«El hiperindividualismo como diría Gilles Lipovetsky, del criminólogo es otro factor que contribuye a la desaparición de una ética profesional, debo aclarar que este hiperindividualismo no solo está presente en el criminólogo, sino en la población en general, pero solo fue un punto por aclarar, el criminólogo como la mayoría de la sociedad mexicana, solo ve por él, quiere realizar sus sueños materiales, quiere trabajar y tener un buen sueldo, no hay un verdadero interés por reducir los índices de criminalidad, ni por proponer programas de prevención del delito, que beneficien a la comunidad, él quiere lo suyo, el dinero y el poder.»
Roberto Alonso Ramos Erosa
“Deontología Criminológica: Moralidad corrompida»
Antes de pasar a explicaros la historia de mi año en prisión he querido hacer un alto en el camino para explicar algo que debe tener en cuenta cualquier criminólogo que tenga intención de labrarse un futuro profesional. Probablemente el título del capítulo te haya llamado la atención, y si eres criminólogo o estás estudiando criminología, probablemente en la universidad no te hayan dicho nada de lo que te voy a explicar. Así que voy a revelarte un secreto que no te han contado hasta ahora: los criminólogos no somos especiales, ni tenemos superpoderes, ni somos más bondadosos que otros seres humanos, ni contamos con un sentido superior para la observación de un hecho delictivo, ni hemos nacido para procurar un mundo más justo y más seguro.
De hecho, creo que ese mundo de ilusión que se nos ha querido vender desde hace tiempo ha hecho realmente mucho daño a nuestras perspectivas laborales ¿Por qué digo esto? Pues porque ese sentimiento de superioridad científica ha llevado al criminólogo a un grado de pasividad alarmante a la hora de buscarse las habichuelas. Como somos tan especiales, todos esperábamos terminar nuestros estudios y encontrarnos con cualquiera de esos puestos de trabajo que los planes de estudios de las universidades nos prometían. ¿Qué ha pasado? Que como hasta ahora no hemos empezado a demostrar con hechos nuestras capacidades (y cuando digo demostrar con hechos me refiero a trabajar mucho de forma voluntaria para darte a conocer, ya sea dentro del ámbito público o privado, para que te empiecen a tener mínimamente en cuenta) llevamos unos cuantos años de retraso en lo que a inserción laboral se refiere. En España se puede atribuir parte del drama al que se ve sometido el criminólogo una vez finaliza sus estudios a la acuciante crisis que coincidió con la implantación de las licenciaturas en criminología, pero no explica la ausencia total del criminólogo sobretodo en la esfera pública, donde actualmente tiene un papel inexistente.
¿Hubo reuniones con instituciones públicas para abordar la integración del criminólogo en aquellas esferas en las que supuestamente debía participar activamente antes de que se implantaran los grados de criminología? ¿Se garantizó en algún momento esa inserción en las áreas profesionales que las universidades exponían? ¿Hubo algún tipo de contacto con empresas privadas para sondear qué posibilidades podría tener un criminólogo dentro de las mismas? ¿Se hizo, como se diría empresarialmente hablando, un estudio de mercado sobre la demanda que iba a haber del producto? Sinceramente, lo dudo mucho.
¿Por qué soy tan crítico con las universidades? Porque una cosa es vender optimismo, y otra cosa es vender humo. Antes de presentar un escenario optimista es menester explicar al alumno, que cada vez tiene que hacer mayores esfuerzos para matricularse en la universidad, la realidad que le tocará afrontar una vez termine la carrera. Si la realidad es deprimente, hay que mostrarla como tal porque en esta vida no estamos precisamente para perder el tiempo.
Y a día de hoy, si estás estudiando criminología, da por hecho esto: te lo vas a tener que “currar” muchísimo para poder conseguir tu sueño de trabajar en algo relacionado con tus estudios. Es cierto que, exceptuando unas pocas titulaciones, son excepción las carreras que ofrezcan unas mínimas garantías laborales. Sin embargo, el hándicap del criminólogo es mayor por dos razones: el desconocimiento existente sobre su figura y sus funciones, y el hecho de que los puestos para los que supuestamente nos preparan están ya ocupados por otros profesionales. Independientemente de que lo hagan mejor o peor, ahora mismo esos puestos están cubiertos, y es lógico y respetable que luchen por mantener su estatus laboral.
¿Cuándo tuve esta revelación? Pues, básicamente, cuando finalicé los estudios de criminología y tuve que enfrentarme a la cruda realidad laboral. Algunos ya me lo habían hecho saber, pero sin embargo tenía fe en que mis capacidades y mi “interdisciplina” me abrirían muchas puertas. Resultó ser todo lo contrario: la ausencia absoluta de modelos específicos de aplicación de nuestro conocimiento me impedía destacar sobre otros profesionales. Sí, adquirí conocimientos de técnicas de investigación cuantitativa y cualitativa pero ¿Me capacita eso más que un sociólogo para realizar estudios sobre criminalidad? No, sin duda él tiene mucho mayor conocimiento metodológico que yo, independientemente de que pueda tener más o menos conocimientos en torno al fenómeno criminal. Sí, adquirí ciertos conocimientos en torno a la psicología y psicopatología criminal pero ¿Estoy capacitado para realizar algún tipo de diagnóstico o tratamiento siguiendo una metodología concreta? No, de ningún modo. Sí, aprendí bastante de derecho pero ¿Me faculta eso para ejercer en algún puesto en el que actualmente se encuentra un titulado en derecho? No, ellos manejan mucho mejor que yo la base jurídica sobre la que se debe trabajar en cualquier ámbito del proceso penal.
De los conocimientos en medicina ya ni siquiera hago mención porque estos fueron ridículos no en calidad pero sí en cantidad (una sola asignatura en toda la carrera, y no parece que el cambio a grados de cuatro años haya variado ese concepto).
Que la solución propuesta desde algunas universidades a nuestro abismo laboral sean las dobles titulaciones hace si cabe aún más preocupante nuestra situación: nos invitan, una vez más, a seguir dependiendo de las otras disciplinas para sobrevivir. ¿Qué pasará? Que para poder ejercer funciones de “criminólogo” antes tendrás que pasar por ser psicólogo, titulado en derecho, sociólogo…Dicho llanamente, ello no llevaría más que a dispararse en un pie.
El reflejo de ese desmoronamiento laboral del criminólogo creo que lo refleja fielmente la descripción que la universidad en la que cursé los estudios hace de nuestras salidas profesionales:
«El ejercicio profesional de la criminología resulta de interés en los ámbitos relacionados con la delincuencia [¡Bravo! Ignoraba por completo que la criminología tuviera relación alguna con el estudio de la delincuencia]. El conocimiento científico sobre su prevención y tratamiento permite mejorar la efectividad de los agentes de control social formal e informal para la reducción de la delincuencia.»
Eso es todo en lo que compete a nuestras salidas profesionales. La parte buena es que al contrario de otras universidades no promete algo falsamente laboralmente hablando. La parte mala es, igualmente, que no promete nada laboralmente hablando.
Bien, espero que después de esto no te encuentres ahora mismo llorando en una esquina de forma desconsolada. Y si es así, voy a intentar hacer todo lo posible para que la visión que te acabo de presentar sea solo el primer paso hacia nuestro éxito.
Afortunadamente, no todo está perdido, y como he comentado antes, algunos compañeros se han puesto las pilas y están sacrificando incluso parte de su vida personal por demostrar (hago énfasis en el verbo) la utilidad de la criminología. Además, conocer la realidad de nuestra situación nos permite saber algo mejor qué es lo que debemos hacer si deseamos reconducir nuestro camino. Descubrir que no tenemos superpoderes nos va a ayudar mucho ¡Os lo garantizo! Cuando eres criminólogo sin superpoderes todo son ventajas: basta usar el sentido común para poder dedicarte a ella.
Para empezar, debemos replantear nuestro discurso y dejar de presentar nuestra interdisciplina como un plus que nos diferencia de otros colectivos profesionales, porque a la vista está que más que beneficiarnos, nos ha perjudicado dejándonos en un limbo laboral difícil de superar. Al respecto, el criminólogo mexicano Wael Hikal es uno de los que ha abordado este problema con más contundencia, por ejemplo en su artículo “Las miserias de la criminología”:
“la fijación mental persiste, y peor son los debates que se crean al respecto, además de si es ciencia o no lo es, sencillamente (desde esta humilde opinión y respetando las demás) TODAS las carreras en cualquier nivel son interdisciplinarias y a todas se les cuestiona su carácter científico o no, si la Psiquiatría lo es, la Psicología, Derecho, Sociología, etc., se pueden medir desde varios aspectos y siempre habrá puntos a favor y contra. Todos los planes de estudio se conforman de otra variedad de materias, TODOS. “
En otro artículo posterior “La ridiculez de lo interdisciplinario y todo es ‘criminológico’. Hacia las Criminologías Específicas” afirma también que “en Criminología, se ha abusado de la interdisciplina y se ha estancado en ello; es decir, los criminólogos no han trabajado para especializar su campo de acción y conocimiento específico, y suele vivir en la fantasía de que hay un cuerpo de profesionales de las demás áreas que trabajan en el quehacer de la Criminología.”
Otro error de base que debemos asumir estriba en el modo el que se debe pensar nuestra contribución social. Podríamos hablar largo y tendido sobre el papel que se le debería dar al criminólogo en la aplicación de políticas públicas de seguridad, de su utilidad y eficacia en la prevención general de la delincuencia…pero creo que se comete un error en el planteamiento que hacemos.
Recuerdo que en su momento el profesor Marcelo Aebi mencionaba en sus clases que el criminólogo debiera estar presente en todos los ayuntamientos en la elaboración de políticas criminales. Una utopía que efectivamente reduciría los índices de delincuencia en las poblaciones, pero que olvida que la política no obedece en la elección de cargos a criterio científico alguno, ni siquiera en ocasiones a la racionalidad, y sí más a la ideología y a las luchas de poder que dentro de estos encontramos. En vez de dirimir la cuestión sobre dónde debería/podría trabajar un criminólogo, lo que hay que plantear es dónde y para qué nos necesitan. Hay que ser entonces concretos.
Para que se me entienda mejor, creo que se puede hacer un símil de la relación del estado con el criminólogo comparándolo con la que tiene nuestro coche con el mecánico: Tú irás al mecánico y te dirá que debes cambiar neumáticos, aceite, pastillas de freno…para que tu coche no se estropee. Sin embargo, que no lo hagas no impedirá necesariamente que tu coche siga funcionando (eso sí, como te quedes tirado o tengas un accidente te acordarás de esa reparación que debiste hacer). Aplicado a la relación entre estado y criminólogo, este último tiene herramientas suficientes para arreglar algunas de las múltiples disfunciones que tienen los países en lo que a seguridad pública se refiere, pero el estado puede pasar sin ellas. De hecho, es por todos conocido el juego que llevan a cabo los partidos políticos con todo lo que concierne a la criminalidad, fomentando intencionadamente entre los ciudadanos cierta percepción de inseguridad acompañada con promesas de punitivismo que poco o nada tienen que ver con políticas criminales eficaces, pero que permiten al partido político de turno arañar unos cuantos votos en las urnas. Véase, por ejemplo, el triunfo del discurso criminalizador de García Albiol sobre los inmigrantes de la localidad de Badalona (Barcelona) gracias al cual consiguió acceder a la alcaldía (Al respecto, recomiendo ver un monólogo de Andreu Buenfauente en el que se habla de los ya famosos panfletos de los gitanos rumanos. Por suerte, si de algo goza de buena salud España es de buenos humoristas). Dicho rápido y sencillo, ni estamos ni se nos espera.
Otro de los postulados clave, si no el que más, es que debemos dejar de lado el llanto y de decir que no nos quieren y preocuparnos más por hacer que por esperar a que nuestros lloros tengan efecto. Si todo el tiempo que se ha perdido en quejas se hubiera ocupado en mostrar nuestras capacidades y crear proyectos, probablemente este libro ya no sería ni siquiera necesario. Pero por desgracia no es el caso. Y lo que pretendo mostrarte a través de estas páginas es que haciendo cosas uno obtiene resultados que nunca se hubiera imaginado. Lo mejor de todo es que no es necesario que hagas nada sobrenatural, ni que reinventes la rueda. Hacer cosas normales es la clave de nuestro éxito. Pero hemos de hacerlas.
Para saber si vas por buen o mal camino hazte esta pregunta ¿Qué he hecho hoy para llegar a ser criminólogo?
*Este artículo se corresponde al capítulo IV del recientemente publicado libro «Emprender en Criminología». Si te ha gustado, puedes comprarlo en Amazon tanto en papel como en digital.
Soy Licenciado en Criminología y Filosofía por la UAB. En 2011 fundé Criminología y Justicia, empresa dedicada a la divulgación de contenido de caracter criminólogico-jurídico que contó con la participación de más de 100 autores hasta su cierre en 2017. Durante ese tiempo se publicaron más de 1000 artículos que han recibido ya más de dos millones de visitas; se publicaron cerca de una treintena de libros, y también se organizaron diferentes eventos y congresos enfocados a divulgar la Criminología.
Ahora mi interés estriba en aplicar toda esa experiencia en el mundo de la divulgación científica a otros ámbitos dentro de la comunicación digital.