Resumen
En este artículo se exponen algunas de las teorías que intentan explicar las complejas causas que llevan a una persona a ingresar en una banda terrorista, así como los motivos que hacen que la abandone, en función de su perfil y atendiendo a cuestiones como su edad, sexo, etc.
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Es complicado hacer un perfil genérico de los terroristas puesto que hay muchos tipos y dependiendo de la clase de terrorismo a la que nos enfrentemos, poseen distintas características. No tendrá el mismo perfil, por ejemplo, un terrorista islamista que uno de ETA ya que sus motivaciones y circunstancias culturales difieren; sin embargo, intentamos buscar las causas que llevan a una persona a cometer esos actos y, al igual que nos ocurre con otro tipo de delincuentes como los maltratadores, nos cuesta tanto imaginarnos a una persona normal asesinando de esa forma, que por ese motivo buscamos cualquier explicación de que la persona no está bien y que tiene que padecer algún tipo de patología, bien psicopatía, paranoia, narcisismo, etc.
Por lo general, el terrorista es un varón joven (en la veintena) y soltero. La clase social es variada aunque los grupos más exitosos provienen en su mayoría de clases bajas, obrerosi. El momento del reclutamiento se sitúa sobre individuos de clase media, debido a que la captación se produce en muchas ocasiones en centros como universidades, fraternidades, asociaciones parroquiales, etc.
La explicación de los factores que parecen más claros la encontramos en que los varones presentan una mayor agresividad que las mujeres y si existe una pequeña diferencia entre los distintos grupos es por razones culturales; por ejemplo, en el Islam el papel de la mujer en general es inferior al del hombre por lo que en el terrorismo ocurre lo mismo, mientras que en los grupos de extrema izquierda la participación femenina es algo mayor aunque en todo caso siempre bastante por debajo del porcentaje de varones, incluso en algunos casos lo hacen por seguir y buscar el afecto de algún hombre ya perteneciente a la organización.
Por otra parte, que sean jóvenes y solteros se corresponde con su mayor disponibilidad en lo que a tiempo y predisposición al riesgo se refiere. En esa etapa de la vida se tiende a una mayor rebeldía, lo que unido a un proceso de socialización a través de la unión a grupos influidos por la religión o las lecturas, sean blancos más fáciles de captar.
Una vez establecidas las características más genéricas, hay distintas teorías que intentan explicarnos cuál puede ser la causa que hay tras su comportamientoii. Una de ellas achaca dichas actitudes a la psicopatía, justificándolo con la falta de empatía que, por ejemplo, podemos observar en los terroristas, cuando tratan a sus víctimas como objetos y no ven en ellos una persona ni su sufrimiento; sin embargo, estos militantes tienen sentimientos en los demás ámbitos, como con sus familiares e incluso luchan por una causa que no es de interés personal, sino que va más allá de una motivación egoísta.
Descartada la psicopatía, se plantea la paranoia pero los paranoicos no pueden llevar una vida normal ni controlar sus acciones, cosa que los terroristas sí que hacen. Por tanto, nos queda la opción del trastorno del control de los impulsos y la predisposición innata a la violencia, que ya en su momento planteó Lombroso con el determinismo biológico. Pero ninguna de estas explicaciones psicopatológicas nos sirve ya que estas respuestas inesperadas no son buenas para reclutar a un terrorista, alguien que pierda el control, que tenga ataques inesperados de agresividad, es contrario a la característica de imprevisión y sorpresa típica del terrorismo y puede suponer un peligro para la propia organización.
Alejándonos de estas hipótesis, cabe plantearse una personalidad narcisista, pensar en lo bueno de cada uno y culpar al resto de sus fracasos cuadra con la mentalidad del terrorista, que lucha por una causa de la que hacen responsables a sus víctimas. Y a su vez, ¿qué le lleva a tener una personalidad de este tipo? Un hogar desestructurado, una infancia traumática u otro tipo de experiencias vividas que les hayan supuesto un trauma. Nada de esto se puede vincular con el narcisismo de forma absoluta y además, nuevamente nos encontramos con una característica incompatible con el posible perfil terrorista porque, al igual que la psicopatía, el narcisismo supone un cierto egoísmo. Tal vez pueda aplicarse en el caso de algunos líderes.
Otro factor a tener en cuenta –y que se nos presenta igual de problemático– es el de la autoestima. Los estudios criminológicos demuestran que la tendencia a la violencia puede ser una característica tanto de las personas con alta como con baja estima y además tampoco tienen por qué ser violentos, puesto que algunos antes de entrar en la organización o al abandonar la militancia no se han mostrado en absoluto agresivos. Lo mismo ocurre con el optimismo por el que están convencidos de su éxito y que les ha sido influido por el ambiente ideológico en el que se encuentran.
Una de las teorías más extendidas es la finalista. Según ésta, los militantes de cualquier grupo terrorista, antes de integrarse en las bandas, consideran las ventajas que les puede proporcionar esa pertenencia a la organización. Sus razones pueden ser varias y el motivo que más les influye a la hora de entrar en el ámbito terrorista se explica por el convencimiento de la finalidad moral que tienen de la causa que cada uno defiende, sea religiosa, de independencia, etc. La violencia para ellos es necesaria y eficaz para conseguir sus fines políticos o religiosos, es lo que les ocurría por ejemplo a quienes militaban en ETA durante la dictadura, ya que pensaban en la violencia como algo necesario y efectivo, como lo único que pueden utilizar en su lucha porque no había otra forma de hacer políticaiii.
En muchos casos necesitan garantías de éxito antes de integrarse y además de como un medio necesario, también lo ven como un modo útil de ir recibiendo concesiones, como medio de presión, gracias al cual obtienen determinados logros, especialmente cuando aumentó la militancia al comenzar la transición en España.
A modo de , podemos observar cómo los criterios utilizados para entrar en una organización terrorista al final son los mismos que para empezar cualquier otra cuestión en cualquier otro ámbito de la vida, ver qué les puede aportar, qué beneficios tanto individuales como colectivos piensan que obtendrán y si esa situación les va a compensar y existen tantas y variadas motivaciones como integrantes y bandas de este tipo existen.
Es evidente que el entorno influye en quien es terrorista, tanto para entrar como para mantener esa condición. Sin el apoyo externo, los terroristas no serían nada y además es muy importante formar parte de ese grupo para gestionar los atentados y que cada uno se ocupe de su función específica, tanto antes, como durante y después de los mismos.
En parte, esos mismos motivos que les llevan a ingresar en la organización terrorista son los que les incitan a continuar en ella; por ejemplo, defender sus ideas y el sentimiento de pertenencia al grupoiv.
También se cumple un criterio de compromiso y superioridad moral, Todos creen firmemente en la causa que defienden y piensan que está totalmente justificada, como si fuera “una guerra”, bien sea luchar contra un gobierno opresor por la libertad de su pueblo (ETA), atacar a los infieles porque hay que implantar la verdadera religión (yihadistas) o defenderse contra la ocupación extranjera (IRA), por poner algunos ejemplos simplificados.
Algo más fácil es explicar el cese de la militancia en una organización terrorista, por un cambio en las circunstancias personales o sociales o por desacuerdos dentro del grupo, a pesar de que los estudios llevados a cabo sobre las posibles causas que llevan a un terrorista a ser parte de una organización no han demostrado que las características expuestas (traumas previos, personalidad narcisista, alta o baja autoestima, etc.) en comparación con el resto de la población, sean un factor determinante que se dé en su mayoría en los terroristas por encima de la población general.
Una vez analizadas las posibles causas del ingreso en una banda terrorista, nos preguntamos: ¿Qué es lo que lleva a un militante a dejar de ser parte de ese grupo?
Al margen de las causas ajenas, como es el fin de la propia organización, como ocurrió con el IRA, que conjuntamente ven que por ese camino no van a llegar a nada y, junto con las treguas, optan por cesar en sus actividades o del abandono involuntario por quienes son detenidos, nos centramos en las motivaciones individuales que conducen a alguien a terminar con su actuación dentro de la banda.
Aunque existen varios motivos, la mayoría abandonan por un cambio en sus circunstancias personales. Hemos visto cómo se suele reclutar a varones jóvenes y estos puede que después tengan familia y no quieran estar todo el día dedicados a una vida de terrorista o que cambien sus prioridades. No hay que olvidar que la militancia produce un aislamiento respecto a su vida anterior a la de ser terroristas, cada vez harán menos cosas que no tengan relación con su actividad actual y el estar unidos a otras personas que se dedican a lo mismo que ellos hará que se produzca un proceso de desindividualización.
A su vez, nos encontramos a los que están en desacuerdo con las doctrinas que anteriormente defendían, a quienes realmente no desean la violencia o que –por edad, cansancio o simplemente porque ya no les compensa el trabajo, el esfuerzo y la presión que conlleva– no quieran seguir realizando determinadas acciones pero lo siguen apoyando de otras formas. Es el ejemplo de los que tras el proceso de reclutamiento luego comprueban que no son capaces de soportar el hecho de llevar a cabo estos actos o el de quienes quedan desencantados porque tenían determinadas expectativas pero ven que años de lucha no les proporcionan los objetivos perseguidos.
Es esencial que estudiemos y analicemos la desvinculación de una persona con su antiguo grupo terrorista, tanto como las causas que le llevan a unirse, en este último caso para poder evitar nuevas militancias y en el de los abandonos, para quizás poder aplicarlas a otros que en un futuro también puedan dejar de cometer estos actos.
Angélica Gutiérrez Gutiérrez
Jurista, criminóloga, máster en estudios sobre Terrorismo y Antiterrorismo
angelicadetp@gmail.com
Este artículo se publicará en el número 14 de la revista Quadernos de Criminología, dirigida por Carlos Pérez Vaquero y editada por la SECCIF
i Reinares, F. (1998), Terrorismo y antiterrorismo. Ed. Paidós. Barcelona.
ii De la Corte Ibáñez, L. (2006), La lógica del terrorismo. Ed. Alianza. Madrid.
iii Reinares, F. (2001), Patriotas de la muerte. Quiénes han militado en ETA y por qué. Ed. Taurus. Madrid.
iv Horgan, J. (2006), Psicología del terrorismo. Ed. Gedisa. Barcelona.