaman que de verdad se den cuenta que han causado un daño a otro ser humano y de la misma manera también desearían que la sociedad en su conjunto pudieran ponerse en su lugar, para así sentirse más comprendidas, respetadas y escuchadas.
Para muchas personas que han sufrido un delito, esto sería la justicia al menos cubriría, parte de sus expectativas y sin duda, la Justicia Restaurativa y sus herramientas se acerca bastante.
Sin embargo, lo más difícil de conseguir es que el infractor se haga responsable y asuma que el delito no pasó porque si, sino que él provocó que pasara. La Justicia tradicional le da toda clase de herramientas para negar, mentir y justificarse. Y si hablamos de delincuentes, mal llamados, de guante blanco, las herramientas son mayores porque precisamente todo el dinero y el poder que han utilizado para delinquir, lo van a usar para conseguir abogados que dilaten el curso de la justicia y usen todos los subterfugios legales a su favor.
Lo primero que se debería valorar a la hora de sancionar un delito es la responsabilización y el grado de rendición de cuentas del infractor y en consonancia, en qué medida quiere reparar o compensar el daño que causó a las víctimas directas e indirectas porque es obligación del que hace algo mal, hacer lo posible para “poner las cosas bien” Los procesos restaurativos pueden favorecer que el infractor asuma los hechos y se haga responsable pero aquí es cuando debemos “jugar” con sentimientos que surgen en algunos infractores : vergüenza y culpabilidad.
Curiosamente son sentimientos que también pueden aparecer en las víctimas pero hoy me ocupare del infractor. Estos sentimientos suelen ir unidos pero en muchas ocasiones la prevalencia de uno sobre el otro, limita la asunción del daño que ha cometido con el delito.
La vergüenza implica una sensación dolorosa dirigida al yo. Los infractores se sienten señalados y estigmatizados por ir a la cárcel o simplemente por ser juzgados como delincuentes. Esta vergüenza se traduce en una respuesta defensiva; negación rotunda de la responsabilidad y necesidad de culpar a los demás. La vergüenza les impide reconocer el delito y trasladan el daño a los demás, ellos se sienten víctimas del sistema y de la sociedad. Esto es lo que consigue en muchas ocasiones la justicia tradicional y además les hace perder la conciencia de la realidad de lo sucedido.
Por eso, la Justicia Restaurativa tiene como objetivo conseguir que el infractor se responsabilice y como consecuencia de esto vea que la reparación del daño a la víctima y/o comunidad es algo lógico, y normal propio de cualquier persona que sabe que ha hecho algo mal.Se debe fomentar el sentimiento de culpabilidad pero no para que se incorpore en ellos como una pesada losa, sino porque esto implica un sentimiento de responsabilidad y remordimiento por el delito. Esta culpabilidad conlleva dos aspectos básicos para la Justicia Restaurativa y que así hacen sentir a la víctima y a la comunidad que se ha hecho justicia: “la asunción de responsabilidad y debido a esto, el querer reparar el daño causado”
Si estas dos premisas fallan, a pesar de que el infractor es clamorosamente culpable de los delitos por los que se le acusan, por supuesto que la sanción debiera ser más dura que aquellos que han reconocido el hecho y se han comprometido a hacer las cosas bien porque simplemente es lo justo y sin esperar beneficios jurídicos a cambio.
Por eso, aquellos que ven la Justicia Restaurativa como una simple alternativa a la justicia y para agilizar los juzgados, es un peligro y un error. En delitos muy leves con escasa peligrosidad moral y social y poca repercusión en la sociedad, puede hablarse de alternativa. Pero sin duda, en delitos más graves, tanto para el daño material como el moral, la Justicia Restaurativa es un complemento al sistema penal tradicional, que favorece que se haga una “justicia real”, humana y adecuada a las necesidades de los afectados y al grado de remordimiento del delincuente.
Se trata de ofrecer al infractor una oportunidad de hacer las cosas bien, asumiendo los hechos pasados, pero mirando al futuro de forma diferente y siempre atendiendo las necesidades de los dañados por el hecho delictivo.
Bibliografía
Follow @VirginiaDomingo (Burgos, 17 de mayo 1975)
Soy periodista frustrada, estudié derecho, por defecto y a pesar de todo, me gustó. Fui durante más de ocho años Juez Sustituta, lo que me hizo ver la realidad de la justicia y su falta de humanidad, así llegué en el 2004 a la Justicia Restaurativa. Actualmente soy la coordinadora del Servicio de Mediación Penal de Castilla y León (Burgos) y presidenta del Instituto de Justicia Restaurativa-Amepax ( la entidad que proporciona este servicio). Soy experta y consultora internacional en Justicia Restaurativa. Mediadora Penal y Presidenta de la Sociedad Cientifica de Justicia Restaurativa. Miembro del Comité de investigación del Foro Europeo de Justicia Restaurativa, participo regularmente en las reuniones de este Foro y he ofrecido varias charlas a nivel internacional, asimismo he realizado diversos trabajos de investigación sobre Justicia Restaurativa y mediación en materia penal. Y sigo luchando porque se regule la Justicia Restaurativa como un derecho más para las victimas de cualquier delito con independencia del lugar donde lo sufran.