Diario de un preventivo (32)

Ayer, el kurdo, me pasó  el móvil. Es uno pequeño, fácil de encaletar. He llamado a Héctor pero ha cambiado de número. Claro, soy un gil si pienso que un traqueto, a cuya banda han detenido y que se dedica a estos menesteres, sigue con el mismo móvil. Realizo varias llamadas a antiguos contactos y al final uno me da esperanzas. Qué le llame en una semana; quizás me pueda decir algo, me comenta. Asimismo me pregunta el muy capullo, qué cómo sigo. Y qué le voy a contestar… que de puta madre. ¡La madre que lo parió! He dejado al pobre kurdo sin apenas saldo. Se lo pagó, ah y que lo necesito nuevamente el próximo domingo, le comento. A lo que responde:

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-Yo dejar domingo. Yo no necesitar tu pagar; tu tonto.

Y así me quedo, como un tonto, un bobo, un tolai, sin saber que decirle, aparte de, gracias, compi.

Joder, si la Pati se entera que hoy he aprendido a hacer un Filet Mignon, se cae de culo. Hemos preparado este plato en el curso de cocina, del que algunos hemos participado en su confección, todos hemos catado, y más de uno nos hemos traído una porción para nuestros compis del módulo. Está de a buten, y encima la salsa se prepara con brandy, con lo que a varios se les ha subido algo a la cabeza, en especial, los que llevan años aquí sin probar alcohol.

Aunque eso de la ausencia del alcohol en los patios es una quimera. Hombre, la mayoría de la peña no pilla, pero el que se mueve algo, tiene relaciones o parné, ese cata licores varios. Jean-Michel, el tatuador, me contó que en una prisión del norte, en compañía de otro gabacho que tocaba la guitarra con un funcionario que gustaba de esa afición, se ponían morados de whisky que el jicho traía a los ensayos en una petaca.

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Edu también me comentó, que un menda de este módulo, uno de esos pertenecientes a una familia del narcotráfico gallego, hizo traer en Navidad toda suerte de mariscos, vino y whisky, todo ello para el celebrar 31 de diciembre pasado. Un gicho, por un precio nada módico, lo introdujo.