Resumen
El ser humano en su naturaleza primaria es impulsivo y agresivo, requiere de la gratificación inmediata ante cualquier deseo, mostrando indiferencia ante el grado de exigencia ejercida, carece del sentido de identidad, sin desarrollar cabalmente la habilidad reflexiva, pues actúa mediante esa primera programación natural e intrínsecamente celular transmitida de manera inexorable mediante los genes. Empero, dicha programación indica que existen aspectos que se desarrollan de manera complementaria con el paso evolutivo de la constitución psíquica de cada individuo.
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Cuando la nolición se implanta en la psique del hombre, éste acaba por arrastrarse ante las fuerzas extrínsecas del medio que le rodean, con la comodidad que implica la falta de responsabilidad consigo mismo, y después con la sociedad a la que pertenece, consiguiendo las alturas de torres endebles por la ausencia de voluntad para construir su vida gregaria, creen vivir intensamente, y de verdad lo hacen de manera egoísta, aniquilando el resto de la vida a su alrededor. Por su actitud tunante, nunca se atreven a hacer nada de manera altruista y desinteresada; se refleja en sus actos el egoísmo de lograr sus propósitos materiales por encima de todo, destruyendo sus obstáculos dolosamente. Atinadamente José Ingenieros señala, que “el hombre con voluntad sana no traiciona, ni repudia”; así pues, en contraste el “ser-antisocial”, actúa contra el contrato social.
Sus principios están orientados al sentimiento de libertad omnipotente, sobreponiéndose a cuanta contingencia pretenda coartarla; con tal libertad ejerce un poder de creador, aplicador y ejecutor de sus propias normas, producto de sus limitadas creencias que lo convierten en un “ser- antisocial”, en quién, el bien común se encuentra ausente, donde el único “bien” que importa es el propio; caracterizándose además por un fuerte sazón hedonista, importando solamente “el aquí y ahora” en la satisfacción de sus placeres; no se encuentra la reflexión hacia el futuro en sus actos, un futuro transgeneracional, carecen de una métrica de consecuencias y reacciones originadas por su actuar irracional y antisocial, que sólo lleva a la destrucción de lo social. Sin embargo, se sirven parasitariamente de las bondades que el contrato social ofrece, se alimenta de los eslabones más vulnerables (como las clases marginadas: paupérrimas en lo económico y en lo educativo), ejerciendo y abusando de su efímero poder, desarrollando una ingente habilidad para organizarse y destruir a sus homólogos, en un submundo en el que la competencia, sólo surge al lograr mantenerse con vida en el aspecto tópico-temporal del “ser-antisocial”.
El “ser-antisocial”, no acepta la integración del Estado, con un compromiso de adhesión en la búsqueda del bien común, sino que invade y penetra tal ente devorándolo lentamente, como un recurso que cree infinito. La sociedad civil que en diversos momentos históricos ha tenido la enorme necesidad de accionar, con el mero propósito de revolucionar al Estado: modificando, destruyendo y creando nuevos paradigmas en el marco del contrato social, tendrá que articular ante la procrastinación del poder político, permitiendo la protección y garantía de la libertad de sus integrantes, así como de los derechos que por propia naturaleza son adjudicados al “ser” por el “deber ser”.
En el “ser-antisocial”, la nolición ha predominado en todos los rubros de la formación y desarrollo de su personalidad, con familias truncadas en el ámbito axiológico y moral, que no ha logrado permear a sus miembros con éstas bondades durante los primeros años de vida, catapultándolos hacia una sociedad, en la que la nolición provoca falta de interés en la implementación de elementos que permitan que el individuo sea un aliado social; la apatía originada por la falta de voluntad en las escuelas, con maestros que lejos de enseñar, requieren de ser enseñados. La integración esencial del espíritu, transformador e innovador en las escuelas, debe empezar con la reeducación de los que enseñan y posteriormente con la generación de individuos en formación, pero esto no es posible por la presencia tan importante de la nolición en los aparatos ideológicos del Estado, encargados de la educación y la reeducación. Mientras la nolición predomine en el desarrollo del individuo, la prevención del origen del “ser-antisocial” seguirá siendo solo “prevención de obstáculo”.
En virtud de lo anterior, debemos entender a la nolición como la omisión de la modificación en la conducción y desarrollo de la conducta, caracterizada por la falta de voluntad, y que desencadena actos que van en contra de las normas establecidas para una adecuada convivencia, rompiendo con el contrato social establecido en la vida gregaria del Estado.
Bibliografía
Licenciado en Derecho con Estudios en Psicología Educativa