Resumen
Los enfoques funcionalistas se basan en la teoría del rol que defiende la importancia de la socialización diferencial entre hombres y mujeres a la hora de desempeñar sus roles respectivos y, por ende, de explicar su conducta, rechazando de esta manera el determinismo biológico-individual.
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Enfatizan la existencia de métodos culturalmente diferentes de socialización con los chicos y con las chicas en las sociedades industrializadas: la mujer, en nuestra sociedad, es supervisada más de cerca que el hombre, siendo más probable que su forma de ser sea pasiva y sumisa, mientras que por el contrario el hombre recibe una socialización que le hace ser más independiente, agresivo, ambicioso, etc. En las ocasiones en que la mujer participa en actividades delictivas su socialización actúa delatándola, de forma que, por ejemplo, sus delitos suelen ser menos violentos.
Hay autores que afirman que la relación entre criminalidad femenina y “Movimiento de Liberación de la Mujer” es determinante, lo que sirve como justificación a sectores arcaicos de la sociedad para argumentar una vuelta a pensamientos y actitudes retrógradas y rancias que retomen el sometimiento de la mujer en aras de una protección social tanto de la comunidad como de las propias mujeres.
REVERSIÓN VERSUS CONVERGENCIA DE ROLES
Esta diferencia pone de manifiesto cómo las teorías de la delincuencia de la mujer se pueden caracterizar como teorías de roles sexuales, consecuencia de la aparente inadecuación empírica de las teorías dominantes especificas para los hombres.
Esta teoría defiende que tanto la mujer delincuente como la participante en el movimiento de liberación de la mujer posee un rol sexual inferior al de la mujer conformista u oprimida, y es que esta teoría defiende que con la aparición de dicho movimiento de liberación las anteriores dóciles mujeres se han virilizado (lo que se ha llamado reversión del rol) y que con este incremento de la virilización, se ha sufrido también un incremento de la delincuencia, que ha conllevado a la vez a la comisión de delitos de un mayor grado de violencia.
Otra visión del mismo supuesto la aporta la teoría de los roles convergentes que defiende que cuando se produce simultáneamente una masculinización de los roles femeninos y una feminización de los masculinos se llega a una convergencia de expectativas sobre los roles sexuales, lo que supone a la vez que se aproximen entre sí las tasas de delincuencia cometidas por varones y mujeres.
Ambas teorías se equivocan, pues no se llegan a cumplir las premisas que predicen una mayor similitud de la conducta delictiva en el hombre y en la mujer, ni un aumento en sus tasas de comisión de delitos, ni una equiparación en su forma de vida.
TEORÍA DE LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES
Tiene su origen en la Teoría de Oportunidades Diferenciales en la que se integran la teoría mertoniana de la anomia, la de los contactos diferenciales de Sutherland o la teoría de la subcultura de Cohen.
Esta teoría defiende que una progresiva integración de la mujer en la esfera pública, con un incremento en su nivel de aspiraciones y al disponer de las mismas oportunidades legítimas que el hombre para acceder a los fines deseados debería traer consigo una elevación en su tasa de criminalidad hasta que se llegue a equiparar con la del varón, sin embargo las estadísticas han demostrado que si bien la criminalidad femenina ha aumentado dista mucho de compararse a la del varón y no sólo en número sino también en la tipología delictiva.
A la tesis mertoniana de que las clases peor dotadas y más apartadas de los medios legítimos para conseguir los fines deseados son las más proclives a la desviación se añade una nueva variable de aspecto subjetivo y con carácter psicológico: el grado de resistencia al comportamiento criminal, y que consiste en el grado que en último término dispone cada sujeto para oponerse al comportamiento delictivo, de esta forma las mujeres afectadas por las mismas condiciones sociales adversas y con el mismo grado de frustración, cometerán o no un acto delictivo según sea su nivel individual de resistencia a la opción criminal.
TEORÍA DE LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER
Una de las características implícitas dentro de la teoría del rol respecto a la criminalidad de la mujer consiste en afirmar que a medida que los roles sexuales del hombre y de la mujer van cambiando se va produciendo un incremento cada vez mayor de la delincuencia de esta última, pues con la libertad y la independencia de la mujer van aumentando cada vez más las oportunidades y posibilidades que típicamente suele tener el varón.
Sin embargo como en las anteriores teorías las premisas que plantean no han podido ser probadas de manera empírica como por ejemplo la presunción, sin más, de que en la actualidad la mujer tiene más posibilidades en la vida social y que este hecho la lleva a cometer más delitos. Ninguna de estas dos premisas está demostrada.
La incidencia del Movimiento de Liberación de la Mujer, al que los defensores de estas teorías culpan del aumento de la delincuencia femenina, sobre la criminalidad de las mujeres ha sido escasa, el aumento de dicha delincuencia debe explicarse principalmente por dos motivos: la nueva percepción que las instituciones de control tienen sobre la mujer y sobre todo a las condiciones económicas y la proliferación de drogas (el tráfico de estupefacientes es el delito cometido mayoritariamente por mujeres).
No se puede hablar de relación entre criminalidad femenina y emancipación de la mujer, lo que tiene relación con el aumento de las tasas de criminalidad es la existencia de grandes desigualdades económicas y son estas desigualdades lo que llevaría a la mujer a cometer mayor número de delitos, la relación no sería emancipación de la mujer versus aumento de la delincuencia sino feminización de la pobreza versus incremento de la criminalidad femenina.
Bibliografía
Doctora en Sociología, especializada en desviación social y género.
Especialista en Investigación Criminal.
Apasionada de la justicia y la igualdad.
Intentando continuar la estela de las grandes mujeres y excepcionales penalistas Doña Concepción Arenal y Doña Victoria Kent en la creencia de que el delincuente (y la delincuente) es una persona y por ello su comportamiento y sus necesidades deben ser estudiados, conocidos y de ser posible (en la medida de lo posible) dar una respuesta y solución.