Tabla de contenidos
1. Resumen
En la década de los 80, tres grandes tragedias sacudieron el fútbol europeo y, en particular, a Inglaterra que sumaron casi 200 víctimas en estadios de fútbol. En este artículo se realiza una revisión de esas tragedias con la cruzada del gobierno de Margaret Thatcher contra el hooliganismo, y cómo esa percepción del hooligan como enemigo llevó a juzgar erróneamente las causas de la tragedia de Hillsborough, donde 96 aficionados del Liverpool perdieron su vida. Una tragedia que cambiaría por completo los estándares de seguridad en los campos de fútbol británicos a raíz del conocido como Informe Taylor.
Palabras clave: hooliganismo, enemigo, estadios, seguridad, Hillsborough, Taylor
2. Una anécdota inicial
El que escribe estas líneas fue en su momento un fiel amante de uno de los videojuegos que se vendía en quioscos y que tantas horas de vicio y emoción le supuso: PC Fútbol. Este juego, nacido de las bases de Dinamic Multimedia, se convirtió en muy poco tiempo en el videojuego más vendido de todos los tiempos por parte de una empresa española (Esteve, 2016). Se trataba del manager futbolístico del momento, el que te permitía soñar con ascender a un humilde equipo de 2ªB a la más alta categoría para acabar luchando por la Champions League. Recuerdo, sin embargo, que había alguna que otra tarea dentro de la gestión virtual de un club en PC Fútbol que me resultaba tremendamente pesada o que no entendía muy bien en ese momento. Una de ellas era la obligación de tener que remodelar cada dos por tres el estadio a medida que ascendía de categoría, y que me llevaba a tener que gastar una gran parte del presupuesto del club en mejorar infraestructuras, y en no poder realizar apenas fichajes de relumbrón. ¿Por qué no podía seguir con mi humilde estadio y tenía que incorporar asientos a las gradas o mejorar los accesos al estadio?
3. Heysel, Zona Z
La final de la Copa de Europa de fútbol de 1985 será recordada siempre como uno de los acontecimientos más trágicos acaecidos hasta ahora en el mundo del deporte europeo. Ese año se celebraba la final entre el todopoderoso Liverpool, que ya había sido campeón de Europa en esa década en los años 1981 y 1984, y la Juventus. El estadio que acogió la final fue Heysel, en Bruselas, con capacidad para 60.000 espectadores. En total, se repartieron unas 25.000 entradas para cada equipo, y se reservaron el resto de entradas para que pudieran adquirirlas los aficionados locales. Sin embargo, al final muchas de estas entradas acabaron siendo revendidas por los propios locales a aficionados de Liverpool y Juventus (principalmente los segundos), provocando que la división inicial entre aficiones dentro del estadio no fuera tal (Hussey, 2005).
Una hora antes de que se iniciara el encuentro, se originó el fatal altercado de la zona Z, en una de las esquinas del estadio, donde concurrían aficionados de la Juventus, anexa a la zona X, abarrotada de aficionados del Liverpool. Muchos de los aficionados italianos que se encontraban en la zona Z habían adquirido sus entradas en la reventa, y ello hizo que las aficiones de Liverpool y Juventus estuvieran prácticamente pegadas. Una débil valla separaba a ambas hinchadas, y a ese riesgo se sumaba el hecho de que ese sector del estadio no contaba con asientos, aspecto que facilitaba los correcalles dentro de las gradas (cabe decir que en esa época esas secciones de las gradas raramente contaban con asientos). Así, los aficionados del Liverpool empezaron a lanzar objetos a los de la Juventus, hasta que en un momento dado terminaron por derribar parte de las vallas de separación entre zonas y accedieron al sector Z con ánimo de agredir a los seguidores italianos, generando una avalancha de aficionados intentando escapar a los ataques. Los aficionados se empezaron a amasar en la zona Z, cuyos accesos fueron cerrados para evitar más invasiones de un lado a otro, pero que acabó por convertir ese acceso en una jaula. Muchos de los aficionados intentaron sin éxito acceder al terreno de juego, pero las vallas que los separaban, estas sí mucho más férreas, hacían imposible su escapatoria. El resultado de la avalancha, 39 muertos, en su mayoría aficionados de la Juventus, y más de 600 heridos (Mullen, 2015).
La importancia del partido (una final de Copa de Europa) hizo que el impacto y las consecuencias tanto para el Liverpool como para el fútbol inglés fueran todavía mayores (excluidos de competiciones europeas durante 5 años), pero a pesar de los evidentes fallos en las medidas de seguridad tomadas, el foco de atención se lo llevaron los hooligans, que por supuesto no estaban ni mucho menos exentos de responsabilidad en lo sucedido. 14 aficionados del Liverpool fueron condenados a 3 años de prisión por la justicia belga (Heysel Stadium Disaster, s.f.), y el gobierno británico llegó a elevar la peligrosidad de los hooligans a la altura del IRA (BBC, 2005).
4. El problema del enemigo abstracto
La vergonzosa final europea (que, por cierto, llegó a jugarse a pesar de lo sucedido), abrió una campaña de criminalización y persecución de los hinchas radicales del fútbol inglés, una persecución que se focalizó en medidas meramente policiales, con redadas en pubs y locales frecuentados por hooligans. Sin embargo, muchos olvidan que apenas 2 semanas antes de la trágica final, en un partido de la Third Division Inglesa entre el Bradford y el Lincoln City, un incendio en la tribuna del estadio provocó la muerte de 56 personas y más de 265 personas heridas. En este caso poco tuvieron que ver los hooligans, y mucho más las medidas de seguridad del estadio: si bien muchos de los aficionados pudieron resguardarse accediendo fácilmente al terreno de juego, otros tantos que intentaron salir del recinto se encontraron con que los accesos estaban cerrados como medida para evitar que los espectadores entraran sin pagar (BBC, 2015). Igual que en el caso de Heysel, el estadio se convirtió en una jaula letal.
Pero a pesar de que en ambos casos se observaron deficiencias graves tanto en la infraestructura de los estadios como en las medidas de seguridad tomadas e incluso en el mantenimiento del estadio (el incendio se propagó muy rápido, y una de las hipótesis que se maneja es la basura que se albergaba en el estadio (Herbert, 2015), el señalado como gran culpable era siempre el hooligan. Hasta 1989.
A pesar de que la tragedia de Heysel marcara un antes y un después, las disputas entre hooligans de unos y otros equipos en Inglaterra era muy común, y las invasiones de campo estaban a la orden del día. Ese era uno de los principales motivos por los que el acceso a los terrenos de juego estaba separado por vallas que actuaban como grandes jaulas que impedían el paso de los espectadores, pero que a la vez impedían que se convirtiera en una vía de evacuación en el caso de que se produjera algún incidente. Sucedió en Heysel, pero a pesar de ello muchos campos de fútbol de alrededor de Europa siguieron conservando esa estructura de seguridad como un aspecto más en la lucha contra el hooliganismo. Entre ellos, el estadio de Hillsborough en Sheffield, lugar donde el 15 de abril de 1989 se disputaba el encuentro de la Copa de Inglaterra entre Liverpool y Nottingham Forest. En Inglaterra las semifinales de esta competición se juegan tradicionalmente en un terreno neutral, y en los años 80 eran ese tipo de encuentros los que generaban mayor tensión e incidentes, ya que se juntaba un gran número de aficionados de los respectivos clubes.
Para evitar conflictos entre hinchadas, se optó por una decisión arriesgada: colocar a cada afición en los fondos norte y sur respectivamente, para que de ese modo el acceso al estadio se realizara por lados de la ciudad diferentes. Sin embargo, ello provocó una gran acumulación de gente en los accesos a la grada del Liverpool, mucho más numerosa que la del Nottingham Forest, generando un caos incontrolable para los pocos efectivos policiales que se albergaban en ese sector. Para descongestionar esa acumulación de gente se tomó la que a la postre sería la decisión más desafortunada: abrir una de las puertas de acceso al estadio por la que miles de seguidores, con y sin entrada, empezaron a acceder sin control (Fiebre Maldini,2012). Dicha puerta daba directamente al túnel de acceso central de la grada, zona ya abarrotada de seguidores en la que no cabía ni un alfiler.
Sin embargo, la falta de orientación dentro del estadio hizo que la mayoría de esos seguidores optaran por dirigirse directamente a ese túnel, lugar donde se produjo el colapso de gente que provocaría la muerte de 96 personas que quedaron aplastadas en las fatídicas vallas que separaban la grada del terreno de juego, idéntico resultado que en el caso de Heysel.
El hecho de que se tratara de aficionados del Liverpool, cuya mala fama se extendía por toda Europa principalmente tras la tragedia de Heysel, hizo que tanto desde los altos mandos policiales como desde el propio gobierno británico, se intentara focalizar la culpabilidad de los acontecimientos a los hooligans (Fiebre Maldini, 2012).
Así mismo, y a pesar de la ocultación de mucha de la información policial que evidenciaba que poco había tenido que ver el hooliganismo en lo sucedido, fueron muchos los que vertieron sus dudas sobre la versión oficial del gobierno. Ello se tornó en una ardua lucha por conocer la verdad que todavía sigue a día de hoy, más de 25 años después, aunque parece que al fin ya ve la luz al final de ese fatídico túnel de Hillsborough, ya que recientemente el jurado encargado de decidir sobre el caso, compuesto por 6 hombres y 3 mujeres, dictaminaba que los 96 fallecidos no habían tenido ninguna culpa en su muerte (ESPNFC, 2016). Fruto de esta decisión, cerca de 5000 familiares de víctimas podrían recibir compensación por la muerte de sus allegados, pero sobretodo, consiguen hacer justicia limpiando la imagen de los fallecidos, que durante mucho tiempo tuvieron que convivir con la aureola de una falsa culpabilidad (Daily Mail, 2016).
Una aureola de culpabilidad que se empezó a diluir por completo cuando en 2012 el gobierno de David Cameron decidió publicar los cerca de 25.000 documentos confidenciales del Gobierno en los que entre otras cosas, se dió a conocer que 116 de los 164 testimonios policiales habían sido falseados o amañados para no perjudicar la imagen de la policía de South Yorkshire, que buena parte de las muertes se podría haber evitado de no ser por la inacción policial y de los servicios de emergencia, o que se realizaran pruebas de alcoholemia a los fallecidos de las que no hay constancia en el expediente médico, quién sabe si con el objetivo de culpar al “hooligan borracho” de lo sucedido (Cenizo, 2012). Recientemente, el propio David Duckenfield, jefe policial de la policía de South Yorkshire el día de la tragedia, reconoció los errores cometidos por no haber cerrado el túnel de acceso a una zona de la grada ya completada, la falta de información sobre hacia dónde debían dirigirse los aficionados, y la apertura de la puerta de acceso que provocó el desastre (Conn, 2015).
5. El informe Taylor y la «derrota» del «enemigo»
¿Por qué ni la policía ni los servicios de emergencia ofrecieron una respuesta más eficaz ante lo que se estaba aconteciendo? Podría explicarse parcialmente por esa cruzada del gobierno de Margaret Thatcher contra el hooliganismo (The Guardian, 2005), ya que, principalmente a raíz de Heysel, requirió “la vigilancia total de los clubes de fútbol para que se pueda identificar a la gente (involucrada en la violencia)” (Mullen, 2015). El aficionado al fútbol era observado con recelo por los cuerpos policiales, quienes ya desde la época de los 60, cuando el hooliganismo empezó a entrar en auge, tuvieron que hacer uso de la fuerza en demasiadas ocasiones (Dunning, 2012), fenómeno agudizado en los 80 en esa trinidad conformada por medios de comunicación, gobierno y policía (Chesshyre, 2012). A ello se sumaba la mala imagen que tenían los seguidores del Liverpool en aquel momento (Fiebre Maldini, 2012), y que pudo influir en la decisión inicial de contener a toda esa masa de aficionados que se pisaban los unos a los otros. De otro modo, no se explican algunas imágenes de Hillsborough con policías erguidos delante de los aficionados a pesar de las claras manifestaciones de pánico y de las peticiones agónicas de que se abrieran las puertas de las vallas que separaban la grada del terreno de juego.
Otro de los aspectos que podría explicar esa inacción policial podría ser que, a pesar de la ardua lucha para combatir el hooliganismo, nadie había acabado de comprender las causas del fenómeno en toda su complejidad. En este sentido, las palabras de Dunning (2012) sobre la concepción del hooliganismo en esa época suponen un aporte significativo:
¿Quienes son los hooligans y por qué actúan como actúan? Un análisis de algunas explicaciones académicas y populares arroja algo de luz en esta problemática. En Inglaterra, cinco explicaciones populares sobre el hooliganismo fueron propuestas, cada una de ellas sostenida por los medios, políticos y miembros de lo público en general. Estas explicaciones – algunas de ellas parcialmente contradictorias unas con otras- eran que el hooliganismo en el fútbol era causado por: el elevado consumo de alcohol, los incidentes violentos que pudieran darse en el terreno de juego y un arbitraje incompetente, el desempleo, y la permisividad. Ninguna de ellas estaba sostenida por evidencia científica alguna.[1]
El mismo Dunning (2012) refuta cada una de estas posturas. En primer lugar, el consumo de alcohol no puede constituirse como causa del hooliganismo en tanto que no todos los fans del fútbol que consumían alcohol se tornaban violentos, incluso aquellos que bebían mucho. Podría explorarse, en todo caso, el consumo excesivo de alcohol dentro del conjunto de “normas de masculinidad” existentes entre los grupos de hinchas radicales, pero se queda lejos de comprender la finalidad de estos grupos.
Tampoco el arbitraje o la violencia en el terreno de juego parece adentrarse demasiado en las raíces del hooliganismo, en tanto que una gran parte de los enfrentamientos entre aficiones se daba antes y después del partido, y del mismo modo, en espacios que poco tenían que ver con estadio.
Tampoco el desempleo parece ser una explicación fehaciente, ya que, como indica Dunning, en la década de los 30, a pesar de la elevada tasa de desempleo habida en Inglaterra, los incidentes violentos en el mundo del fútbol eran muy bajos y, como contraposición, en la década de los 60, momento en el que el hooliganismo iniciaba su auge, los índices de desempleo eran muy bajos. La cuarta explicación, sostenida principalmente por la derecha política, era que el grueso de hooligans estaba comandado por una generación de niños mimados que contaban con buenos puestos de trabajo, pertenecían a clases sociales acomodadas a los que se le habían hecho demasiadas concesiones, bajo el abanderado lema de generación “too much, too soon” (demasiado, demasiado pronto). Sin embargo, las cifras existentes sobre hooliganismo lo que han ido sosteniendo es que estos grupos, entre las décadas de los 60 y los 80 en Inglaterra, estaban más bien conformadas por personas de clase trabajadora y con bajos niveles educativos (Dunning, Murphy y Williams, 1988).
Curiosamente, sostenida por los datos que afirmaban que el hooliganismo nacía en la base de clases sociales bajas, surgió una corriente que calificaremos como “romántica”, tal y como indica Ingle (2013):
En los años 70 y 80 sociólogos marxistas argumentaron que el vandalismo en el fútbol era una respuesta de la clase obrera a la apropiación de los clubes por parte de propietarios que solo tenían intención de hacer del fútbol un negocio. Sonaba como una razón escamosa entonces – especialmente teniendo en cuenta que la violencia se dirigía sobre los fans de otros equipos- y en la era de la Premier League suena a estupidez pura y simple.[1]
Sea como fuere, estas explicaciones populares apenas fundamentadas, resultan claves para entender que la respuesta gubernamental se focalizara principalmente en la contención policial. A pesar de ser un fenómeno que inundó medios de comunicación y sobre el que el séptimo arte llegó a centrar su mirada, da la sensación de que desafortunadamente ninguno de ellos fue capaz de entender la problemática para dar una respuesta más eficaz y que fuera más allá del punitivismo.
Hillsborough fue la demostración de la derrota de las políticas represivas, desde el momento en el que 96 personas murieron inocentemente, y que llevaron al gobierno británico a adoptar un paquete de medidas para reducir el vandalismo y aumentar la seguridad en los estadios basado en las recomendaciones del conocido como Informe Taylor (Home Office, 1990).
Supervisado por Lord Taylor of Gosforth, este informe fue encargado a consecuencia de la tragedia de Hillsborough y, si bien en ningún momento se reconoce que la magnitud de la tragedia obedecía a unas deficientes infraestructuras y a la inacción policial, se puede leer entre líneas la conciencia del error si nos basamos en cuáles eran las principales medidas que se recomendaron, a saber:
- Que todas las secciones del estadio estuvieran dotadas de asientos para los espectadores.
- La creación por parte de la Football Association and the Football League de una suerte de consejo asesor en el diseño de los estadios (Advisory Design Council) encargado de orientar a los clubes de fútbol sobre cuál debe ser el diseño más óptimo de un campo de fútbol enfocado a la seguridad.
- La determinación del aforo máximo para cada sección del estadio.
- El monitoreo de las gradas con el uso de cámaras de vigilancia.
- Las pasarelas de acceso a los asientos debían estar libres de espectadores.
- La eliminación de cualquier tipo de valla o perímetro de acceso al terreno de juego.
- La adecuación a las certificaciones de seguridad correspondientes.
- La mejora de los servicios y equipamientos médicos y de emergencias.
- La mejora en la gestión operativa de los cuerpos policiales responsables de la seguridad en el estadio (Home Office, 1990).
La adopción de estas medidas supuso importantes inversiones para los clubes de fútbol, que además vieron como los aforos se veían drásticamente reducidos, lo cual influyó en un incremento del precio de las entradas, y que necesitó de ayudas gubernamentales para poder acometer todas las mejoras que se indicaban.
Fruto de ello, los incidentes en los estadios de fútbol fueron ostensiblemente reducidos, y el gobierno británico se marcó el tanto de haber derrotado al hooliganismo tras muchos años de lucha.
6. ¿Pero fue realmente derrotado?
Indicábamos anteriormente ese triángulo de poder conformado por gobierno, policía y medios de comunicación, que actuaban en sintonía unos con otros, unos difundiendo el discurso predominante del gobierno británico, otros gozando de un poder intachable en su guerra contra los enemigos que se marcaba el estado. Por ello, la derrota del hooliganismo debería ser puesta en duda, si bien en todo caso lo que debería decirse es que dejó de llamar la atención de los medios y pasó a un segundo plano. Y es que si bien los incidentes dentro de los estadios consiguieron reducirse ostensiblemente (Hillsborough fue la última gran tragedia sucedida en Inglaterra), no se puede decir lo mismo fuera de los estadios de fútbol. Se constató que, de hecho, el fenómeno estaba mutando hacia un hooliganismo de carácter nacional, donde los enfrentamientos no se darían tanto en enfrentamientos entre aficionados de diferentes clubes, sino en los eventos futbolísticos en los que estaba presente la selección inglesa. Así, tanto en la Copa del Mundo de Italia en 1990, como en la Eurocopa de Inglaterra de 1996, así como en el Mundial de Franciade1998,se reportaron diversos incidentes graves con los aficionados ingleses como principales protagonistas (Dunning, 2000). Especialmente preocupante fue la serie de altercados ocurridos en Trafalgar Square tras la eliminación de Inglaterra en la Euro 96 ante Alemania, a la que hay que añadir la muerte de un estudiante ruso apuñalado en Portsdale al ser confundido con un alemán (El País, 1996). Sin ir más lejos, la pasada Eurocopa de Francia 2016 ha sido el reflejo de que esta forma de hooliganismo transnacional está lejos de ser algo residual, con más de 300 detenidos durante el transcurso de la competición fruto de los diferentes incidentes entre hinchas radicales de las diferentes selecciones (Lemaitre, 2016), y que a punto estuvo de suponer la descalificación de las selecciones inglesa y rusa (Telecinco, 2016). Francia, un país que estuvo blindado y dotado de fuertes medidas de seguridad como consecuencia de los recientes atentados terroristas acaecidos, se vio envuelta en una dinámica de violencia provocada por un enemigo que no esperaba.
7. Conclusiones
Como hemos podido observar, la guerra contra el hooliganismo mantenida en los años 80 tuvo efectos colaterales catastróficos, con la muerte de cientos de inocentes en los campos de fútbol. Quizá la ausencia en primer lugar de autocrítica, y en segundo lugar de un análisis más profundo de las causas que provocaban el hooliganismo, fueron los detonantes. Lo que está claro es que ni las corrientes políticas de izquierdas ni las de derechas fueron capaces de ver más allá de sus ideologías: los primeros lo veían como un aspecto cuyo trasfondo tenía que ver con la lucha de clases, los segundos, con la aparición de una generación de niños mimados aficionados a ingerir grandes cantidades de alcohol, cuya única solución era la represión. La pregunta sería si realmente hemos avanzado mucho desde entonces en la raíz de la creación de grupos organizados de hinchas radicales en torno al fútbol, y si la respuesta que se está dando es más eficaz. Quizá porque Europa ha cambiado de enemigo, la atención mediática y política ha disminuido. No en balde, en la pasada Eurocopa, los hinchas ingleses respondieron a la contención policial de los disturbios de Marsella con cánticos de “Where is ISIS” (AS, 2016), como si de un modo u otro hubieran asumido que ellos ya no son los malos, y que por ese motivo estaban más legitimados a adueñarse de las calles de Francia por el mero hecho de ser europeos.
En este artículo nos hemos centrado en los movimientos de hinchas radicales en Reino Unido en un periodo muy determinado. Sin embargo, las raíces de la violencia en el fútbol se extienden por toda Europa, y se reproducen en una mayor escala en Sudamérica (donde precisamente las infraestructuras de los estadios son más precarias y tiende a haber peores consecuencias). Hay que entender que se trata de un fenómeno global, pero a la vez tener en consideración que la esencia y el sentido de estos grupos no tiene que ser el mismo en cada país. Cualquier plan de choque para erradicar el radicalismo en el fútbol debe tener en consideración esta violencia como fenómeno global, pero entendiéndola desde “la heterogeneidad de las sociedades” (Buil, 2016). Solo de ese modo podrá darse una respuesta más eficaz a la lucha contra una lacra que lleva ya demasiados años integrada en nuestra sociedad.
8. Bibliografía
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• Telecinco (2016, 12 junio). Inglaterra y Rusia podrían ser descalificadas si se repiten los incidentes de Marsella. Recuperado de http://www.telecinco.es/eurocopa/2016/ UEFA-descalificacion-Rusia-Inglaterraincidentes_0_2194500248.html
Soy Licenciado en Criminología y Filosofía por la UAB. En 2011 fundé Criminología y Justicia, empresa dedicada a la divulgación de contenido de caracter criminólogico-jurídico que contó con la participación de más de 100 autores hasta su cierre en 2017. Durante ese tiempo se publicaron más de 1000 artículos que han recibido ya más de dos millones de visitas; se publicaron cerca de una treintena de libros, y también se organizaron diferentes eventos y congresos enfocados a divulgar la Criminología.
Ahora mi interés estriba en aplicar toda esa experiencia en el mundo de la divulgación científica a otros ámbitos dentro de la comunicación digital.