Resumen
Joe suele beber cuando está enfadado y se siente vulnerable, y gusta de ahogar las penas en solitario. Bebe para atenuar esas emociones, y hasta que no lo consigue no para de pedir una copa tras otra. Cuando, inesperadamente, su primo aparece enmedio de su ritual sobreviene en él una sensación de enfado y sentimientos hostiles sobre su llegada. Joe ha bebido mucho, y su primo lo compara con su padre, quien también solía abusar del alcohol. Joe reacciona violentamente agrediendo a su primo, que necesitó tratamiento médico.
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Otro caso, el de Bobby, que bebe cuando está aburrido y tiene ganas de hacer amigos. Va en busca de sus amigos y también intenta entablar contacto con otras personas y hacerles bromas. Le gusta la sensación de embriaguez propia de la borrachera, que además le hace deshinibirse más de lo habitual. Es muy dado a invitar a la gente del local a beber algo. Sin embargo, cuando alguien rechaza su propuesta, Bobby se siente molesto y enfadado, y hace una broma de mal gusto al desconocido.Éste le da una bofetada a Bobby, provocando una reacción violenta del mismo que acaba lesionando al desconocido.
Dos situaciones contrapuestas sobre el abuso del alcohol y la violencia, expuestas a modo de ejemplo en un sensacional artículo publicado en el último número de la revista Agression and Violent Behavior, publicado este mismo mes, bajo el título Violence Risk: Re-defining variables from the first person perspective.
Los autores proponen una revisión en los instrumentos de evaluación de riesgo de violencia para aquellos individuos con enfermedades mentales (aunque bien puede ser aplicable a todo tipo de sujetos) que tenga en cuenta no solo los factores objetivos, sino también los criterios subjetivos que inducen al comportamiento violento. Me parece una propuesta interesante y muy necesaria. Los ejemplos mostrado pretenden dar a entender cómo una misma variable (el abuso de alcohol) denota unos estados emocionales muy diferentes según el caso, aunque luego deriven ambos en un mismo final.
Yang y Mulvey exponen tres variables subjetivas sobre las que sería necesario incluir dentro de la evaluación de la predicción del riesgo de violencia: La percepción de una amenaza, la legitimización de la conducta violenta y el control de las emociones. Pueden haber otras, pero los autores han optado por estas en un primer esbozo.
Es evidente que la percepción del estado de cosas juega un papel fundamental en la realización del acto violento. Percibir un ambiente como amenazante aumenta nuestra hostilidad y,por ende, nuestras posibilidades de llevar a cabo un comportamiento violento. Así, según que personas perciben como amenazas situaciones que para otras pueden no serlo. Pensemos en casos recientes como el de Breyvik: considera al liberalismo y al multiculturalismo como un peligro, como una amenaza para el futuro de Noruega, y a través de ello justificó la necesidad de ejercer la violencia.
Del mismo modo, no todos los individuos tenemos un mismo criterio sobre qué situaciones justifican el ejercicio de la violencia. Podemos dar cuenta de ello cada vez que se discute sobre la legítima defensa, o sobre las ocasiones en las que se reflexiona sobre la medida en que el Estado debe ejercer la violencia. Igualmente, las normas legales reciben un tratamiento más o menos respetuoso según cada individuo, que justifica la vulneración en base a alguna causa mayor.
Finalmente, focalizar la atención en la capacidad del sujeto de controlar las emociones ayuda claramente a conocer la potencial conducta violenta. Un menor control de estas deriva en una mayor impulsividad en todas sus acciones, sean o no violentas. La intensidad de según qué emociones también puede ser causante de un posible comportamiento violento.
Que hasta ahora los instrumentos de evaluación de riesgo de violencia no hayan centrado en exceso su atención en los criterios subjetivos indica que todavía queda un largo recorrido para poder apostar ciegamente por este tipo de herramientas que, sin embargo, deberían ser básicas en un futuro. Aunque la intuición profesional en muchas ocasiones es acertada en la toma de decisiones, instrumentos de evaluación más completos evitarán juicios y determinaciones sobre individuos que en algunos casos son desacertadas. Hay que dejar de apostar y empezar, directamente, a diagnosticar cuando un sujeto puede ser realmente violento. Probablemente nos ahorremos más de un disgusto.
Bibliografía
Soy Licenciado en Criminología y Filosofía por la UAB. En 2011 fundé Criminología y Justicia, empresa dedicada a la divulgación de contenido de caracter criminólogico-jurídico que contó con la participación de más de 100 autores hasta su cierre en 2017. Durante ese tiempo se publicaron más de 1000 artículos que han recibido ya más de dos millones de visitas; se publicaron cerca de una treintena de libros, y también se organizaron diferentes eventos y congresos enfocados a divulgar la Criminología.
Ahora mi interés estriba en aplicar toda esa experiencia en el mundo de la divulgación científica a otros ámbitos dentro de la comunicación digital.