Resumen
Consuelo Ordoñez, ha opinado “el estado no puede dejar de exigir el requisito de colaboración y no debe fomentar la flexibilidad en el cumplimiento de las penas”, también ha criticado que el Ministerio de Interior haya hecho caso omiso a esta petición de las víctimas de que se haga justicia.
El propósito de la reflexión de hoy, no es hablar de víctimas de terrorismo exclusivamente sino de toda clase de victimas, de todos los seres humanos que han sufrido un daño que según el estado es un delito y por eso, está sancionado por la ley.
Artículo completo
Desde que oí que las “victimas quieren que se haga justicia”, no puedo dejar de preguntarme varias cosas: ¿por qué parece que castigo, se equipara a hacer justicia?, ambos términos se utilizan de forma intercambiable, muy a menudo, de ahí que cuando se “clama por más justicia”, muchas personas, yo diría la mayoría lo que hace es reclamar más castigo y penas más duras. Es más parece que “justicia” se utiliza eufemísticamente, para referirnos a castigo. Si esto es así: ¿Qué pasa con aquellas personas que han sufrido un delito, pero el delincuente no ha sido capturado o no está identificado?
¿Debemos pensar que puesto que no se puede castigar a nadie, no se puede hacer justicia? Esto no debería ser así, ya que no solo sería injusto valga la redundancia, sino que estaríamos abandonando a su suerte a personas que necesitan nuestra ayuda. Si nos centramos exclusivamente en que la justicia está para castigar al infractor, como ocurre generalmente con el sistema tradicional de justicia penal, estamos cubriendo solamente las expectativas de algunas victimas y de alguna clase de delitos. Pero para otras víctimas, bien porque el delincuente no ha sido capturado, bien porque es desconocido o simplemente porque para superar el delito tienen otras necesidades, hacer justicia significa algo más. Con esto no estoy queriendo decir que hay victimas “malas” (porque su deseo es la venganzas del estado a través del castigo) y victimas “buenas” (porque necesitan otro tipo de justicia como poder contar su historia), simplemente cada persona es diferente y cada uno de nosotros, afrontamos los problemas de forma distinta. Lo que si es nuestra obligación es intentar que todas las víctimas sientan que se ha hecho justicia de la manera que reclaman y esperan, es decir deberíamos poder ofrecerlas una respuesta al delito de forma personalizada.
Aquí es donde la Justicia Restaurativa juega un papel importante, porque lejos de lo que algunos creen al relacionarla exclusivamente con encuentros entre victima e infractor, esta justicia es mucho más. Va más allá, y es un instrumento muy significativo para ayudar a las personas que sufren un delito a superar este trauma y a despojarse del rol de victima. Porque para que una victima pueda iniciar su camino hacia la recuperación, necesita dejar de sentirse víctima, y esto se consigue de una manera más adecuada, si la damos la posibilidad de hablar y expresarse y además propiciamos que obtenga una reparación o compensación por el daño que ha sufrido. Para todo esto, es imprescindible atender las necesidades de todas las victimas, con independencia de que si el infractor es capturado, sea sometido a un juicio.
Desde que las victimas sufren un daño, sea moral o material, se generan en ellas sentimientos de miedo, ira, ansiedad y aislamiento y para mitigar estos sentimientos las víctimas deben transformarlos en otros más constructivos, como seguridad, justicia, control y respeto. De ahí, que la justicia restaurativa atienda mejor estas necesidades y lejos de reclamar exclusivamente el castigo, lo que proclama de forma prioritaria, es que las victimas sean respetadas y consideradas durante todo el proceso y por eso haya que darlas “voz”.
Nuestra obsesión por buscar penas más duras como si fuera la única solución posible, nos hace olvidarnos de otras víctimas, y un olvido así supone algo muy grave. Por ejemplo, la ley de protección integral contra la violencia de género se hizo en teoría para frenar esta clase de delitos, sin embargo tras años de su vigencia, penas más duras, casi discriminatorias para el sexo masculino, no ha disminuido las muertes, lo que si ha ocurrido es que por centrarnos , casi obsesivamente en este endurecimiento de las penas, en la llamada tolerancia cero, nos hemos olvidado de las víctimas más vulnerables: los niños, los menores que viven en ese entorno hostil y de maltrato.
Digo yo ¿no será la obsesión por el castigo lo que nos hace olvidar la esencia de lo que es justicia: atender a las victimas?
Creo verdaderamente que si, que nos esta ocurriendo y realmente no puedo entender este afán de asociar justicia con castigo. Ante la imposibilidad de encontrar una respuesta clara, he llegado a la conclusión que esta equiparación de términos se hace por el ciudadano ante un sentimiento de desesperación, impotencia, consternación e insatisfacción generalizada pues cuando acuden al juzgado, lo único que se les ofrece es el sistema actual centrado en el castigo, en la figura del infractor. Quizá si pusiéramos ante sus ojos un abanico de posibilidades, personalizado y adecuado a cada una de ellas, muchas dejarían de clamar por más castigo y se centrarían en lo que más las puede interesar, más reparación y respeto hacia su persona.
Otra pregunta sin respuesta para mi, es ¿por qué los estados insisten en gastar millones en más cárceles y más represión? ¿No sería más viable y menos costoso, invertir en servicios de Justicia Restaurativa y en propiciar más atención a las victimas y más reinserción en delincuentes? Por supuesto que esto sería más barato y más eficaz y generaría un sentimiento de más satisfacción en la comunidad. El problema puede ser que el estado igual tampoco está preparado para esta justicia ya que a la hora de ofrecer estos servicios de Justicia Restaurativa, no se puede hacer distinciones entre unas victimas y otras, como si unas fueran más dignas de respeto que otras, ya que con independencia del delito que ha sufrido (ya sea terrorismo, robo, violación o cualquier otra de menor importancia) todas merecen que sus necesidades sean atendidas.
Sería interesante que el sistema penal evolucionara y se adecuara a los nuevos tiempos, igual que se lleva siglos haciendo en otros ámbitos y aspectos de nuestra vida cotidiana. Este estancamiento no es bueno porque no genera sino más victimas, y lo que la sociedad, necesita es ciudadanos satisfechos y recuperados y sobre todo más infractores rehabilitados, lo que hace comunidades más seguras.
Bibliografía
Follow @VirginiaDomingo (Burgos, 17 de mayo 1975)
Soy periodista frustrada, estudié derecho, por defecto y a pesar de todo, me gustó. Fui durante más de ocho años Juez Sustituta, lo que me hizo ver la realidad de la justicia y su falta de humanidad, así llegué en el 2004 a la Justicia Restaurativa. Actualmente soy la coordinadora del Servicio de Mediación Penal de Castilla y León (Burgos) y presidenta del Instituto de Justicia Restaurativa-Amepax ( la entidad que proporciona este servicio). Soy experta y consultora internacional en Justicia Restaurativa. Mediadora Penal y Presidenta de la Sociedad Cientifica de Justicia Restaurativa. Miembro del Comité de investigación del Foro Europeo de Justicia Restaurativa, participo regularmente en las reuniones de este Foro y he ofrecido varias charlas a nivel internacional, asimismo he realizado diversos trabajos de investigación sobre Justicia Restaurativa y mediación en materia penal. Y sigo luchando porque se regule la Justicia Restaurativa como un derecho más para las victimas de cualquier delito con independencia del lugar donde lo sufran.