Resumen
Lo más normal que te puedes encontrar viendo el documental vespertino de La 2 es, por ejemplo, la representación de una familia africana en sus quehaceres dentro de su choza.
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Un día, tras una crecida del río del que beben, el agua se lleva su vivienda. Así, el resto de la tribu se pone a ayudar rápidamente en la reconstrucción con ramas y adobe, y la reconecta a las demás para que los miembros de esa comunidad continúen la vida. Que de eso se trata. Y con esas te quedas dormido, uno ve esos documentales con ese objetivo.
Pero este otro documental del que hablo alude a otra aldea y, viéndolo, te garantizo que no pegarías ojo. Porque esas cosas allí no pasan. Allí, a las personas que sufren una riada, en su casa o en sus vidas, que viene a ser lo mismo, lo llevan claro: en esta otra paupérrima aldea cuando el agua derribó algunas construcciones, varias familias fueron a pedir ayuda al jefe de la tribu. Éste les dijo que anotaran su nombre en la roca y que tras varios meses podrían ayudarle a que tuvieran otro resguardo. Atónitas, estas aldeanas no podían comprender que se les emplazara a una solución a tan largo plazo cuando, al ponerse el sol, necesitaban un lugar para que sus hijos pudieran cobijarse.
Para su suerte, encontraron unas chozas que habían levantado unos miembros de esa comunidad, que ya no estaban allí, y decidieron usarlas para protegerse. Pero allí lo que les llegó fue una tormenta o, mejor dicho, un tormento. Rompieron con los valores ancestrales de la tribu ya que no las habían construido ellas mismas: todo el enfado del jefe y del consejo de sabios tribal recayó sobre ellas como malditas por alguna extraña superstición.
Por estar allí les negaron el alimento de la caza, los caminos del poblado no llegarían hasta las puertas de sus casas y quedarían aisladas sin poder acudir a por agua al río. El resto de los aldeanos las culparon de su desdicha y las castigaron por traer el mal y enfadar al jefe. Se les prohibió asistir a los consejos de aldeanos quedando desamparadas y con la incertidumbre de poder ser devoradas por animales salvajes.
Pero el resto de aldeanos no podía dormir con la conciencia tranquila. Era un dolor de cabeza para muchos de ellos. Esas familias, aun apartadas, generaban malestar e intranquilidad. El destierro parecía una solución. Entonces, el consejo, ante la insistencia del poblado, decidió actuar: o se iban de esas chozas o las echarían de allí.
Pero, ¿dónde ir?, ¡ya no había caminos, no tenían fuerzas, no habían conseguido provisiones, nadie les quería ayudar a construir una casa, el jefe no deseaba ni oír hablar de ellas…!
El consejo de sabios al ver que no se iban decidió condenarles al pago de 1 vasija de trigo, 9 de agua y varios animales. Ellas, evidentemente, no pudieron pagarlo porque sin las oportunidades del resto no podían apenas conseguir alimentos tan siquiera para sobrevivir.
¿Veis alguna similitud con la ocupación irregular de viviendas de nuestros días, los desalojos y las soluciones sociales o penales actuales, como el delito de usurpación o la pena de prisión por impago de multa? Esto, en realidad, no es un documental. Es un enfoque antropológico basado en el fenómeno de las "corralas" de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz.
En la aldea del documental el paso siguiente para esas aldeanas sería sacarlas a la fuerza por orden de uno de los “sabios mayores”, encargar a unos “guerreros” llevarlas a otra “choza”, ésta sí, construida por todos, pero de castigo, donde quedarían encerradas por “violentar” los valores del grupo. Y los hijos, miembros del poblado y futuros guerreros, pasarían a ser separados de las madres y cuidados por otras familias repudiantes de esa misma tribu.
Las lágrimas de esos niños como caldo de cultivo para la venganza tribal es ya historia para otro “cuento”.
Dedicado a los que compartimos algunos momentos con aquellas personas vulnerables, y a ellas mismas, que continúan sufriendo los efectos de una “aldea criminal”.