Resumen
– ¿Dónde vas? Ya sabes que estás castigada.
– Pero mamá, ya te dije que rompí con él, y que nunca más volvería a beber.
– Me parece bien, pero eso no te quita el castigo. Dentro de un par de semana volverás a salir. Menudo disgusto verte en ese estado y con ese chico tan mayor.
– Jooo,…mamá, eso no puede ser. ¡Déjame salir!
– No. Terminas tus deberes y luego cenamos juntas. Además no son horas para que una niña de 14 años salga a partir de las 22h.
– ¿Niña?, tú flipas.
…..
Teléfono….
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– ¿Ana?, si tía soy yo. Mi madre no me deja salir. Pero esa no me fastidia mis planes.
– ¿En qué piensas?
– A las 00,30 en la puerta de mi garaje. Tía no faltéis que como me pillen, me la cargo. Y dile a Rober que venga, que le sigo queriendo igual aunque no pueda verle como antes.
¿Os suena habitual? ¿por qué esa necesidad de trasgredir las normas, la atracción de lo prohibido?.
Cada vez es más común ver a los menores que se fugan de casa, desobedecen normas familiares, y se sienten atraídos a realizar acciones delictivas y/o no acordes con su edad.
El consumo de drogas blandas (porros en su mayoría) y alcohol es un hábito totalmente aceptado entre menores, adolescentes y jóvenes adultos, aunque en 88,37%1 rechazan de pleno el consumo de drogas duras (pastillas, heroína, metadona…) y la situación de ir o salir con alguien que beba con frecuencia al punto de estar alcoholizado, lo que es lo mismo a “no controlar”.
En cuanto a las relaciones esporádicas, las menores entienden que eso no está bien y que solo mantendrían relaciones sexuales con su pareja, pero eso sí, sin preservativo y que ellas no deben llevarlos porque no es de chicas “buenas” si no todo lo contrario. Su razonamiento es que con tu pareja no necesitas protegerte de nada, por que solo lo haces con él. Por tanto llevar preservativos es síntoma de que puedes acostarte con cualquiera y eso no está bien.
En contraposición, los menores no se preocupan, es como si no fuera con ellos. Es una cosa de mujeres y más cuando ellas son las que pueden quedarse embarazadas.
¿Cuál es la barrera que separa a padres de hijos?, ¿por qué esa desconfianza?
Siempre hemos escuchado aquella frase típica: “tú no me entiendes” (de padres a hijos), pero ahí se quedaba, no solía traspasar más. Ahora, además de que sienten que no se les entiende, existe una separación extrema e impuesta por situaciones que no están propiciando una buena conciliación familiar. Los horarios de trabajo son largos, variables y difíciles de coordinar con la pareja (en el caso de que se tenga) lo que conlleva poca relación con los hijos. En las familias monoparentales, el problema es peor ya que todo depende de esa única persona.
Además, muchos niños apenas ven a sus padres durante la semana, compartiendo con ellos apenas un poco de tiempo los fines de semana.
Es cierto que podemos recurrir a los abuelos o vecinos, pero estas figuras, jamás tendrán el poder, autoridad y peso suficiente para el menor.
Muchas veces escuchamos frases del tipo: no hay valores, no hay respeto ni vergüenza, pero esto no es así. Sí hay valores y respeto, lo que ocurre es que ya no son los mismos que antes, estos han cambiado, variado, no se han perdido; y ocurre lo mismo con la manera de educar.
Estamos en un momento en que la conciliación y la comunicación familiar son herramientas más que necesarias para una buena convivencia intrafamiliar. Pero aún así, nos quedaríamos cortos, ya que la cuestión es saber si podemos responder con seguridad a cuestiones del tipo: ¿sé lo que hace mi hijo, hermano, etc… fuera de casa?, ¿sé realmente dónde está?
En un primer momento, consideramos que si el menor sale en horas prudenciales, estará a salvo, rodeados de buenos hábitos y buena gente, ¿pero cómo estar seguro?
No es cuestión de espiar a los menores, ni de hacer lo que hagan los padres y madres de los amigos/as de tu hijo/a, se trata de pactar una serie de normas de convivencia entre padres e hijos adaptadas a las necesidades, cualidades y madurez del niño. No todos los hijos son iguales, ni tienen los mismos deseos, ni responsabilidad. Cada persona lleva su propio desarrollo y es acertado adecuar las normas y reglas de convivencia según el perfil de cada sujeto. Todo esto es más fácil si procuramos desde que son pequeños un clima de confianza y respeto entre adultos (padres y/o cuidadores) con los niños/menores a cargo.
Y, ¿cómo comienzo a establecer confianza con mi hijo/a?
Lo primero que debe preguntarse es si está preparado para mantener conversaciones en las que su hijo/a se sincere, pues seguramente escuchará información que no le guste en absoluto, pero si quiere acercarse a él/ella, tendrá que conocer su mundo, sus inquietudes, deseos y miedos, para poder conocer esa parte oculta de su hijo/a.
Lo segundo, no se alarme, no se enfade de lo que escuche.
Si consigue que su hijo/a se sincere aunque sea en una pequeña parte, está consiguiendo mucho y es síntoma de que ambos van por buen camino. Escúchele, pregunte sin miedo aquello que no entienda e interésese después cómo se siente él/ella con todo lo que le está comentando, si cambiaría algo, si está a gusto con las decisiones que está tomando en su vida. Reconfórtele diciendo que usted está ahí para lo que necesite.
Tercero, comience a pactar normas de convivencia.
Ahora tiene mucha más información de su hijo/a, no solo de cómo se divierte, las relaciones que tiene, las decisiones que toma, si no también de cómo es él/ella y de su madurez emocional. Con toda esta información, pueden empezar a desarrollar unas normas de convivencia entre ambas partes y ambos se comprometerán a cumplirlas y respetarlas para el buen funcionamiento del núcleo familiar.
Imagino que creerán que es difícil de realizar, pero realmente lo que se necesita es tiempo, dedicación y muchas ganas de adaptarse a la nueva realidad social para conseguir posiciones cercanas de nuestros menores. En realidad, cuando pasas tiempo escuchando e intentando conocer de primera mano las inquietudes y vida adolescente, te das cuenta, que variando el tipo de moda, horarios de salida, música y hábitos de relación social, nuestras inquietudes, miedos e inseguridades no varían mucho de las de ellos, pues siempre pedíamos llegar más tarde a casa, ropa nueva y a la moda, y todos y todas tuvimos alguna vez un Rober que nos hacía perder la cabeza… ¿se acuerdan?
1 Datos extraídos de elaboración propia. Contenidos en el Proyecto fin de Máster “Cambio social y Delincuencia Juvenil·. UCLM, 2012.
Bibliografía
Alicante (Comunidad Valenciana / 1977)
Diplomada en Relaciones Laborales y Licenciada en Criminología por la Universidad de Alicante.
Técnico Superior en Integración Social. IES. Francisco Figueras Pacheco (Alicante).
Máster en Criminología y Delincuencia Juvenil y Doctoranda en Criminología y Delincuencia Juvenil. Ambos cursados por la Universidad de Castilla la Mancha. (Albacete).
Posee diversos cursos de pedagogía y psicología así como el CAP (especialidad en Psicología).
Ha trabajado como técnico de formación y selección de personal.
Actualmente su campo de estudio son menores con comportamientos disruptivos, conductas agresivas y violentas.