Tabla de contenidos
1. Resumen
El debate sobre la homofobia y la LGTBfobia en los cuerpos policiales viene de lejos. La tardía incorporación de la mujer a los cuerpos policiales y de seguridad pública es el fruto de unos valores de masculinidad muy latentes dentro del cuerpo, centrados en el concepto de fuerza bruta. En este artículo se explora, partiendo de los últimos acontecimientos acaecidos en la Policía Local de Palma de Mallorca, donde han salido a la luz diversas denuncias por LGTBfobia, hasta qué punto la discriminación de colectivos minoritarios en el sector policial sigue estando presente.
Palabras clave: homofobia, identidad policial, LGTBfobia, minorías, discriminación
Introducción
Recientemente el debate de la homofobia en los cuerpos policiales ha vuelto a surgir a raíz de la petición de la asociación Ben Amics -organización que agrupa al colectivo de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGTBI)- de que desde el Ayuntamiento de Palma se investigaran los casos de presunta homofobia ejercidos por parte de un agente de la Policía Local de Palma (Diario de Mallorca, 2016a ). A ello se unía días más tarde la denuncia de una agente de la Policía Local de Palma, que afirma haber sufrido un trato vejatorio por parte de dos compañeros suyos entre 2007 y 2009 por su condición de lesbiana 1 (Diario de Mallorca, 2016b ) y diferentes denuncias ciudadanas reportando tratos humillantes por parte de los cuerpos policiales de Palma a raíz de su orientación, prácticas que por otra parte se habrían realizado con regularidad en los últimos años (Diario de Mallorca, 2016c ; Diario de Mallorca, 2016d ). Esta concatenación originó una campaña por parte de la propia Policía Local de Palma que instaba a luchar contra la homofobia (Ultima Hora, 2016 ), una campaña que otrora ha sido tachada de poco creíble.
Sea como fuere, este tipo de incidentes no se pueden considerar como algo nuevo o excepcional, y en los últimos años se han reportado actuaciones policiales homófobas alrededor de España (El Progreso, 2010 ; La información, 2016 ). Asociaciones como Acrópoli consideran que existe miedo por parte del colectivo LGTBI a “denunciar frente a la policía” porque “carece de formación al no saber manejar el tema e incluso al no saber identificarlo” (Arranz, 2015 ).
También en el ámbito militar han sido varias las voces que desde dentro y fuera del cuerpo han denunciado la discriminación que sufre el colectivo LGTBI (Ortega, 2014 ). Una de las voces recientes es la de Patricia Campos, primera y única mujer en convertirse en piloto de reactor en la Armada, y que afirma en su autobiografía que “Mi corazón siempre será de piloto militar, pero lo he dejado por ser lesbiana”, condición sexual que nunca desveló en el Ejército por miedo a represalias, si bien la simple condición de mujer ya era ápice suficiente para sufrir el menoscabo de sus compañeros (20 Minutos, 2016 ). Según la opinión de Patricia “el Ejército vive en un mundo completamente paralelo al resto de la sociedad”. También resulta conocido el caso de Alberto Linero, quien en 2010 denunció haber sido expulsado del Ejército del Aire “tras dos años de amenazas, abusos y proposiciones dentro del Ejército” (Público, 2015). Es importante entender que la admisión “oficial” de la homosexualidad en el Ejército, a pesar de permitirse desde 1986, no salió a la luz hasta que José María Sánchez Silva, por aquel entonces Teniente Coronel del Cuerpo Jurídico de las Fuerzas Armadas, anunciara su condición sexual en la revista Zero hace ahora 16 años (Villena, 2000 ). Sin embargo, a pesar de ese precedente, la ley del silencio sigue imperando. Según David Thovar, Cabo retirado del Ejército de Tierra “No hay ninguna regla que no te permita decirlo, pero tú sabes que si lo dices puedes tener muchos problemas” (Del Castillo, 2015 ). Ello ha llevado a que en España algunos partidos políticos hayan incluido en sus programas electorales la lucha contra la homofobia en el Ejército (Ragap, 2015 ).
2. ¿Qué sabemos sobre la LGTBFOBIA en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado?
Pues a nivel cuantitativo, más bien es poca la información existente. Es precisamente ese silencio imperante en torno a la orientación sexual que lo poco que se puede saber se da a través de testimonios muy concretos como los expuestos anteriormente.
Así mismo, si atendemos a la concepción histórica de la profesión policial, nos encontramos ante un sector eminentemente masculino (Britton, 1990 ). A ello debemos sumar que hasta 1973 la homosexualidad seguía siendo considerada una enfermedad mental por parte de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos (Homosexualidad en los Estados Unidos, s.f .), y en buena parte de los países occidentales era perseguida policialmente (Bernstein y Kostelac, 2002 ). No debe extrañarnos entonces que, teniendo en cuenta que no están tan lejos los años en los que se ejercía legítimamente el uso de la fuerza por la condición sexual de las personas en algunos de los países más avanzados en cuanto a derechos del colectivo LGTBI se refiere, que la tradición “hetero” y de valores “masculinizadores” siga estando todavía muy presente. No debemos olvidar que la homosexualidad se sigue castigando con pena de muerte en hasta 7 países en la actualidad (ABC, 2012 ).
Según Leinen (1993) son todavía un grueso importante de policías los que cuestionan las capacidades de lesbianas y gays en el ámbito policial, ya que, según su perspectiva, su presencia pone en riesgo la unidad y la cohesión del cuerpo. En un sentido más general, Köegel menciona que la percepción de que el colectivo LGTBI recibe un trato de favor de las instituciones 2 es también un condicionante negativo (1996).
3. La homofobia como respuesta a la amenaza a la «identidad policial»
Una de las propuestas más interesantes para entender el tabú de la orientación sexual en los cuerpos de seguridad del estado es la que hace Bernstein (2004). Según su visión, la respuesta policial hostil al colectivo LGTBI obedece a la puesta en riesgo de la identidad policial, una identidad claramente adherida a las normas de hipermasculinidad 4. Así, todos aquellos aspectos que puedan atentar contra ese estatus del colectivo policial serán considerados una amenaza. Si nos basamos en los estereotipos de gay (afeminado) y de mujer (más flojas física y emocionalmente), si se les permite ejercer dentro del cuerpo policial se están poniendo en riesgo los valores de masculinidad con los que se identifica el cuerpo. Para contrastar dicha postura, Bernstein realizó un total de 393 encuestas a policías de un departamento sin identificar (apodado como Saguaro), que contestaron voluntariamente una serie de preguntas sobre ambiente laboral. A través de ellas pudo comprobar la existencia de una relación significativa entre los estereotipos y la concepción de grupo existente, y la homofobia. Lo que podemos observar es que no se trataría tanto de un ataque indiscriminado contra el colectivo LGTBI, sino más bien un efecto colateral que surge de la defensa de la identidad grupal hipermasculina. Se trata, en realidad, de una lucha contra todo aquello que pueda calificarse según los estereotipos como femenino. No debe extrañarnos, por ejemplo, que cuestiones como el suicidio o la depresión sean un tema tabú (Servera, 2012a ), ya que responderían a esa serie de rasgos femeninos que ningún macho alfa puede permitirse. La depresión es solo un asunto de débiles.
4. El estatus del colectivo LGTBI en los cuerpos policiales en la actualidad
Si bien como ya hemos indicado anteriormente resulta complejo arrojar algo de luz al problema de la discriminación LGTBI en los cuerpos policiales debido al cripticismo a la hora de responder públicamente a cualquier asunto que les concierna o que implique una evaluación de su labor, son algunos los estudios que en los últimos años han permitido conocer con más detalle en qué situación se encuentran actualmente los agentes policiales dentro del cuerpo.
Un estudio elaborado por Leinen (1993) a policías gays de Nueva York mostraba cómo la mayor parte de ellos optaba por mantener en secreto su orientación sexual. El motivo principal eran los constantes comentarios y acciones homófobas. Entre otras, los participantes describieron comentarios ofensivos sobre los homosexuales, insinuaciones, agresiones físicas e incluso denegaciones de servicio. Un comportamiento que se extiende incluso entre aquellos agentes que no tienen un comportamiento manifiestamente antigay, pero que se reproduce para entrar en consonancia con los valores generales del grupo.
Según Myers et al (2004) los agentes gays y lesbianas tienen la percepción de tener que trabajar aún más duro que los demás, ya que no solo tienen que demostrar que son buenos agentes, sino que tienen que luchar por demostrar que los estereotipos heteropatriarcales en el ejercicio de la función policial son erróneos (Millers y Lilley, 2014 ). En este sentido y para entender mejor la dimensión de esa lucha, es interesante conocer los datos arrojados por el estudio elaborado por Lyons, DeValve y Garner ( 2008), que en una encuesta a oficiales de policía de Texas encontraron que:
- Un 48% de los encuestados afirmaron que tendrían problemas si tuvieran que trabajar con un hombre gay.
- Un 62% consideran la homosexualidad una “bajeza moral”
- Un 56% considera la homosexualidad como una perversión.
Uno de los mayores problemas que debe afrontar el colectivo de policías LGTBI es, además de las vejaciones y humillaciones a las que se puedan ver sometidos, el resentimiento por parte de miembros del cuerpo que adoptan un discurso inverso: creen que son ellos, los blancos machos-alfa, los que sufren discriminación en el acceso a promociones internas y a mandos superiores por el mero hecho de ser heterosexuales (Belkin y McNichol, 2002 ). De hecho, según un estudio elaborado por Miller et al. ( 2003):
- La mitad de agentes de policía encuestados creían que ser abiertamente gay o lesbiana podía tener efectos negativos en el acceso a promociones internas.
- Tan solo ⅓ de ellos consideraban necesario aumentar las oportunidades de mejora profesional del colectivo LGTBI.
- Una parte de los encuestados consideraba que las oportunidades de promocionar solo debían ser similares a las de los heterosexuales en los casos en los que el agente se hubiera manifestado como abiertamente gay, de cara a evitar presiones públicas por parte de las asociaciones en defensa del colectivo LGTBI.
Ese recelo hace que buena parte de los agentes gays y lesbianas se vean excluidos de los círculos sociales creados en el lugar de trabajo, y tenga la sensación de ser outsiders.Según Colvin (2012) un 51% de los agentes norteamericanos del colectivo LGTB afirmaron haberse sentido solos en alguna ocasión.
Por suerte, no todo es desierto en los avances del colectivo LGTBI en los cuerpos policiales. Aunque todavía se pueda considerar como una revolución lenta y dura, son varios los estudios que constatan una mayor tolerancia en la nueva generación de policía que entran a formar parte de los diferentes cuerpos, constatándose diversidad de casos en los que los compañeros han mostrado una reacción positiva e integradora cuando un agente ha expresado su orientación sexual (Belkin y McNichol, 2002 ; Sklansky, 2006 ). Tampoco debe olvidarse que la integración de colectivos hasta ahora minoritarios en los cuerpos policiales están siendo capaces de mejorar la conexión entre policía y comunidad, diluyendo esa dicotomía ellos-nosotros tan latente dentro del cuerpo (Sklansky, 2006 ). No olvidemos que la confianza del colectivo LGTBI queda todavía lejos de ser la más óptima, considerando que en más de una ocasión y principalmente en lo que concierne a los delitos de odio, la respuesta policial no ha sido siempre la más adecuada ( Wolff y Cokely, 2007 ).
5. Conclusiones
Las limitaciones existentes a la hora de abordar un tema tan delicado como la homofobia en los cuerpos de seguridad es tan solo uno más de los tabúes existentes a día de hoy dentro de las instituciones responsables de proteger al ciudadano. No podemos decir que la transparencia 5 haya sido algo de lo que pueda sacar pecho la institución policial (Servera, 2012b ) y ello repercute en la dificultad para comprender en profundidad los temas policiales desde un abordaje puramente empírico. Sea como fuere, los pocos estudios elaborados al respecto, en su mayor parte elaborados fuera de España, nos permiten ver un poco mejor la realidad del problema. Noticias como las introducidas al inicio del artículo probablemente sean apenas una pequeñisima parte de los incidentes homófobos que acaecen dentro del cuerpo, si bien como hemos podido ver ese rechazo va más allá de una lucha contra el colectivo LGTB, y se encuentra más cerca de la lucha por mantener los estereotipos heteropatriarcales 6 en el marco de algunas instituciones. Y aunque se vislumbren avances en la inclusión de colectivos minoritarios como profesionales del sector policial, la tradición del fuerte hombre blanco sigue teniendo todavía mucho peso.
6. Bibliografía
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1Al respecto de este caso, los agentes denunciados han solicitado un acto de conciliación como contraparte, afirmando que la agente «Miente al decir que su condición sexual se convierte en el objeto de vejaciones, insultos y burlas de manera habitual por parte de sus compañeros» (Mallorca Diario, 2016)
2No es extraño escuchar hablar con tono despreciativo de una suerte de lobby gay en algunos medios de ultraderecha (La Gaceta, 2016)
3En relación con el constructo de la Identidad Policial española, es de obligada lectura la investigación realizada por el Grupo de Investigación de alumnos de criminología de la Universidad Europea de Madrid, que se puede encontrar en Criminología y Justicia Refurbished #2 (2016)
4Una hipermasculinidad que parece además asistir a un repunte en diferentes esferas sociales (Pérez y Silva, 2016)
5Una transparencia que, por pura convicción del autor, contribuiría a mejorar no solo la labor policial sino que también mejoraría todavía más la convivencia y cohesión del cuerpo.
6Creemos que después de que varios autores hayan mencionado este concepto en los tres últimos números de la revista, el Coordinador Federal de Izquierda Unida Alberto Garzón debería suscribirse a Criminología y Justicia Refurbished.
Soy Licenciado en Criminología y Filosofía por la UAB. En 2011 fundé Criminología y Justicia, empresa dedicada a la divulgación de contenido de caracter criminólogico-jurídico que contó con la participación de más de 100 autores hasta su cierre en 2017. Durante ese tiempo se publicaron más de 1000 artículos que han recibido ya más de dos millones de visitas; se publicaron cerca de una treintena de libros, y también se organizaron diferentes eventos y congresos enfocados a divulgar la Criminología.
Ahora mi interés estriba en aplicar toda esa experiencia en el mundo de la divulgación científica a otros ámbitos dentro de la comunicación digital.