Resumen
La compleja conformación psíquica en el desarrollo del ser humano, puede llegar a ser influenciado por microacciones que parecen imperceptibles, pero que pudieran generar incongruencia en el sujeto entre lo que se piensa, se dice y se hace. Durante dicho desarrollo el educador debe crear un circuito de comunicación efectiva, en el que no sólo se capte lo que se piensa mediante lo que se dice, sino también lo que se hace. Desde la óptica general del educador el “destilamiento” de meros conocimientos científicos en el educando, “cumple” con su función en el proceso de enseñanza, la transmisión hecha de esta manera, por sí sola no produce dinamismo intelectual entre el educador y el educando.
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Una adecuada comunicación como vínculo de interacción entre el educador y el educando, deberá contener como base fundamental la praxis de la parresia, entendida ésta como la aplicación concreta de actos congruentes entre lo que el educador piensa, dice y hace, con tintes de evidente franqueza, que conduzca a impregnar en la psique formativa del sujeto, los elementos intelectuales que le lleven a un discernimiento moral, para su proceder en el ejercicio del libre albedrío ante circunstancias adversas.
La parresia vista como un acto formador en el proceso de la enseñanza, crea un nexo de compromiso del educador hacia el educando y viceversa. Generalmente cuando la norma adquiere sentido para el sujeto, es porque el transmisor de éstas, se encuentra comprometido con el acatamiento de tales normas, anclando su conocimiento en el sujeto, mediante la aplicación práctica y congruente en la triada de pensar, decir y hacer.
El educando le resta valor a la norma que sólo se dice pero que no se acata, ni se ejerce. Si el transmisor de dicha norma se limita a describirla, no impacta significativamente en el educando. La comunicación basada en la parresia no se limita al lenguaje oral o escrito, sino que adquiere mayor relevancia cuando se refuerza por la comunicación mediante el lenguaje corporal.
La adquisición de un nuevo paradigma se fundamenta en la práctica habitual vivida por el educando. El rompimiento de paradigmas obsoletos arraigados en el sujeto, representa mayor dificultad en virtud de la asimilación e integración de éstos. Así es como la implementación de un nuevo paradigma encuentra resistencia en su adquisición intangible, llevando al sujeto a una dicotomía asimilativa de elección entre el “antes” y el “ahora”. Cuando el sujeto logra romper dicha barrera cognitiva, mediante la asimilación, aceptación y adaptación, se produce un cambio estructural en la psique, que conlleva a la modificación de la base orgánica y tangible de la conducta.
Así tenemos que la psicagogía como enseñanza dirigida a la parte intangible de la conducta, requiere de una base sustentada en la parresia, que impacte en la transmisión cognitiva de lo novedoso, pero que además adquiera ingente importancia en la modificación del sistema de creencias del sujeto.
La psicagogía con fundamento en la parresia permitiría, la prevención del surgimiento del ser-antisocial, además de la posibilidad de la modificación del sujeto, que cognitivamente sea rescatable por medio del reciclamiento conductual, de la categorización que su proceder le ha situado en el imperio de la norma.
Bibliografía
Licenciado en Derecho con Estudios en Psicología Educativa