Resumen
La cuestión de las estadísticas criminales y la investigación teórico-práctica (IV)
Con el paso de la Sociedad Feudal a la sociedad regida por la burguesía, cambia el modo de gobierno político y social. Ya no será el soberano la encarnación de la Ley, sino que será a través del Estado que intentará gobernar para todos.
En las ciencias sociales, este cambio político también repercute, ya que éstas se servirán del discurso científico para encontrar soluciones a los problemas sociales que puedan llegar a presentarse, incluidos entre ellos, la criminalidad.
Como hemos visto, la estadística criminal se consolida hacia la misma época en que el positivismo lo hace en torno a la cuestión criminal, sobre todo con Lombroso. Las primeras tareas estadísticas de aquel momento se dan en el marco de las agencias gubernamentales, es decir, las nuevas policías, las penitenciarías, y las agencias relacionadas con la administración de la Justicia.
Artículo completo
Incluso aquí en Argentina también se ha dado algo similar, iniciado por José Ingenieros en el Depósito de Contraventores, ya que incorporó una ficha criminológica de clasificación de los delincuentes a los fines de operativizar su objeto de estudio. Esta ficha criminológica funcionaba al estilo de una Historia Clínica, y como se podrá ver, el modo de abordaje era tomado de la herencia médica.
Ahora bien, ¿qué podía brindar la estadística? ¿Por qué se consideraba (y considera aún hoy día) tan importante este instrumento? Precisamente por el cambio de gobierno político. La sociedad burguesa gobierna para la sociedad. Es necesario conocer a la sociedad para poder gobernarla mejor y poder dar solución a los problemas que se presentan en el seno de la misma. Para eso sirve la estadística; para hacer un diagnóstico de los problemas, conocer sus manifestaciones, explorar sus posibles causas, y proyectar soluciones.
Lamentablemente, el origen de la estadística criminal, estuvo emparentado al positivismo, y nuevamente, se ha perdido la singularidad no sólo del caso por caso, sino también la singularidad del lugar donde se suceden los hechos delictivos. La metodología de la estadística es la misma que la del positivismo: el empirismo, el dato considerado objetivo. Pero en el caso de la estadística, se da un doble problema: por un lado, la pretensión del dato objetivo; por otro lado, la pretensión de la oficialidad de los resultados.
Es decir, que la estadística que provenía de las mencionadas agencias gubernamentales, era la considerada “oficial” y por lo tanto, la correcta, la que mejor reflejaba los fenómenos sociales. Efectivamente, la crítica a la estadística criminal y a su paradigma positivista, le va a venir de la mano del quiebre paradignático que se produce en la Criminología. Y el paradigma que considero más interesante y que reúne la tradición del funcionalismo social y otras escuelas, es el propuesto por Edwin Sutherland con su correspondiente método de abordaje.
Sutherland y la crítica de los números oficiales
Es cierto que entre este autor y el momento de desarrollo de las estadísticas criminales existen otros autores que han hecho grandes aportes a este campo, entre ellos Durkheim y Merton. De hecho, creo que la crítica de Sutherland se basa en varios principios mertonianos, tales como su teoría de la Anomia.
Merton afirmaba a diferencia de Durkheim, que la Anomia era la resultante de la tensión entre los medios institucionales y los fines culturales, y en función de estar o no de acuerdo con los fines y el acceso en mayor o en menor medida a los medios, se podría llegar a generar una conducta desviada. Es dable acotar que precisamente Merton no hablaba de delincuente, sino de desviado.
Pues bien, creo que Sutherland en primer lugar rompe con el positivismo, al afirmar que la conducta delincuente es un comportamiento aprendido, que se da a través de los llamados contactos diferenciales que tenga un sujeto con un grupo de referencia donde se delinque. Es decir, que el grupo de delincuentes instruye, por decirlo de alguna manera, al futuro delincuente.
Es cierto que existen varias características del contacto diferencial para que esto se de, pero lo que me parece más importante de este punto, es precisamente el hecho de afirmar que la delincuencia no está determinada biológicamente y que por lo tanto, el delincuente puede llegar a dejar de serlo, ya que es un comportamiento que se aprende durante las diferentes etapas de su socialización.
Por otro lado, también el método de abordaje de Sutherland es muy diferente a la tradición positivista, ya que él utiliza entrevistas en profundidad resaltando la historia de vida del entrevistado, con uno o pocos casos (tal el caso del sujeto que le valió su obra “El ladrón profesional”) y tomaba muy en cuenta la influencia del grupo y la interacción que se daba en torno al mismo en relación a los códigos simbólicos que compartían. Es decir, que ha dado el puntapié a lo que luego se llamó La Subcultura Criminal.
Y en relación a la crítica que le hace a las estadísticas oficiales, él ha acuñado el término de “cifra negra del delito”, que no es la misma de la que se habla hoy en día, sino que con esta frase hacía alusión a que no se veían reflejados los delitos silenciados de los poderosos, o de cuello blanco. O sea, que en las estadísticas oficiales sólo se analizaba el delito común (robos, homicidios, hurtos, lesiones) pero se dejaba sistemáticamente de lado cierto tipo de delitos que tenían relación con integrantes del gobierno como así también con diversos proveedores del mismo.
Por esto considero que Sutherland es la más cabal crítica y ruptura con el pensamiento positivista y su heredera estadística. Porque precisamente él ha roto con la ideología y ha propuesto un nuevo modo de abordaje y aproximación a la criminalidad, y por lo tanto, en función de esto, ha planteado nuevas soluciones a este fenómeno, ya que para él, las causas del delito eran otras, diferentes a las del positivismo.
Intento de conclusión
Hemos visto cómo ha evolucionado la producción de conocimiento desde la Edad Media hasta la época de Sutherland, pero no hemos analizado el momento actual en lo que hace a estadísticas criminales y producción científica.
Creo que la estadística es una herramienta muy poderosa si se la utiliza bien y si son realmente confiables los datos recolectados como así también el resultado de la misma. La estadística no es estática, porque los fenómenos sociales no son estáticos, y mucho menos la criminalidad. Pero en la fría traducción de los datos, se pierde algo de la realidad social, o del fenómeno social analizado.
La estadística por eso, debe tener en cuenta precisamente el modo en que se manifiesta el delito, la cultura que comparten los sujetos que delinquen, las zonas geográficas donde se dan más delitos que otros, y analizar por qué justamente se dan esos delitos en esos lugares y no en otros. Es muy importante que rescatar los aportes de Sutherland en esta vía, en analizar más a fondo las zonas geográficas como un universo en sí mismo y también a los distintos actores que entran en juego en la criminalidad. Es decir, correlacionar lo cuantitativo con lo cualitativo, desde un marco teórico crítico, en el sentido de dinámico, holístico, integrador de varias disciplinas que arrojen alguna luz sobre lo analizado.
No es casual que las ciencias duras ya estén considerando que se sabe poco de lo que ellos estudian, y esta falta de certezas no escapa a las ciencias humanas o sociales. Hay que apuntar a paradigmas de colaboración entre las disciplinas, dejando de lado egos, vicios, y viejos resentimientos que cada cual ya ni debe saber por qué se mantienen. Y hoy en día, la criminalidad es un punto clave en cualquier agenda gubernamental, y por lo tanto creo que los esfuerzos de investigación y económicos, deben estar orientados hacia la inversión en este campo, de la mano de las ciencias sociales.
Nadie pone en duda que la ciencia hoy en día es la mejor capacitada para dar solución a los problemas sociales, y por lo tanto, la inversión debe apuntar a eso, a capacitar y especializar profesionales que se dediquen de lleno a estos fenómenos.
Pero por sobre todas las cosas, rescato la obra criminológica de Sutherland, la primera de su propia producción. Lamentablemente, este autor ha perdurado sólo por ser el primero en marcar la “cifra negra” del delito (que era la de la criminalidad de “cuello blanco”), pero sus producciones en relación a la teoría de los Contactos Diferenciales debería ser rescatada, ya que su visión acerca de la génesis de la criminalidad, sigue siendo novedosa, y corre el velo de las causas más profundas de la criminalidad.
Y es sobre esas causas, sobre el proceso de aprendizaje de la criminalidad, por donde se debe abordar el tratamiento del fenómeno criminal.
Bibliografía.
Anitúa, Gabriel Ignacio: Historias de los pensamientos criminológicos, Editores del Puerto, Bs. As., 2006.
De Veyga, Francisco: “Los Lunfardos”, en Revista Archivos de Psiquiatría, Criminología, y Ciencias Afines, 1910.
Elbert, Alberto: Manual básico de criminología, Editorial Eudeba, Bs. As., 2001.
Garrido; Stangeland; Redondo: Principios de Criminología, Ed. Tirant Lo Blanch, Madrid, 2002.
Ingenieros, José: “Nuevos rumbos de antropología criminal”, en Revista Archivos de Psiquiatría, Criminología, y Ciencias Afines, 1907.
Samaja, Juan: El lado oscuro de la Razón, Editorial JVE, Bs. As., 1996.
Samaja, Juan: Epistemología y Metodología, Editorial Eudeba, Bs. As., 1999.
Taylor, Ian; Walto, Paul; Young, Jock: La nueva criminología. Contribución a una teoría social de la conducta desviada, Amorrortu Editores, Bs. As., 2007.