Resumen
“La libertad de maternidad es lo que hace a las mujeres, auténticamente mujeres”
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Con esta frase el entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, pretendía defender su propuesta de cambio en la actual ley del aborto basada en plazos a una ley donde se pasa a legislar sobre una parte tan íntima y personal como el útero de una mujer, que deja de ser privado para convertirse en un objeto sobre el que prohibir, como las drogas, las armas o el terrorismo. Una ley que convierte la decisión, trágica, reflexiva y dura, siempre personal de una mujer en delito y a la mujer en delincuente.
Analizando la frase comprendemos la magnitud de la trampa en la que el ministro de Justicia (¿por qué Justicia toma decisiones en un asunto privado que debería recaer, llegado el caso, en el ministerio de Sanidad e Igualdad?) ha querido hacernos caer; la libertad consiste en la facultad que tenemos para decidir nuestra manera de obrar o no obrar, con lo que libertad de maternidad sería la decisión que tienen las mujeres para ser o no ser madres, esa es su libertad de decisión y de maternidad, cualquier otra cosa ya no sería libertad, sería obligación y por ende imposición y abuso.
Para llegar a esta defensa tan contundente (y tramposa) se creó un comité de expertos sobre el tema, un comité formado por hombres, hombres que se permiten hablar en primera persona sobre una situación que nunca conocerán, experimentarán ni sufrirán; las mujeres son tratadas, nuevamente, como menores de edad, estúpidas e ignorantes, necesitadas de hombres que decidan por ellas, lo que es mejor para ellas, que cosifican su esencia y su cuerpo convirtiéndolas en objetos sobre los que se puede legislar y decidir sin consultar con ellas.
Ni una mujer en el comité de expertos en maternidad, ni una mujer explicando los motivos reales, amargos y terribles de tomar esta decisión, ni una mano femenina en un informe que destruye la libertad de maternidad y que retorna al eterno ideal de ciertos sectores políticos y sociales de reducir a la mujer a la única condición de esposa y madre, porque la maternidad es lo que nos hace verdaderamente mujeres, me pregunto qué somos aquellos seres femeninos que no somos madres, ahora que también nos han despojado de nuestra condición de mujeres de verdad.
Lo que no nos cuentan es que también son ellos quienes deciden quién y cómo y cuándo será madre una mujer, la “violencia estructural que obliga a las mujeres a abortar” se traduce en violencia estructural cuando queriendo ser madre lo impide el estado: negando el derecho a la reproducción asistida a mujeres solas o parejas homosexuales, decidiendo, en base a tu edad, si eres idónea para ser madre, eliminando del sistema de sanidad la ayuda médica para concebir… o recorta y elimina servicios sociales y posibilidades de conciliación laboral que ayuden a las mujeres (a las familias) en su deseo de otorgar un ambiente feliz y estable a sus hijos, y así los expertos (hombres) deciden quién será madre y por tanto quién será verdaderamente mujer y en qué condiciones, es en ese momento cuando yo, como mujer, me siento violentada estructuralmente, al obligarme a dejar que otros tomen la decisión de cuándo y por qué puedo ser madre.
Nunca he visto a los pro-vida como colectivo protestando contra los recortes homicidas en la ley de dependencia, ni defendiendo la sanidad, ni gritando contra las muertes de inmigrantes, ni luchando contra la violencia de género, contra los desahucios o contra las leyes abusivas que abocan a la desesperación y muerte, ¿cuándo se deja de luchar por la vida y la dignidad de las personas?
En pleno siglo XXI, con los avances tecnológicos y la defensa de la libertad individual y social, aún hay quien quiere mantener su dominio sobre la mujer legislando sobre su cuerpo, no sobre sus actos, negando derechos fundamentales y sometiendo su voluntad y sus decisiones como si estuviéramos en una época feudal cualquiera.
Estar a favor del aborto, sólo tener que decirlo es duro porque significa invadir la esfera más privada de una mujer, significa libertad de elección para todas, siempre, con garantías de seguridad y salud, todo lo demás es malintencionado y utilitarista.
Bibliografía
Doctora en Sociología, especializada en desviación social y género.
Especialista en Investigación Criminal.
Apasionada de la justicia y la igualdad.
Intentando continuar la estela de las grandes mujeres y excepcionales penalistas Doña Concepción Arenal y Doña Victoria Kent en la creencia de que el delincuente (y la delincuente) es una persona y por ello su comportamiento y sus necesidades deben ser estudiados, conocidos y de ser posible (en la medida de lo posible) dar una respuesta y solución.