Resumen
La Historia reciente nos demuestra la existencia de fuertes resistencias al establecimiento de un orden internacional, regido por normas jurídicas, regido por el Derecho Internacional. Entre ellas podemos encontrar algunas atribuibles a los Estados Unidos, el imperio o la hiperpotencia actual. Destaquemos la resistencia de EEUU en cuatro terrenos: Los problemas ambientales mundiales, la creación de una Corte Penal Internacional, el mantenimiento de la pena de muerte y la actitud observada en la relación entre terrorismo y Derechos Humanos.
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Ante los problemas ambientales (que acucian a toda la Humanidad), los EEUU han defendido y defienden soluciones estatales; de nada sirve demostrar que se produce el cambio climático y que proceden de territorio estadounidense el 25% de los gases de efecto invernadero; nada importa probar que la desaparición de la diversidad biológica es galopante. En las negociaciones ambientales internacionales la táctica resulta siempre la misma: Participar en el proceso negociador para retardar las soluciones y, cuando se alcancen soluciones (aunque sean parciales, como el Protocolo de Kyoto de 1997 sobre reducción de gases de efecto invernadero), no asumirlas, no comprometerse, e incluso presionar a otros Estados para que tampoco se comprometan.
La creación de la Corte Penal Internacional (cuyo Estatuto de Roma de 1998 ya ha entrado en vigor) tampoco agradó a la hiperpotencia. Participó en las negociaciones, pretendió que fracasaran y, cuando finalizaron, no solamente no ratificó el Estatuto sino que comenzó una doble táctica: Buscar mediante acuerdos bilaterales que no se acusara de crímenes de lesa humanidad o de guerra a sus soldados y agentes y, si eran acusados, amenazar con intervenir allá donde fueran juzgados. Como la Corte Penal Internacional tiene la sede en La Haya, los EEUU parecen dispuestos a invadir y ocupar dicha ciudad holandesa.
Ante la pena de muerte es bien conocida la posición estadounidense; los EEUU caminan en una compañía tan peligrosa en esta materia como China, Arabia Saudí e Irán. En territorio estadounidense las ejecuciones se producen con frecuencia, las sufren negros, hispanos, incapaces o personas que eran menores en el momento de cometer sus delitos. Matan incluso a extranjeros cuyos derechos no han sido respetados: Dos ciudadanos alemanes eran ejecutados sin que se les informara de que tenían derecho a la protección consular de Alemania; el caso era sentenciado en 2001 por el Tribunal Internacional de Justicia condenando a EEUU; pero ello no ha producido grandes efectos puesto que México acaba de presentar otra demanda ante el mismo Tribunal por igual motivo para intentar arrebatar del corredor de la muerte a más de 50 mexicanos.
Por otro lado, conviene no olvidar la actitud mantenida en la relación entre el terrorismo y los Derechos Humanos. Quede claro que los actos del 11 de Septiembre de 2001 fueron actos criminales, en absoluto admisibles. Pero frente al terrorismo no vale todo; los Derechos Humanos deben prevalecer también al juzgar esos actos. La Administración BUSH predica sin embargo lo contrario y detiene y mantiene en prisión durante meses a cientos de personas. Lo mismo puede decirse del mantenimiento de los prisioneros de guerra en Guantánamo.
Todos estos hechos (se podrían citar más, como el caso de Álvarez Machain, mexicano secuestrado por agentes estadounidenses en territorio mexicano, llevado ilegalmente a USA, actuaciones que recibieron la bendición hasta del Tribunal Supremo de EEUU) provocan perplejidad e indignación. Perplejidad porque son actos atribuibles a un Estado de Derecho, que predica constantemente los Derechos Humanos pero no resulta demasiado convincente a la hora de respetarlos; indignación porque algunas de las autoridades estadounidenses dejan traslucir que los EEUU actúan en virtud de un mandato divino, que los designa como pueblo elegido y les permite una total libertad de acción, sin sumisión a norma jurídica alguna.
Me preocupa igualmente el tenor literal del comienzo del artículo: "Aunque aún lejos de la estela de Estados Unidos, los aragoneses consideran un valor más importante la seguridad que la libertad individual". Asemeja esta introducción a aquellos prólogos tan utilizados para relacionar el contenido del texto con modelos a imitar o hacia los que tantas veces hemos caminado de forma irreparable.
Bibliografía
De fuertes convicciones y principios, tenaz y audaz, valiente, licenciada en derecho, ciencias de la información, ciencias políticas, criminología, Master en Diplomacia y Relaciones Internacionales, preparo mi doctorado sobre la paz y la seguridad internacional; gestión de conflictos, trabajo aplicando leyes. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía. El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad.