Para el Diccionario de la RAE, un retrato robot es la imagen de una persona dibujada a partir de los rasgos físicos que ofrece quien la conoce o la ha visto. Desde el punto de vista de la criminalística, la primera ocasión en que se utilizó esta técnica se documentó el 4 de julio de 1881, cuando el diario británico Daily Telegraph insertó un cartel de búsqueda de Scotland Yard ofreciendo una recompensa de 200 libras esterlinas por el periodista Percy Lefroy Mapleton, acusado de ser el Asesino del ferrocarril (Railway murderer) que cubría el trayecto entre Londres y Brighton.
El diario publicó un boceto realizado a plumilla –de trazo muy grueso, a decir verdad– junto con un minucioso perfil del criminal: 22 años, mediana estatura, muy delgado, aspecto enfermizo, con arañazos en la garganta, heridas en la cabeza, probablemente afeitado, sombrero bajo de fieltro, abrigo negro, dientes muy descoloridos. La policía pudo facilitar una descripción tan detallada de aquel individuo e incluso identificarlo con su nombre porque el 27 de junio de aquel año, el propio Mapleton se bajó del tren en Preston Park afirmando que había sido atacado en su vagón por dos hombres que le golpearon hasta dejarlo inconsciente. Después de tomarle declaración ante Henry Anscombe, jefe de Estación, y de ser atendido de las heridas en un hospital, el inspector Gibson lo dejó regresar a su casa porque no había ningún motivo para retenerlo más allá de que su relato de los hechos fuese ciertamente extraño.
La posterior investigación del vagón permitió encontrar rastros de sangre, tres impactos de bala y algunas monedas de Hanóver (Alemania) que coincidían con otras que Mapleton también llevaba en sus bolsillos; pero, sin duda, el hecho más concluyente fue la aparición del cadáver de Isaac Gold –un anciano al que se le había visto viajar con el sospechoso en el mismo compartimento del tren– arrojado junto a las vías en el túnel de Merstham. La policía ató cabos y fue a buscar al sospechoso para detenerlo en su domicilio de Surrey, pero ya había huido; cuatro días más tarde, sin embargo, fue arrestado; no gracias al retrato robot sino porque el sujeto le facilitó a su jefe la nueva dirección donde enviarle la nómina.
Durante el juicio, Percy confesó otro crimen –el del teniente Roper– al que también disparó, como a la víctima del vagón, por ofrecer resistencia al ir a ser atracado. Finalmente, el Asesino del ferrocarril fue condenado a muerte y, como era costumbre en la Inglaterra de finales del XIX, el 29 de noviembre se ejecutó la sentencia, ahorcándolo en el patíbulo de la ciudad de Lewes (Sussex).
Valladolid (Castilla y León | España 1969).
Escritor (director de Quadernos de Criminología | redactor jefe de CONT4BL3 | columnista en las publicaciones La Tribuna del Derecho, Avante social y Timón laboral | coordinador de Derecho y Cambio Social (Perú) | colaborador de noticias.juridicas.com); ha publicado en más de 600 ocasiones en distintos medios de 19 países; y jurista [licenciado en derecho y doctorando en integración europea, en el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid | profesor de derecho constitucional, política criminal y DDHH (UEMC · 2005/2008)].
Sus últimos libros son Las malas artes: crimen y pintura (Wolters Kluwer, 2012) y Con el derecho en los talones (Lex Nova, 2010).
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