Resumen
¿SEGUNDAS GENERACIONES NUNCA FUERON BUENAS?Artículo completo
I.- PLANTEAMIENTO
La evolución de los procesos migratorios se refleja en realidades muy distintas en cuanto a la recepción de inmigrantes, según los Países de acogida. Por lo que se refiere a los Países de nuestro entorno, mientras que Francia y Reino Unido ostentan una prolongada tradición inmigratoria, que se inicia a partir de 1920, en Alemania es a partir de los años 50, cuando comienza este proceso; en Italia y España, sin embargo, la afluencia de extranjeros es un fenómeno mucho más reciente, que se produce a gran escala a finales de los 90, particularmente en el caso español, de inmigrantes suramericanos.
Esta inmigración representa uno de los fenómenos más importantes que ha experimentado la sociedad española, que ha tenido que proceder a la integración de un importante contingente de ciudadanos de otros países, cosa que no siempre ha conseguido, siendo uno de los principales problemas de más difícil solución el que ha generado la inmigración en el ámbito de la marginalidad y el delito, particularmente, entre los jóvenes, que han conformado el fenómeno de las bandas juveniles latinas, que preocupa tanto a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como a los responsables políticos encargados de ofrecer respuestas al sentimiento de inseguridad que surge en la sociedad por las manifestaciones violentas de estos grupos de jóvenes, que se manifiestan sobre todo en la llamada “segunda generación” de inmigrantes, que se ha consolidado como la expresión más habitual para aludir a los hijos de los inmigrantes extranjeros residentes en el país de acogida, en este caso en España.
Aunque, por el momento, no existe en nuestro País una problemática concreta que defina a los hijos de los extranjeros inmigrantes como un segmento poblacional diferenciado, sí han empezado ya a aparecer subculturas urbanas en algunos barrios periféricos de nuestras ciudades, que generan episodios de violencia, que desembocan en “guerras abiertas” entre grupos o bandas rivales con un componente inmigrante importante, pues tienen como protagonistas a jóvenes cuyos padres emigraron a España desde países económicamente empobrecidos en busca de un porvenir mejor para sus familias. Esta situación presenta sus más altas proporciones, como ya hemos apuntado, en la “segunda generación” de inmigrantes, nacidos ya en el país de acogida -en España- y que por lo tanto son jóvenes españoles de “pura cepa”.
Desde la Criminología se han buscado argumentos explicativos de esta circunstancia en la anomia cultural y la marginación, que nos ponen en el camino de los clásicos elementos precursores de la etiología delictiva, como son: la pobreza, el racismo, el fracaso escolar, el desempleo, la drogadicción, la desorganización familiar etc. Siguiendo estas consideraciones, en este trabajo trataré de describir los patrones de comportamiento de los jóvenes de “segunda generación” en España en relación con actividades antisociales y delictivas, como parte de las dificultades en su proceso de aculturación social que puede afectar a su identidad y pertenencia social.
En cualquier caso, es preciso reseñar que la llamada “segunda generación” en España no es un grupo social homogéneo, antes al contrario, se trata de un grupo muy diverso según la pertenencia de clase social, país de procedencia, género, edad, conocimiento del idioma, etc. cuyo único nexo común es que sus padres tienen un origen distinto del país donde viven y, por tanto, una cultura también, en mayor o menor medida, diferente, aunque este trabajo estará centrado, principalmente, en la “segunda generación” de inmigrantes suramericanos.
II. DELINCUENCIA DE “SEGUNDA GENERACIÓN” EN ESPAÑA
1. Delincuencia e inmigración
Uno de los principales temores derivados de la inmigración siempre ha sido el de su relación con la delincuencia. En concreto en España, en los últimos tiempos asistimos a un incremento de las noticias que, en general, alertan sobre actos delictivos cometidos por extranjeros, particularmente, han ocupado numerosos espacios televisivos las bandas de jóvenes latinos que parecen invadir determinadas zonas urbanas de nuestras ciudades, imponiendo su “orden violento” a los ciudadanos autóctonos. La consecuencia inmediata de esta presencia masiva del binomio delincuencia-inmigración en los medios de comunicación es que la población autóctona va afianzando la percepción de que los extranjeros cometen un mayor número de delitos que los nacionales. Y es que cuando delito e inmigración se relacionan sin más datos que las estadísticas oficiales, inconscientemente, se produce una relación que puede propiciar, tanto una lógica preocupación en la sociedad, como una actitud negativa de la misma hacia la inmigración, situando al colectivo de inmigrantes como una amenaza externa que impone una estrategia de defensa de la sociedad.
En cualquier caso, por lo que se refiere a España y a simple vista, por los datos comparativos de las personas extranjeras que se hallan encarceladas, sí que podemos afirmar que los datos muestran una propensión más alta a delinquir por parte de los inmigrantes que de la población autóctona, pues mientras que el porcentaje de extranjeros en España es de un 10,59 por 100, el de reclusos extranjeros es de 28,21 por 100. Sin embargo, estos porcentajes necesitan una matización, pues la mayoría de los delitos cometidos por extranjeros tienen su origen en los residentes irregulares; es decir, en los inmigrantes ilegales. Es en este grupo en el que se concentran los niveles más elevados de criminalidad y, probablemente, está ligado en lo esencial a la penetración y establecimiento de redes de delincuentes profesionales en nuestro país. Sin duda, este es un tema inquietante y grave, pero nada tiene que ver con la inmigración en sentido estricto.
2. Perfil de los componentes de los grupos violentos en España
La llamada “segunda generación”, posee algunos rasgos comunes que conllevan implicaciones sociales negativas, pues pertenecer a un colectivo de inmigrantes en las sociedades de acogida suele traer consigo mayores riesgos de exclusión social y mayores dificultades estructurales. Nos estamos refiriendo al etiquetamiento social de determinados colectivos, a condiciones discriminatorias en el acceso al mundo laboral, a dificultades para encontrar una vivienda digna, a residir en barrios marginales o a vivir en una situación de ilegalidad permanente por los requerimientos estrictos que imponen las políticas migratorias. Todos estos son factores estructurales que potencian el surgimiento de conflictos y favorecen la exclusión social de los inmigrantes.
En concreto, y por lo que se refiere a la “segunda generación” de los inmigrantes suramericanos en España, que es la más significativa, pues, según datos del Ministerio del Interior, son quienes integran hoy, de forma mayoritaria, las 88 bandas latinas legales e ilegales existentes en todo el país, cuyos componentes son jóvenes de origen dominicano, ecuatoriano o colombiano, pero españoles de nacimiento o de nacionalidad, un fenómeno que viene a reproducir el que ya fue detectado en Francia en el año 2005, cuando se analizó la composición de los grupos violentos de los extrarradios con motivo de la ola de vandalismo que sacudió la periferia de París, donde se descubrió que muchos de los actores de los disturbios eran miembros de la “segunda o tercera generación” de inmigrantes de origen magrebí, subsahariano o turco, cuya entrada en suelo galo se había registrado mucho tiempo atrás, algunos en la década de los 60. Es decir, se reveló que se trataba de jóvenes franceses de nacimiento o de nacionalidad, en consecuencia educados y crecidos en Francia, y no de recién llegados en situación irregular en ese país, como tradicionalmente se había presumido.
En concreto en España, según los datos manejados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, el prototipo de estos pandilleros obedece a un patrón que, es el de un varón que suele ingresar en la organización delictiva siendo menor de edad, que socio-laboralmente se circunscribe a los ámbitos de marginalidad -fracaso escolar, paro, entorno familiar desestructurado etc– y que cuenta con un perfil delictivo. De hecho, el 95% de los 437 miembros de estas bandas que fueron detenidos durante el año 2015 en España tenían antecedentes policiales, en general, por lesiones, amenazas, riña tumultuaria o robo con violencia. Y es que, según describen fuentes del Ministerio del Interior, la mayoría de las acciones perpetradas por estos grupos se alejan bastante de lo que se conoce como “criminalidad organizada” para limitarse, habitualmente, a enfrentamientos de baja intensidad por el dominio de zonas de actuación: el control de los parques y el Metro, el menudeo de la droga, que constituye su fuente fundamental de financiación. Por otra parte, las redes sociales se han convertido en el canal en el que difunden sus actos para darles repercusión.
El “retrato robot” del pandillero que se ha conformado en España y que dibujan las investigaciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, desmiente un cliché socialmente extendido, pues no se trata de jóvenes extranjeros “irregulares”, sino de individuos de nacionalidad española, puesto que han nacido en España o han adquirido la nacionalidad española. Esta circunstancia hace que no sea una tarea fácil realizar un análisis de los índices de delincuencia juvenil de “segunda generación” de inmigrantes, debido a que la mayoría de los hijos de extranjeros residentes en España han adquirido la nacionalidad española, por lo que son contabilizados como “nativos” en las estadísticas oficiales. Este es un caso en el que lo social y lo jurídico discurren a menudo por vías diferentes.
III. LA CONDUCTA ANTISOCIAL EN LOS JÓVENES DE “SEGUNDA GENERACIÓN”
La descripción tipo de los componentes de las bandas juveniles de “segunda generación” en España nos remite a un varón de entre 14 y 25 años, integrado en el grupo desde la minoría de edad, y con un entorno familiar desestructurado, que es puerta de entrada al fracaso escolar, la marginalidad y el delito.
1. Algunas explicaciones criminológicas
Los inmigrantes y sus descendientes viven frecuentemente situaciones de “desventaja social” en las sociedad de acogida, que tienen su manifestación más destacada en el ámbito de la delincuencia juvenil. La relación entre inmigración y delincuencia ha sido uno de los temas más recurrentes de la Criminología, que en la explicación del fenómeno delictivo entre los jóvenes de “segunda generación” de inmigrantes ha buscado una explicación justificativa en conceptos criminológicos, tales como el de “desorganización social”, “control social”, “tensión social”, “etiquetado”, “subcultura” etc,.
Según estas teorías criminológicas, los problemas más comunes entre estos jóvenes de “segunda generación” son los derivados de su proceso de adaptación al nuevo entorno. Estos estudios indican que estos jóvenes de “segunda generación” suelen experimentar discriminación o desigualdad de oportunidades en el ámbito educativo y en el acceso al mundo laboral, lo que puede favorecer, entre los más vulnerables, estilos delictivos peligrosos -la integración en bandas- o persistentes carreras delictivas, con las implicaciones consabidas en la inseguridad ciudadana que ello conlleva. Y es que mientras que las “segundas generaciones” están mejor integradas en las sociedades del país de acogida que sus padres, al mismo tiempo también sus expectativas son mayores -equiparables a las del país de acogida- y, en consecuencia, pueden sentirse, en mayor medida, excluidos de la sociedad, si ven limitadas esas expectativas.
Mientras que sus progenitores pueden estar satisfechos con empleos precarios, que de cualquier forma les aportarán ingresos superiores a los que recibirían en sus países de origen, sin embargo sus hijos al comparar sus oportunidades con las de los jóvenes autóctonos y, no con la sociedad de origen -que en muchos casos tan sólo conocen por referencias familiares- les puede generar sentimientos de frustración, que pueden conducirles a sustituir las metas, socialmente aceptadas, por vías fáciles de conseguir bienes de consumo a través de la economía sumergidas y la actividad delictiva; apoyadas generalmente en ambientes subculturales.
Asimismo, otro de los problemas importantes de este colectivo de “segunda generación”, sobre todo entre los más adolescentes, son los problemas de relación. Suelen tener estos adolescntes graves problemas para acceder a un grupo de amigos españoles, por lo que optan por relacionarse con iguales de su misma procedencia, con el consiguiente riesgo de creación de subgrupos, que comienzan ya en el propio Colegio y que se trasladan a la calle. Estos adolescente no saben cómo integrarse y aparece el choque cultural como factor desestabilizador, que les puede llevar a conductas antisociales. Muchas de las “desventajas” de esos jóvenes de “segunda generación” se van acumulando hasta conducirles, inevitablemente, a la marginal y a la actividad delictiva.
2. El fracaso de las políticas de integración social
Centrándonos en el análisis del comportamiento de los jóvenes de “segunda generación” y, teniendo en cuenta que se han encontrado elevados niveles de actividad anti-normativa entre las pandillas conformadas por estos jóvenes a modo de estrategia defensiva y mecanismo de protección frente a las condiciones adversas que caracterizan su entorno social, entre otras razones, debido a las dificultades en la construcción de una identidad social y personal, se hace necesario poner el foco de atención en un posible fracaso de las políticas de integración de estos jóvenes de “segunda generación”, lo que puede ser el factor detonante de la unión a grupos juveniles con implicaciones delictivas y de manifestaciones violentas frente a otros jóvenes.
No cabe duda, que los inmigrantes cuentan con un elemento diferencial que es el proceso de aculturación y adaptación a una sociedad que no siempre les trata de forma igualitaria y equitativa; las dificultades en la configuración de su identidad cultural y su sentimiento de pertenencia social pueden potenciar los riesgos, que favorezcan una situación de desventaja acumulativa en su desarrollo, y provoquen un sentimiento de rechazo hacia el colectivo mayoritario, que puede manifestarse en acciones colectivas reivindicativas y de cambio social. Los disturbios callejeros sucedidos en Francia en el otoño de 2005 y mayo de 2007, los atentados cometidos por “segundas generaciones” de musulmanes radicales en Holanda con el asesinato del cineasta Theo van Gogh en noviembre de 2004, o en el Reino Unido, los atentados habidos en Londres, en julio 2005; y Glasgow, en junio 2007, y los más recientes ocurridos en París (Francia) en el año 12015, con el asalto a la redacción del semanario "Charlie Hebdo" y el atentado en la sala de fiestas Bataclán, y en Bélgica los atentados contra el aeropuerto y la línea de metro de Bruselas, este mismo año 2016, así como también este mismo año 2016, el atropello con un camión a ciudadanos que festejaban la Fiesta Nacional de Francia en el paseo principal de Niza, son el exponente de cómo un conflicto de identidades, o un mal tratamiento desde los poderes públicos hacia la diversidad cultural puede afectar al conjunto de la sociedad.
Desde la Sociología se plantean propuestas de intervención orientadas hacia la interculturalidad y el codesarrollo como elementos fundamentales de las políticas de integración para poder llevar a buen puerto las políticas sociales. Serían condiciones necesarias para la promoción de políticas de integración adecuadas, entre otras, el esfuerzo por el conocimiento mutuo, que implica voluntad de superación de los prejuicios existentes y la voluntad de reconocimiento de otras culturas y de sus agentes, pues el desconocimiento de las normas de relación de la sociedad de acogida, facilita que los jóvenes de origen inmigrante puedan perder el respeto a dichas normas sociales. Por lo tanto, es fundamental cuidar la vinculación afectiva de los jóvenes a la sociedad en la que viven, y en el caso de las minorías étnicas potenciar la comprensión de los valores que rigen la convivencia social para el logro de su integración.
En términos generales, la vinculación a la sociedad constituye un control informal de las actitudes y comportamientos de los jóvenes mediante respuestas negativas a comportamientos antisociales por parte del resto de ciudadanos. Este control informal, cuyo paradigma es la familia, será el encargado de potencia una actitud conformista hacia las normas de convivencia e incentivar a los jóvenes a interiorizar esa actitud, fomentando un adecuado autocontrol, una imagen positiva de sí mismos, una alta tolerancia a la frustración y un enorme sentido de la responsabilidad. Todo ello se convierte en un factor protector frente a la criminalidad y en una efectiva “vacuna” contra la delincuencia.
IV. CONCLUSIÓN
Quisiera terminar este artículo dando respuesta al interrogante que formulé en el título del trabajo y que parafraseando a esa expresión afirmativa de que “segundas partes nunca fueron buenas”, interrogativamente, yo preguntaba si ¿“segundas generaciones nunca fueron buenas”?. La respuesta, desde mi punto de vista, debe de ser negativa, es decir que las “segundas generaciones” de inmigrantes pueden y deben de ser mejores que las primeras generaciones, porque concurren, en las “segundas generaciones” elementos necesarios para que puedan ser y estar en la sociedad de acogida mejor que sus predecesores, porque son beneficiarios de la trayectoria recorrida por la primera generación de inmigrantes y herederos de mejoras económicas, sociales y culturales conseguidas por esa primera generación. Ahora bien, será necesario que esta “segunda generación” se integre en la sociedad de acogida adoptando sus normas culturales, creencias, actitudes y valores; bien es verdad, que en la elección de esta opción influirán mucho las expectativas de futuro que se les ofrezca esa sociedad de acogida.
Bibliografía
Javier Nistal Burón, es licenciado en Derecho y diplomado en Criminología. Pertenece al cuerpo funcionarial de juristas de Instituciones Penitenciarias. Ha publicado más de un centenar de artículos doctrinales en distintas Revistas especializadas; asimismo, es coautor de varias publicaciones y autor de algunos libros sobre la temática penitenciaria.