Resumen
Hace unos días Ana Mato desataba una curiosa polémica en torno a si el término "violencia en el entorno familiar" era adecuado para expresar la lamentación por el asesinato de una mujer a manos de su pareja en Roquetas de Mar (Aunque posteriormente ha matizado sus palabras, abdicando y utilizando también los conceptos violencia de género y sobre la mujer). Así, las críticas han llovido al considerar que al usar dicho concepto se albergaba cierta negación de la violencia de género o violencia machista, los dos términos generalmente más utilizados.
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Sin embargo, el uso que hacen unos y otros de dichos términos para describir el fenómeno de la violencia, física o psicológica, contra la pareja, no son del todo correctos. Por lo menos, desde los círculos criminológicos que han considerado que la término más apropiado es el de Violencia contra la pareja, o Intimate Partner Violence en su definición anglosajona. Es desde Estados Unidos donde se ha exportado el concepto basándose siempre en los estudios realizados, que han permitido estrechar el cerco en torno a una violencia tan específica. Pero veamos uno por uno cada concepto para así tener aprendida la lección para próximas ocasiones.
1. El término "violencia en el entorno familiar", en el que podría incluirse también conceptos similares como "violencia doméstica" expresa una violencia que se da entre los miembros de la familia. Así, en la misma podemos englobar casos de abuso sexual infantil, agresiones de hijos a padres , maltrato a ancianos, y en el que por supuesto se encuadraría la violencia sobre la pareja (o ex pareja). Así mismo, es evidente que los tipos de violencia son lo suficientemente variopintos como para tener que considerarlos por separado, ya que cada uno de ellos responde a diferentes variables, aún compartiendo algunos puntos en común. Además, existe un "descuido" cuando se encasilla a la violencia contra la pareja en este campo: no necesariamente se produce en el seno del ámbito familiar o doméstico, ya que en muchos casos puede existir simplemente una relación íntima o afectuosa, pero sin convivencia.
2. En el lado opuesto nos encontramos con otros dos conceptos que, aunque usados a diestro y siniestro por medios de comunicación y políticos, y introducidos incluso en el marco legal, no definen la categoría con la cientificidad y especificad adecuada: la violencia de género y la violencia machista. Así, la violencia de género se define como toda forma de violencia ejercida por el hombre sobre la mujer. Ello implica que, además de la violencia sobre la pareja (o ex pareja), deban situarse dentro de dicha definición otras formas de violencia como son las agresiones sexuales, el acoso laboral, la mutilación genital femenina…por lo que nos encontramos con la misma situación que con el concepto "violencia en el entorno familiar". Así, sin ser tampoco desacertado, es demasiado amplio como para poder expresar el fenómeno que se trata. Es aún más erróneo el uso que se hace del término violencia machista, que parece considerar que la única causa de que exista violencia hombre-mujer sea la relación de desigualdad y el ejercicio de poder que el hombre lleva a cabo aprovechándose de dicha desigualdad. En cualquier estudio sociológico resulta imposible poder definir un fenómeno partiendo de una sola variable (ojalá fuera así, ¡todo sería más fácil de explicar!) , y eso es lo que da a entender dicho concepto. Así mismo, para acabar de rematar la inadecuación de dicho término, se vienen planteando, desde hace varios años, que dicha variable no es ni siquiera la más potente. Dos apuntes breves: En los últimos años se viene observando un aumento de la violencia sobre la pareja entre los más jóvenes (a los que se les presupone una mayor educación en igualdad) y el hecho de que algunos países nórdicos tengan índices más elevados de asesinatos contra la pareja que países como España o Italia (cuando se les ha considerado pioneros de la igualdad en occidente).
3. Entonces, nos queda como concepto más acertado el ya expresado al inicio: Violencia contra la pareja. Este expresa, dentro de su especificidad, a los dos términos anteriormente dados, encontrándose a caballo entro ambos: Reune cualidades de la violencia en el ámbito familiar o doméstico ya que existe una especial relación entre agresor y víctima, y comparte también muchas de las variables de la violencia de género, si pensamos sobretodo en que la mayoría de víctimas suele ser mujeres. Una de las definiciones más pedagógicas sobre la VCP nos la ofrece Antonio Andrés Pueyo: "La VCP es un conjunto complejo de distintos tipos de comportamientos violentos, actitudes, sentimientos, prácticas, vivencias y estilos de relación entre miembros de una pareja (o ex pareja) íntima que produce daños, malestar y pérdidas personales graves a la víctima. La VCP no es sólo un sinónimo de agresión física sobre la pareja; es un patrón de conductas violentas y coercitivas que incluye los actos de violencia física contra la pareja, pero también el maltrato y abuso psicológico, las agresiones sexuales, el aislamiento y control social, el acoso sistemático y amenazante, la intimidación, la coacción, la humillación, la extorsión económica y las amenazas más diversas. Todas estas actividades, que se pueden combinar y extender en el tiempo de forma crónica, tienen como finalidad someter a la víctima al poder y control del agresor." (V.A [2009] Predicción del riesgo de homicidio y de violencia grave en la relación de pareja, Serie Documentos 15 – Centro Reina Sofía, p,21)
Así mismo, usar el término violencia contra la pareja nos permite, además de acoger variables de uno y otro bando, recoger no solo los casos de violencia del hombre sobre la mujer, sino también los de la mujer sobre el hombre, igual que las producidas hombre-hombre o mujer-mujer, siempre englobadas en lo que se considerara una relación íntima o afectiva con o sin convivencia.
Pudiera parecer que estos casos son una minoría, y que obedecen a causas muy diferentes: al contrario, recientes estudios de victimización realizados en Estados Unidos apuntan a que uno de cada diez hombres, frente a tres de cada diez mujeres, sufren o han sufrido alguna vez agresiones sexuales, violencia física o acoso por parte de su pareja. Siendo más alto el número de mujeres que sufren algún tipo de violencia, no se puede dejar pasar por alto que el porcentaje entre los hombres es también elevado. Por ello, y a falta de un mayor conocimiento técnico del fenómeno, no se puede atribuir dicha violencia a una pura cuestión de género, ya que ello puede implicar la pérdida de una visión real de las cosas, lo que a la postre implica unas equivocadas políticas en materia de criminalidad.
Es lógico que el ciudadano de a pie, poco conocedor de la materia, use indiscriminadamente uno u otro concepto, más cuando los que se supone legos en dicho ámbito las usan con tan poco rigor. Así, no parece tan perdonable el uso que ha hecho Ana Mato del término para englobar una muerte a manos de su pareja, del mismo modo que tampoco hizo la anterior ministra de Igualdad. Sin que ello sea tan grave, sí que da pie a cierta preocupación: si aquellos que se supone que elaboran las políticas criminales para la prevención de una lacra como la violencia contra la pareja, que produce cada año de 60 a 90 muertes en España (tan solo contando mujeres), y que se reproduce en el ámbito global, no parecen conocer siquiera la definición técnica de dicho fenómeno, ¿podemos esperar entonces un descenso en dicha violencia? Prefiero pensar que sí, que dicha vagueza nominal es un detalle sin importancia, aunque quizá esto último se trate más de un deseo irracional que al fin y al cabo no quiere ver la realidad.
Bibliografía
Soy Licenciado en Criminología y Filosofía por la UAB. En 2011 fundé Criminología y Justicia, empresa dedicada a la divulgación de contenido de caracter criminólogico-jurídico que contó con la participación de más de 100 autores hasta su cierre en 2017. Durante ese tiempo se publicaron más de 1000 artículos que han recibido ya más de dos millones de visitas; se publicaron cerca de una treintena de libros, y también se organizaron diferentes eventos y congresos enfocados a divulgar la Criminología.
Ahora mi interés estriba en aplicar toda esa experiencia en el mundo de la divulgación científica a otros ámbitos dentro de la comunicación digital.