Resumen
A lo largo de los últimos días existe un boom mediático con operaciones policiales contra la corrupción y por el monográfico del Congreso de los Diputados sobre este tema. Los medios se hacen eco de múltiples tramas corruptas de nuestros políticos. Pero, ¿este efecto hará que podamos prevenir mejor estas conductas?, ¿nos olvidaremos de ello en unos días y todo seguirá igual?, ¿es posible prevenirlo?, ¿cómo me afecta cómo ciudadano?, ¿las medidas porpuestas por el gobierno serán efectivas?. Para contestar a estas preguntas se expondrá lo que empezamos a saber en Criminología sobre estos delitos, la opinión pública al respecto y las medidas preventivas a aplicar, desde un punto de vista de efectividad científica.
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Estos delitos se fundamentan en que un político o grupo de políticos, en connivencia con empresarios, hacen un uso fraudulento de la confianza depositada en ellos y del dinero público. Así, podemos comprobar que existen diferentes perfiles en estos hechos. Vemos al político, que es el que dispone de la capacidad para sustraer el dinero público y, por otro lado, entra en escena el empresario que ofrece sus servicios y trata de beneficiarse a toda costa de ese dinero público. Las motivaciones pueden ser muy variadas, incluso en la última operación “púnica” hemos comprobado que lo que ofrecen los empresarios es un servicio con un ahorro para las arcas públicas, pudiera ser loable, en un principio, incluso. El problema deviene cuando, para contratar ese servicio, el político también se lucra y no tiene conciencia de la gravedad de los hechos para el funcionamiento de la confianza de los ciudadanos en los políticos, por no hablar del dinero que sustrae. Pero, actualmente, lo más importante y grave es el menoscabo de la confianza en la política, porque de esta manera, también se previene que no exista un auge de los denominados “partidos populistas”.
Una persona que comete delitos de corrupción tiene que tener tres fuentes de riesgo y las tres tienen que confluir en el mismo momento. Las primeras son personales, nos referimos a personas que tienen una escala de valores en las que prima su beneficio personal, por encima del beneficio social, son impulsivos o carecen de asertividad y habilidades sociales para decir “no”. Las segundas se centran en carencias de apoyo prosocial, se rodean de personas que admiten la corrupción y que no ven que sea algo “malo”, sino todo lo contrario, una contraprestación por el ingente trabajo que están realizando. Por último, deben estar expuestos a oportunidades situacionales, aquellas situaciones en las que pueden “meter mano a la caja” con total impunidad. Si no se da alguno de estos tres factores no estaremos ante casos de corrupción y tratar de eliminar alguno de los tres factores será clave para su prevención.
Es interesante conocer la dinámica que se produce porque será la base de las medidas preventivas que podamos proponer, como ya hemos adelantado. En España estamos más que acostumbrados a ver cómo se articulan políticas sin conocer si quiera el fenómeno que pretendemos erradicar o prevenir. Este caso no va a ser la excepción, máxime si existen múltiples intereses creados para que la política en este sentido sea “light” y no de “mano dura” como se hace con el resto de la delincuencia. Si lo hacemos así estamos condenados a que las medidas propuestas no sean efectivas y no pasen de ser un mero “lavado de cara” de los partidos políticos. Por este motivo la batería de propuestas lanzadas por el ejecutivo tienen dudosa aplicabilidad y, por tanto, efectividad limitada.
Si retomamos la explicación de por qué alguien puede cometer delitos de corrupción veremos las medidas que se pueden aplicar para su prevención eficaz. Desde diferentes partidos se proponen medidas, todas basadas en una mayor transparencia. Este es un aspecto importante, además con la revolución tecnológica en la que estamos inmersos es lo que demanda la sociedad, pero no solo a los partidos políticos, sino a todas las instituciones públicas. Si nos quedamos únicamente con estas medidas no será eficaz la prevención. Hay que ir más allá.
Como hemos visto hay que tomar medidas en tres frentes. El primero de ellos es la educación, sería muy interesante que en diferentes titulaciones universitarias se incluyera en la asignatura de ética y deontología profesional un apartado dedicado a la corrupción. Por otro lado, deberíamos potenciar la reacción social frente a los casos de corrupción, con la concienciación de la sociedad en general de los perjuicios que suponen este tipo de delitos. Por último, deberíamos luchar contra las oportunidades delictivas, basado en controles más estrictos de las cuentas públicas y en una mayor transparencia de la actividad pública en general.
Otro aspecto importante es la reacción social frente a estos casos. Lo primero que debemos conocer es que no son delitos con víctimas claras, la víctima es toda la sociedad. ¿O usted se ve perjudicado de manera directa e inmediata por el fraude de 250 millones en la Comunidad de Madrid? Evidentemente, no. Esto hace que el reproche social sea difuso y perdure muy poco en el tiempo. Simplemente veremos reacciones puntuales ante lo que nos ofrecen los medios de comunicación, más indignación que reproche. Pasados unos meses, si no se salieran a la luz más casos, todo seguirá igual.
No todo es negativo en este sentido, parece ser que la reacción social frente a la corrupción está aumentando. Dos aspectos ayudan a que sea así, el primero porque no paran de sucederse casos, además los medios de comunicación prestan interés en ellos, por lo que la percepción ciudadana del aumento de casos es mayor, a tenor de lo que nos dicen las estadísticas de opinión. El segundo aspecto es que están irrumpiendo fuerzas políticas en las que los ciudadanos empiezan a confiar más que en los partidos tradicionales, por lo que la desafección política no tiene tanto peso en el desinterés social por estos asuntos.
Una lección hemos aprendido de esta crisis en este tema, no es tan importante que haya un periodo de bonanza económica para cometer estos delitos, lo realmente importante es que no tengamos políticos motivados para cometer estos delitos.
Bibliografía
Abel González, es profesor de Criminología en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA), además está empeñado en dar a conocer a la sociedad la utilidad de los criminólogos y criminólogas, para algo tan importante como lo es la mejora de las condiciones de vida de las personas, en cualquier lugar y en cualquier momento.