Resumen
"Se ha hecho justicia". Con estas palabras, el Presidente de Estados Unidos Barak Obama anunció al mundo entero en una comparecencia por televisión que Osama Bin Laden, el terrorista más buscado del mundo, el inductor del tremendo atentado del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York y Wasingthon, el líder de la organización terrorista yihadista Al Qaeda, había muerto abatido a tiros por un comando del cuerpo de operaciones especiales de CIA en Pakistán.
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Todo el mundo se ha alegrado de la noticia. En Estados Unidos, la gente se echó a la calle para festejar la muerte de su enemigo número uno. Los partidos de la liga de beisbol se interrumpieron para comunicar la "break news" a jugadores y público que, tras conocer la buena nueva, se abrazaron alborozados. Los Gobiernos de todo el mundo emitieron comunicados para transmitir la satisfacción que les producía la noticia. Todos los principales períodicos del mundo aplaudieron la muerte de Bin Laden.
Ya sé que lo que voy a decir quizá no sea lo políticamente correcto dadas las circunstancias, pero yo no escribo esta modesta columna para caer simpático. Lo hago para dar mi opinión. Y la verdad es que no me he alegrado de la muerte de este individuo así como tampoco creo que se haya hecho justicia.
No me alegro de la muerte de Osama Bin Laden porque, por más que me esfuerce, no me puedo alegrar por la muerte de ninguna persona. Bin Laden era un terrible y despreciable asesino terrorista. Era responsable de la muerte de miles de personas, víctimas de sus atentados en Nueva York, Wasingthon, Kenia, Tanzania, Madrid, Londres, etc. Era además un líder carismático entre sus fanáticos seguidores por lo que su desaparación debe resentir sobremanera a la organización Al Qaeda. Todo esto es cierto pero yo no me alegro de que haya muerto y mucho menos podría salir a la calle ni brindar con champagne para festejar la muerte de ninguna persona. Todo lo más positivo que me puede hacer sentir esta noticia es tranquilidad porque no cabe la menor duda de que el mundo sin Bin Laden será más tranquilo. El Derecho Penal y la Crimimología se asientan sobre cimientos científicos profundamente humanistas y quizá por eso, porque me siento penalista y criminólogo no encuentro motivos de celebración en la muerte de ningún delincuente, aunque sea Osama Bin Laden. Si Bin Laden hubiese manifestado públicamente su sincero arrepentimiento por todas las muertes que ha causado, hubiese abandonado las armas y se hubiese entregado voluntariamente a las autoridades, sí lo hubiese celebrado.
También habría celebrado que Bin Laden hubiera sido detenido y puesto a disposición judicial, que se le hubiese juzgado ante el Tribunal legalmente competente y que, después de que se hubiera podido defender en el juicio con los argumentos y pruebas que fuesen pertinentes, hubiera sido condenado. Señor Obama, eso sí sería haber hecho justicia y el primero que aplaudiría y brindaría con champagne sería yo. Pero esto no es lo que ha sucedido. Seamos claros, los hechos son los siguientes: un comando militar de operaciones especiales se internó en helicóptero en Pakistán sin informar ni pedir permiso al gobierno pakistaní. Se dirigieron a una especie de palacete donde tenían el convencimiento de que habitaba el terrorista. Una vez llegaron hasta el inmueble, lo asaltaron y una vez frente a Bin Laden le dispararon en la cabeza. No sé si la "justicia" del señor Obama incluye también la muerte a tiros de otras tres personas, entre ellas una mujer, que allí se encontraban. El objetivo del comando militar no era detener a Bin Laden, era sencillamente matarlo. Y esto no lo digo yo, lo dicen varios mandos del Pentágono a los períodicos. Las órdenes dadas a los militares eran meridianamente claras, había que que matar a Bin Laden. Una operación "quirúrgica", como eufemísticamente se llama ahora a las operaciones militares de ataque en las que siempre mueren personas.
No, señor Obama. Esto no es hacer "justicia". Esto es sencillamente un asesinato. Por eso estoy seguro que nunca sabremos la identidad de los veinte soldados que llevaron a cabo la operación, ni qué mando militar dio la orden para ejecutar la operación ni qué mando político dio el "OK" arrogándose la doble condición de juez y verdugo. Ni siquiera se podrá hacer la autopsia al cadáver, arrojado al mar pocas horas después de los hechos. Ya sabemos que al asesino siempre le conviene deshacerse del cadáver porque es el objeto material del delito. Ni una imagen de foto o vídeo se tomó del cuerpo sin vida del terrorista, todo ello con el pretexto, descabellado por cierto, de que no se hiciera de él un martir. ¿Recordáis el ajusticiamiento de Sadam Hussein? Hasta en internet pulula un vídeo de su ahorcamiento. La diferencia es clara, a Sadam se le juzgó y se le condenó, pero a Bin Laden, alguien a quien no le correpondía le ha hecho "justicia". Seré un tío raro, pero así es como veo las cosas.