Resumen
De todos es sabido que las autoridades judiciales norteamericanas, e incluso la propia sociedad de esa nación, están muy comprometidas con todo lo que supone la seguridad de sus calles y ciudadanos, y también la de sus Agentes de la Ley.
Artículo completo
Bajo la directa dependencia del Departamento de Justicia Norteamericano, el FBI es la agencia federal encargada de recopilar múltiples datos sobre delitos en general. Esa información, una vez analizada, es “volcada” en un complejo programa informático de estadísticas. El programa Law Enforcement Officers Killed and Assaulted (LEOKA) es que emplea el FBI para estudiar todo lo concerniente a la muerte y asaltos de los oficiales de policía de la nación.
Desde el año 2005, los datos relativos a los agentes fallecidos en acto de servicio se publican exclusivamente en formato Web, pero no siempre fue así. Anteriormente al empleo exclusivo de la “vía” Internet, los datos se publicaban de modo impreso en libros. Las ventajas que ofrece el nuevo sistema son obvias.
Haciendo un poco de historia, debe saberse que en 1937 (hace más de 70 años) una comisión compuesta por funcionarios del Departamento de Justicia, comenzó, muy comprometidamente, la singladura en el mundo del análisis estadístico de temas relacionados con asuntos policiales. Desde el principio se dieron anualmente a conocer las cifras de los agentes de la Ley fallecidos, en el cumplimiento del deber. Por aquel entonces, como es de suponer, los datos eran publicados de modo impreso.
En 1960 las estadísticas se amplían con más parámetros. Ahora ya no sólo se analizan y publican cifras y circunstancias relativas a los agentes fallecidos, sino que también se dan conocer aquellos casos referidos a los asaltos que no desembocan en fallecimientos.
En junio de 1971 la Conferencia de Aplicación de Ley solicitó al FBI una mayor implicación en la investigación y prevención de las muertes de los agentes de policía. Naturalmente el FBI aceptó el reto y se implicó más a fondo. La primera medida adoptada fue la de aumentar el número de datos y patrones de las agresiones. Entre 1972 y 1982 se emitieron dos informes anuales, fueron años con muchas bajas policiales.
En septiembre de 2001, como consecuencia del brutal ataque terrorista sufrido por los EE.UU (11-S), perecieron en el ejercicio de sus funciones 71 agentes de policías. En el informe emitido ese año, las 71 víctimas no fueron incluidas en el LEOKA 2001. Las singulares circunstancias del caso así lo aconsejaron. Este incidente marcó un antes y un después en la forma de entender la seguridad nacional, y también la internacional/global.
Gracias a lo detallado y afinado de los informes actuales, en diversas tablas informativas se pueden conocer datos tales como: raza o etnia de los agentes asesinados, Estado y localidad donde se produjeron los hechos, calibres y tipos de armas empleadas por los agresores. Incluso se puede conocer el número de agentes portadores de chaleco de protección balística. Cifras relativas a los ataques sufridos con otro tipo de armas (blancas, contundentes o circunstanciales) son publicadas también en estos informes.
Las franjas horarias en la que se produjeron los hechos, así como las estaciones o meses del año, son también analizadas y dadas a conocer. Muy revelador y fundamental en el estudio es el dato que relaciona el tipo de servicio ejercido por el agente asesinado/atacado y la distancia a la que fue acometido. Este dato, para mi, es fundamental. Con esa información se puede llegar a sacar conclusiones serias y de aplicación eficaz en la prevención de nuevos ataques. Estos datos son imprescindibles para formular ejercicios realistas de entrenamiento.
Pese a que el FBI es quien más pábulo otorga a sus informes, y siendo éstos los más respetados, pueden existir datos o estudios obtenidos por otras agencias o cuerpos policiales. Por ello hay que ser cauteloso a la hora de comparar estadísticas. En cualquier caso, seguro que se obtienen reveladores indicios de qué es lo que ocurre “ahí fuera” y de cómo ocurre.