Resumen
Mientras escribo esto la noticia de que un grupo de policías federales (algo así como una policía nacional) emboscó la camioneta diplomática de norteamericanos, cuando estos se dirigían al Estado de Morelos, es la nota principal.
Principal porque esa camioneta era custodiada por personal de la marina mexicana y se encontraba blindada, además de que los policías realizaron el acto con toda intención, se les adjudican nexos con cárteles de la droga de la región.
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Dos cosas se notan de forma clara: intervencionismo (¿qué hacían probables agentes de la DEA en México?) y colusión estructural policías-mafias.
A la par, se conmemora el primer aniversario del atentado en el Casino Royale en el estado de Nuevo León, donde un grupo de sicarios del cártel de los Zetas habría quemado el establecimiento con personas en su interior, muriendo 52. El hecho desenmascaró la red de protección a estos establecimientos, la colusión de autoridades y funcionarios de diversos estamentos de gobierno, muchos de los culpables siguen libres, algunos hasta tienen cargos de representación popular.
Un par de días antes estadísticas proporcionadas por el mismo gobierno hablaban de que durante los últimos cinco años han sido asesinadas 95 mil personas en nuestro país, cifra que puedo haber sido manipulada, pudiendo alcanzar el doble o triple de asesinados, según estadísticas independientes.
Ante estos hechos el periódico francés Le Monde escribe que México vive una “Espiral de barbarie”, una hecatombe, un holocausto.
Viviendo entre balas y corrupción, se ve en ciernes la posibilidad de un estallido social, derivado de la infamia de los personajes en el poder que pretenden perpetuarse en él.
El presidente virtual y una camarilla de mafiosos pretenden gobernar aun después de que existen indicios de que hicieron uso de dinero triangulado, es decir, lavado de dinero, utilizando para ello empresas fantasma y “recaudando” capital del erario de algunos estados y municipios donde gobierna su partido.
Del otro lado de la frontera, en los Estados Unidos, un grupo de personas lleva a cabo una “Caravana por la paz”, movimiento social que conglomera a familiares víctimas de la “guerra contra las drogas”, su petición es clara: responsabilícense y sensibilícense frente a la atrocidad de la que son parte.
Miles de exiliados, desplazados de las comunidades, adictos, pobres, decapitados, marginados, enterrados en fosas clandestinas…
Esta es la realidad que vivimos, en la cual surgen muchas preguntas.
¿Cuál debe ser el lugar del Criminólogo? ¿Cómo pensamos el crimen-criminalidad bajo estas lógicas? ¿Cuál es la posición que debe adoptarse? ¿Como estudiosos del pensamiento y dinámicas criminales qué podemos hacer?
Los “pensadores criminales”, tan socorridos en estos tiempos, navegan sobre dos barcos: el primero es el de la legitimación, apoyan sin analizar ni pensar; los segundos son los que no callan, los que han tratado de subvertir la lógica del poder, a través del discurso, como lo plantea Foucault.
Las noticias pesimistas dibujan nuestra realidad dantesca, de este país desolado y carcomido por el crimen, algunos estudiosos le llaman: “Estado fallido”, “Mafiocracia”, “Estado mafioso”…
Sin embargo aun queda tiempo para reflexionar y actuar desde la trinchera de la letra, que es lo que se intentará hacer en este espacio.
Bibliografía
Psicólogo y Criminólogo, apasionado del conocimiento, aprendiz del pensamiento y lógicas criminales. Critico del poder.
Pienso que la Criminología es una ciencia quijotesca, siempre se enfrentará con gigantes-molinos de viento, por lo tanto el Criminólogo debería ser un loco sin dios y sin diablo, más cercano a la ciencia que a la política.
Lic. en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Tesis, "Homicidas seriales: una visión sociopsicoanalítica".
Maestro en Criminología y Política Criminal por el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE).
Criminólogo en una prisión capitalina mexicana (Reclusorio Sur).