Resumen
Hace algunos meses, cierto político, imbuido por el espíritu de la (mala) conciencia o la necesidad de honestidad (o quizá ya en campaña electoral, aún no lo tengo del todo claro…), declaró su admiración, en forma de paga anual, por todas las mujeres de su comunidad, mujeres que lucharon por la democracia en nuestro país durante los terribles años de la dictadura y entregaron su silencio, sus lágrimas y su dolor para que la democracia llegara.
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Bienvenido sea que un político de este signo hable de reconocimiento a las víctimas de la represión franquista, en esos tiempos en los que su partido ha decidido, con férrea voluntad impositiva, que es mejor tapar y arrinconar todo lo sucedido para que no se abran viejas heridas que ellos dicen, se olvidan de que esas heridas no serán nunca cerradas mientras no se permita a aquellos que las padecieron dejar de sufrirlas, no es un ánimo de revancha ni siquiera reconocimiento propio, ni de molestar con “cosas” del pasado, un pasado aún muy reciente, sino de devolver la dignidad a aquellos a quienes se la robaron con premeditación y alevosía, con maldad y arrogancia para que todos podamos vivir con la cabeza a la misma altura y con la voz igual de alta, para que nadie tenga que llorar en silencio y a oscuras un cuerpo sin sepultura, para que nadie siga creyendo que unos eran muy malos y otros eran muy buenos.
Lo que olvida este presidente autonómico es un pequeño gran matiz, es innegable por mucho que lo intenten ocultar que las mujeres sufrieron física, psicológica e intelectualmente durante los años de dictadura igual sino más que los hombres y su comunidad no es una excepción, pero también es cierto que no todas lo padecieron de manera semejante aunque usted las equipare, quizá en un alarde de no enfadar más de lo conveniente a la cúpula de su partido, pero le hace flaco favor a su generosa medida de reconocimiento.
No puede obviar el hecho de que durante los cuarenta años que vivimos bajo el terror dictatorial había mujeres muy cómodamente instaladas, partidarias de esas ideas y medidas que disfrutaban de prebendas y privilegios a costa del sufrimiento de otras (y otros).
Mujeres del partido, aquellas casadas con altos (o no tan altos) mandos de Falange o del ejército, o de empresarios que habían colaborado activa y generosamente a la creación del nuevo estado, vivían en la creencia de que ellas y sus familias estaban por encima del bien y del mal, sometiendo a criadas y humillando a los “perdedores”, proclamando las excelencias del nuevo sistema, defendiendo todas y cada una de las medidas que tomaba para que no decayera su estilo de vida, desde los encarcelamientos hasta los juicios sumarísimos que acababan en fusilamientos, todo era justificable para mantener una idea que la propaganda franquista se encargaba de alimentar.
Esas mujeres no lucharon por la llegada de la democracia, sería del todo impensable que desearan que el mundo de lujo y arrogancia en el que vivían se acabara.
Pero sí hubo mujeres que sufrieron y que lucharon por la democracia (al menos por cambiar el mundo en el que les tocaba vivir), mujeres que vieron desaparecer a sus padres, a sus hijos, a sus tíos…, mujeres que fueron a la cárcel por tener ideas, mujeres que padecieron torturas por tener familia, mujeres convertidas en pilares para los encarcelados, mujeres obligadas a pertenecer a esa Falange que las sometía y las reducía a meras posesiones de los hombres, mujeres que aprendieron a hablar bajito y a saber cuándo y qué callar, a agachar la cabeza y a cantar al sol muy alto, a tragarse las lágrimas y el orgullo, a venderse (física y moralmente) para dar de comer a su familia o para darles algo de sosiego, mujeres que buscaron los rincones oscuros de sus casas para dar rienda suelta a su tristeza o a su dignidad pisoteada pero nunca entregada, mujeres que nunca dejaron de luchar a pesar de los insultos, los golpes, las ausencias, las mentiras, los duelos y los autoengaños.
Ellas sí querían cambiar el mundo, aunque no supieran cómo, aunque muchas se resignaran y fuera más fácil claudicar, ellas sí cambiaron el mundo, su mundo y nuestro mundo.
Señor Presidente se agradece, y mucho, la nota discordante en el discurso ocultista de su partido pero por favor, no coloque a todas las mujeres extremeñas en el mismo plano, porque algo que intentaba ser un gran acto (independientemente de la campaña) vuelve a insultar, menospreciar y ningunear a las auténticas luchadoras de y por la libertad.
Bibliografía
Doctora en Sociología, especializada en desviación social y género.
Especialista en Investigación Criminal.
Apasionada de la justicia y la igualdad.
Intentando continuar la estela de las grandes mujeres y excepcionales penalistas Doña Concepción Arenal y Doña Victoria Kent en la creencia de que el delincuente (y la delincuente) es una persona y por ello su comportamiento y sus necesidades deben ser estudiados, conocidos y de ser posible (en la medida de lo posible) dar una respuesta y solución.